La nueva educación desde una perspectiva gestáltica

Almudena Sánchez
12 Dic 2016
La nueva educación desde una perspectiva gestáltica

La perspectiva de una nueva educación para el Tercer Milenio incluye conceptos y paradigmas directamente relacionados con el enfoque gestáltico. En este artículo trato de esclarecer cómo se aplican algunos conceptos básicos en terapia gestáltica a la educación.

1) Holismo (terapia gestáltica como terapia integral e integrativa)

Aplicado a la educación, el concepto de holismo supondría entender el proceso educativo como un enfoque desde la totalidad que atienda:

  • La totalidad del individuo que está en proceso de formación, es decir una educación dirigida al conjunto de sus aspectos como persona, no solamente a su intelecto, sino también a sus emociones y a su cuerpo.
  • La totalidad del sistema de relaciones que se dan en la enseñanza, una educación que atienda a la relación y que no sea, por tanto, unidireccional (del profesor que enseña al alumno que recibe la enseñanza) sino que haga la escuela permeable a la real y compleja situación existencial de los que estamos implicados en el proceso educativo, una concepción por tanto sistémica de la educación.
  • La totalidad también de conocimientos y destrezas esenciales para la vida. Una educación orientada multi direccionalmente hacia los diversos planos que componen lo que se ha venido en llamar las “inteligencias múltiples”.

Según la propuesta de la UNESCO deben ser cuatro pilares básicos los que la educación debe cubrir en este Tercer Milenio que se inicia: Aprender a conocer, Aprender a hacer, Aprender a convivir, Aprender a ser

2) Relación educador-educando (relación terapeuta-paciente)

3) Equilibrio "tricerebral" (importancia de sentir)

Es necesario que la educación deje de ser una institución patriarcal para encaminarse hacia el fomento de un desarrollo equilibrado de nuestras “tres personas interiores”: padre, madre, niño, o lo que es lo mismo, el equilibrio entre nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro hacer.

Se necesita una reeducación emocional y una educación que se ocupe de la dimensión profunda del ser humano. La nueva educación deberá ir dirigida a la mente, al cuerpo, a las emociones, y al espíritu.

Si seguimos desatendiendo el campo de lo afectivo en la educación, continuaremos devolviendo al mundo individuos fijados en las pautas infantiles, es decir, individuos neuróticos.

4) Formación del educador (liberación del ego, autoconocimiento)

Difícilmente podemos esperar un mundo mejor sin cambiar nuestra educación. Y para cambiar la educación habría que inyectar algo nuevo en la formación de los educadores. La clave definitiva estribaría en un molde diferente de formación de los educadores, que actualmente reciben un exceso de bagaje intelectual y una insuficiente educación emocional y espiritual. Es necesario dotar a los maestros y profesores de toda una serie de habilidades y conocimientos en el ámbito terapéutico y en el espiritual. Para ayudar a los otros no se necesitan largos estudios, sino la experiencia del propio viaje interior a través del autoconocimiento y el esfuerzo realizado.

El recurso procedente del campo de la psicología humanística que más se ha intentado aplicar en el contexto educativo, por lo menos en EEUU, ha sido el enfoque gestáltico. Se ha impartido formación gestáltica a educadores con el objetivo de dotar a los profesores de una mayor capacidad de acercamiento experiencial a la verdad, de una mejor comprensión de la condición humana y una mayor habilidad de manejarse como personas frente a otros seres humanos. Aún un contacto breve con la Gestalt puede aumentar en la persona ese tipo de habilidades, al devolverle la capacidad de estar en el aquí y ahora.

Efectivamente, la educación es una relación, en la que se ponen en juego los aspectos mental, emocional y corporal de dos personas, el profesor y el alumno, y en la que los profesores deberíamos ser capaces de crear un vínculo lo suficientemente profundo como para que fuera un vehículo que hiciera posible la formación de la persona.

La idea de que la educación debe basarse en una relación de amor surge con las primeras corrientes educativas progresistas que se oponen a la rigidez y el maltrato justificado desde la pedagogía tradicional y toma cuerpo en la Escuela Nueva, aunque ya Sócrates, maestro de educadores, creía que una educación que quisiera ser significativa para ambos (educador y educando) tenía que basarse en una relación de amor.

La relación educativa amorosa implica un acercamiento horizontal despojado del rol, es decir, que el educador entienda la necesidad de amarse a sí mismo y de aprender a amar a los otros seres humanos independientemente de su condición o posición.