El proceso de Coaching, ser y devenir

Josep Guasch Gómez
30 Dic 2018 lectura de 6 minutos
El proceso de Coaching, ser y devenir

La más celebrada definición de Coaching que realiza la I.C.F. (International Coach Federation), delimita esta práctica como “un proceso continuo de partenariado que permite al cliente obtener resultados extraordinarios en su vida personal y profesional. A través del proceso de coaching, el cliente profundiza en sus conocimientos, mejora su rendimiento y revaloriza su calidad de vida.” Ciertamente, en pocas palabras acota y delimita el campo de acción de esta práctica profesional.

En mi opinión, no obstante, todo profesional comprometido con su actividad debe ser capaz, en algún momento de su carrera de definir a su modo su actividad. A mí me gusta definir el coaching como “un camino de acción con conciencia en el que los logros del cliente acrecientan su percepción íntima de congruencia y coherencia personal".

Bien sea el cliente una persona particular como una organización, adquieren una mayor eficacia y sentido de finalidad y coherencia si sus distintas partes cooperan en armonía hacia un fin específico y bien definido; esto no excluye el conflicto interno, pero sí favorece la resolución de los mismos a la vez que redefine de un modo, cada vez más enriquecedor a la persona u organización.

El camino recorrido conduce a la paradoja de que la consecución del objetivo en sí no es tan importante como lo que se va descubriendo en el camino; es decir se construye una mayor sensación de Ser a medida que se Hace y esto sólo puede conseguirse cuando, como he señalado antes, las distintas partes actúan al unísono. En sucesivos artículos definiré “qué” son y “cómo” se manifiestan estas “partes”.

Un Ser en Movimiento hacia el acrecentamiento de su Conciencia, aglutina las enseñanzas de los dos grandes bloques de filosofía vital. De una parte el Oriental (volcado hacia el Ser en perjuicio del Hacer) y el Occidental (tradicionalmente priorizando la acción en perjuicio de la conciencia). Redescubrirnos en el Hacer, es la finalidad del coaching, la herramienta, el aprendizaje vital continuado.

La/s primera/s sesión/es de coaching tienen como finalidad definir clara y específicamente el objetivo; en este sentido pueden utilizarse distintas herramientas, las pautas “SMART” o las contempladas en la Programación Neurolingüística suelen ser las más utilizadas.

Un aspecto muy importante en esta fase es aclarar los valores que sustentan el objetivo, así como el lugar que esos valores ocupan en la escala de prioridades vitales del cliente; esto constituye la Motivación Interna de la persona, se pueden identificar y construir factores de Motivación Externa en función de la fuerza de la primera.

Imaginemos una persona cuyas circunstancias económicas personales están resueltas y decide emprender una actividad que venía postergando desde joven (por ejemplo tocar la guitarra), su Motivación Interna está sustentada en un Valor que ha venido conservando desde la infancia y por lo tanto un Valor que en ese momento de su vida alcanza un nivel importante de prioridad, pero que no lo fue en años anteriores, bien sea por motivos laborales, económicos, responsabilidades etc...

Pensemos ahora en el otro extremo, la persona que “se ve obligada por factores externos” (generalmente económicos o responsabilidades) a trabajar en una ocupación que detesta -si bien nunca estamos obligados a actuar del todo por factores externos, en la práctica conviene adoptar esta perspectiva-, la fuente de motivación interna que sustenta su actividad laboral es nula por lo que, sin perjuicio del plan de acción diseñado en el proceso de coaching para cambiar de trabajo si así lo desea, habrá que identificar y reforzar factores de motivación externa, trabajando por ejemplo el impacto de los pensamientos automáticos, sus capacidades, entorno, beneficios que, aún cuando sean secundarios, le garantiza su actual ocupación etc...

En una segunda fase elaboramos el plan estratégico, es decir, lo que “a priori” y sobre el papel sería una planificación teórica que orientaría el siguiente paso, la acción. En esta etapa identificamos los recursos y capacidades disponibles, así como las susceptibles de incorporar o reforzar, siempre orientándonos hacia la optimización en el proceso de conseguir el objetivo previamente diseñado. Es importante no demorarse excesivamente en esta etapa pues a menudo, lo que parecía como casi imposible a priori, se desvela como menos difícil durante el siguiente paso, la acción, y también puede suceder que lo que parecía fácil se muestra problemas no identificados previamente.

El plan de acción es el diseño de acciones concretas y específicas, en plazos delimitados, de lo contemplado previamente.

Aquí la flexibilidad juega un papel importantísimo para, en ocasiones, rediseñar el proceso con pequeños ajustes; el foco de la atención en este momento se centra en los aprendizajes vitales que el cliente va adquiriendo, reforzando, distinguiendo, integrando en su personalidad. Es la fase más fascinante pues suele suceder que capacidades y competencias inesperadas aparecen en auxilio del viajero, habilidades que permanecían aletargadas en alguna zona (a menudo rescatadas de la historia personal del cliente), sorprendentes recursos que se hacen operativos sin apenas haberlos presentido.

Todo este proceso transcurre hacia arriba y hacia abajo en una escala que contempla diferentes niveles a saber:

  • Transpersonalidad
  • Identidad
  • Valores
  • Creencias
  • Capacidades
  • Comportamiento
  • Entorno

La alineación de estos niveles en un todo coherente es lo que se consigue durante el trabajo práctico mediante la adquisición de aptitudes y actitudes específicas, identificadas en cada momento del proceso, por parte del coach....y destacando los nuevos avances y aprendizajes para redefinir a la persona (Identidad) y procurar ver en qué nuevos contextos lo aprendido o rescatado puede aplicarse como un modo de reforzar el aprendizaje.

En siguientes artículos profundizaremos en cada uno de estos niveles y veremos cómo nos ofrecen pistas para saber dar certeros golpes de gracia en vez de martillazos a ciegas.