El valor de tus emociones

Nacho Fernandez
30 Dic 2018 lectura de 4 minutos

En primer lugar, ¿Por qué tenemos emociones? Muchos de nosotros las experimentamos como una perturbación, como algo que está fuera de control. Pero no son simplemente una espina clavada en el costado. Son respuestas energéticas naturales ante lo que experimentamos a través de nuestros sentidos. Son mensajes vitales de nuestra Alma, de nuestro yo superior, para nuestra personalidad o nuestro cuerpo.

Cuando tenemos emociones positivas nada nos parece inalcanzable. Estamos exuberantes de felicidad y poder, somos capaces de cualquier cosa. Sin embargo, cuando nos invaden las emociones negativas aparece un sunami de negatividad y pesimismo en nuestras vidas que arrasa con todo. Estamos fuera de control.

Las emociones negativas: Catalizadoras del crecimiento

Así pues, ¿por qué tenemos emociones negativas y dolorosas, en lugar de tener sólo emociones positivas y agradables? El dolor físico es una señal de aflicción que nos dice que alguna parte de nuestro cuerpo precisa ayuda. Del mismo modo, el dolor emocional es una señal de aflicción que nos dice que algún aspecto de nuestra vida precisa de ayuda. La palabra emoción procede de la palabra latina emovere, que significa retirarse, apartarse. La desesperación, la preocupación, la cólera, los celos y el terror son maravillosos maestros, que nos motivan con su aguijón a retirarnos, apartarnos, y a buscar la armonía, la alegría y el coraje.

La tragedia de la vida moderna es que somos muchas las personas que no nos permitimos sentir el dolor natural y aprender las lecciones de las emociones turbulentas. Desperdiciamos nuestro precioso tiempo paralizados por el miedo, la negación y la represión. Nos “automedicamos” con comida, alcohol, fármacos, drogas, juegos electrónicos, entretenimiento sexo, exceso de trabajo y medios de comunicación. Y nuestro cuerpo paga el precio con malestar y enfermedad y nuestra mente, con la separación  y la alienación de nuestro verdadero yo. Como dice Eckhart Tolle: “Toda adicción surge de una negativa inconsciente a enfrentarse y a atravesar el propio dolor. Estás utilizando algo o a alguien para encubrir dolor”.

Seis pasos para el dominio emocional

Paso Uno. Identifica lo que estás sintiendo realmente.

El simple hecho de tomarse unos momentos para identificar lo que estás sintiendo realmente y empezar a cuestionar tus emociones, disminuye la intensidad emocional que experimentas. ¿Qué estoy sintiendo realmente? ¿Me siento realmente así?

Paso dos. Reconoce y aprecia tus emociones.

Agradece el hecho de que hay una parte de tu cerebro que te envía una señal de apoyo, una llamada a la acción para efectuar un cambio. Si estás dispuesto/a a confiar en tus emociones detendrás esa guerra que librabas contigo mismo/a.  Aquello a lo que te resistas tenderá a persistir.

Paso tres. Ten curiosidad por el mensaje.

Sentir curiosidad te ayuda a dominar tu emoción, a solucionar el reto y evita que el mismo problema vuelva a surgir en el futuro.

Paso cuatro. Ten confianza en ti mismo.

Confía en que puedes gestionar tus emociones. Recuerda algún otro episodio de tu vida en la que hayas experimentado emociones similares y date cuenta cómo las manejaste.

Paso cinco. Asegúrate de que puedas manejarlas también en el futuro.

Ensaya mentalmente el manejo de las emociones en situaciones similares. Imagínate viendo, escuchando y sintiendo que manejas la situación emocional con facilidad. La repetición de estos ensayos, si se hacen con suficiente intensidad emocional, crearán una vía neurológica de certidumbre.

Paso seis. ¡Pasa a la acción!.

No te quedes empantanado en las emociones limitadoras que estés experimentando. Exprésate utilizando lo que hayas ensayado internamente para crear un cambio de percepción o en las acciones.

Enfrentarse, aprender de y transformar nuestros sentimientos negativos es un acto de coraje. Es una decisión consciente para la que hay que tener paciencia, hay que ser honesto con uno mismo, hay que perdonar y hay que tener determinación. Precisa de un compromiso en el tiempo, para desanudar aquellas emociones que nos tienen maniatados. En última instancia ahorraremos tiempo, pues se incrementará nuestra felicidad y nuestra salud, y prolongaremos la vida. Este exigente proceso es el crisol donde se transmutan las energías negativas en felicidad y armonía.