En lo que responden las colegas a las interesantes y necesarias preguntas que has hecho Miguel, me gustaría compartir con vosotros un recuerdo de facultad, y de aquellos momentos de ¿y después qué?.
A mi me tocó el anterior plan de estudios, y recuerdo perfectamente cómo en la clase de psicopatología, nuestro profesor, Carmelo Monedero, uno de los últimos representantes de la vieja escuela que tenía la facultad de psicología de la UAM, psiquiatra él (y por vieja escuela quiero decir que no era exclusivamente la psicopatología americana de la Asociación Americana de Psiquiatría, o el conocido DSM, que ahora sí es básicamente el pensamiento único de la psicología académica, sino una verdadera historia de la psicopatología, y muy enraizada en la tradición europea), nos contó que formó parte del grupo de profesionales y profesores que estaban evaluando los planes de estudios (antes de la Aneca y los últimos cambios en las universidades), y que en su informe sobre su valoración de la carrera de psicología, afirmó, sin ningún tipo de complejo, que la carrera de psicología no sólo no habilitaba a los estudiantes para el ejercicio de la profesión de psicoterapeuta, sino que incluso les incapacitaba.
Afirmaba esto por la enorme cantidad de prejuicios e ideas erróneas que se transmitía a los alumnos durante la carrera a través de diferentes asignaturas, y por el enfoque mismo y la visión del ser humano y el sufrimiento psíquico que se manejaba. Yo hoy incluso diría que ciertos planteamientos y visiones son incluso iatrogénicos (hacen más daño).
Hoy en día no me cabe duda de que la situación no ha cambiado. La Psicología sigue siendo hoy una rama del conocimiento que en mi opinión tiene una terrible autoestima, si es que eso se puede decir de una carrera, y se siente acomplejada con respecto a otras ramas del saber ante las que se doblega e imita su discurso y metodología.
Dos años antes de terminar la carrera ya empecé a especializarme porque veía que todos esos enfoques que mencionáis, no sólo no se conocían ni tenían representación entre las asignaturas o presencia en la Historia "oficial" de la psicología, sino que además, profesores que jamás se habían dedicado al ejercicio de nuestra profesión se permitían el lujo de criticarlos o incluso ridiculizarlos.
Y admito que en ésto, no sólo tiene culpa la organización del plan de estudios de la facultad de psicología, sino el planteamiento mismo de la formación universitaria, con saberes disgregados y una casta de profesores muy desconectados de la realidad fuera de la universidad.
Por añadir algunas referencias a las que ya habéis dado vosotras, me formé y realicé mi primera terapia (algo imprescindible según mi planteamiento) en la Fundación Cencillo de Pineda, donde tienen su propio enfoque de psicoterapia con base antropológica, en base al modelo desarrollado por Luis Cencillo, y que hasta hace poco tiempo tenían máster en la Universidad de Salamanca. Después en Elipsis, con Emilce Dio Bleichmar, a través de la Universidad de Comillas, para la formación en clínica infanto-juvenil y familiar, según el enfoque modular-transformacional (con una base de psicanálisis revisado y neurociencia de la emoción), y más tarde en el ITGP (Instituto de técnicas de grupo y psicodrama) donde pude conocer a través de Pablo Población y Elisa López Barberá, grandes terapeutas, el enfoque psicodramático y sistémico. Estas tres formaciones crearon verdaderamenre una base mucho más sólida y coherente con la complejidad del ser humano. Después vinieron otras, y una segunda terapia, prácticas también (es importante poder acompañar a terapeutas experimentados y verles trabajar) que completaron más éste mapa. Y las que me quedan, porque esto no acaba nunca.
Saludos.
Iñaki López, Psicólogo en Madrid, en Paideia