Emociones y cáncer

Fran Moreno
3 Abr 2015
Emociones y cáncer

Hasta mediados de los años noventa, a pesar de contar con innumerables estudios científicos que evidenciaban la relación entre la mente, las emociones y el cáncer, resaltar el papel que la manera de pensar y sentir tenían en el desarrollo y progresión del cáncer, era considerado una herejía.

Incluso, tal y como apunta el Dr. Servan-Schreiber (2008), a día de hoy siguen existiendo científicos (incluidos psiquiatras especializados en psicooncología) que ponen en duda este tipo de relación.

El tema es complejo ya que el cáncer es una enfermedad multicausal, con una evolución complicada y lenta. Desde que se genera la primera célula pre-cancerosa hasta que se transforma en un tumor canceroso detectable normalmente transcurren de diez a cuarenta años (Servan-Schreiber, 2008).

Además, como enfermedad multicausal, los factores que inciden en su aparición son varios e interaccionan entre sí: la herencia genética que recibimos de nuestros padres (presencia de oncogenes); el modo de alimentación (exceso de azúcares simples, consumo desmedido de proteína animal, falta de consumo de frutas, verduras y cereales integrales, falta de ingesta de ácidos grasos omega 3, etc.); la exposición a tóxicos ambientales y laborales; la exposición a fuentes radioactivas, la infección por ciertos virus (por ejemplo, hepatitis B y C y cáncer hepático) y nuestro estilo de vida,donde incluimos hábitos y la forma en que manejamos nuestras emociones; son factores que van a influir en que aparezca o no la enfermedad.

En referencia a la incidencia de nuestro estilo de vida en la aparición y evolución de la enfermedad, o de una mayor probabilidad de que no aparezca, dependerá de cómo sean nuestros hábitos y nuestra manera de gestionar las emociones. Así, hábitos nocivos como fumar (responsable del 25% de las muertes por cualquier tipo de cáncer y del 90% de cáncer de pulmón), la ingesta masiva de alcohol (responsable del 6-28% de las muertes por cáncer) y una dieta inadecuada (responsable de la aparición del 30-35% de los cánceres) incrementarán significativamente las probabilidades de padecer un cáncer (O. Fernández, 2013). Por el contrario, un consumo de alcohol moderado o bajo, no fumar y una dieta adecuada serán garantes de buena salud y por consiguiente conllevarán una menor probabilidad de padecer la enfermedad.

Sobre los hábitos comentados existe consenso de la importancia de estos desde hace años y, en este sentido, poco tengo que añadir. Pasemos pues al tema de este artículo, los factores psicológicos en general y las emociones en particular, así como su relación con el cáncer.

Lo primero que quiero dejar claro es que a día de hoy no se ha encontrado ningún factor psicológico capaz de generar cáncer. Sin embargo sí sabemos que estos factores contribuyen decisivamente en la velocidad de expansión de la enfermedad y también en la lucha contra la misma. Por ejemplo, sentimientos como la desesperación y la impotencia absoluta, cuando son intensos y se mantienen en el tiempo son capaces de acelerar la proliferación del cáncer, y en sentido inverso, una actitud proactiva y holística que incida positivamente en factores psicoemocionales que sean profundamente satisfactorios (mantener relaciones interpersonales íntimas, disfrutar de las pequeñas cosas, atrevernos a ejercer una comunicación genuina y desde el corazón, el contacto con nuestro ser más profundo mediante la meditación y otras técnicas espirituales, etc.) aumentan las probabilidades de curación y las tasas de supervivencia, así como también disminuyen las posibilidades de padecer la enfermedad.

¿Y cómo funciona esto? ¡Suena a vende motos!

La relación entre la mente y el sistema inmuneHasta no hace mucho tiempo así pensaba también la práctica totalidad de la comunidad científica. Sin embargo, desde el nacimiento de la psiconeuroinmunología a mediados de los años setenta las cosas comenzaron a cambiar. Con los descubrimientos de esta nueva rama de la ciencia comenzamos a saber que la mente (nuestros pensamientos, creencias, emociones, etc.) están íntimamente relacionados con las secreciones hormonales de nuestro cuerpo y el estado del sistema inmune.

A día de hoy sabemos que los estados emocionales negativos e intensos mantenidos durante un periodo de tiempo prolongado minan nuestras defensas por mediación de la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol. Estas hormonas cuando son secretadas masivamente y durante un tiempo prolongado bajan la respuesta defensiva del sistema inmunológico al mismo tiempo que favorecen los procesos de inflamación, ambos factores contribuyen a la proliferación del cáncer así como a la disminución de la salud en general y la calidad de vida.

Por lo tanto, nuestras actitudes, esto es, nuestros pensamientos y creencias habituales, nuestros sentimientos, actos y hábitos tienen mucho que ver con el estado de salud en el que nos encontramos. Tengamos o no cáncer mucho podemos hacer a favor nuestro, sin sentirnos culpables, con humildad y aceptando nuestros errores y limitaciones podemos dirigirnos hacia un estado de ser mucho más armonioso que posibilitará la salud y disminuirá las probabilidades de enfermar. ¡En nuestras manos está!

Para saber más