La presencia de las edades

11 Dic 2018 lectura de 6 minutos
La presencia de las edades

De vez en cuando viene bien reflexionar, poner nuestra capacidad de observar y concluir en marcha.

Cada lector se sitúa mentalmente en una edad, sobre todo porque no podemos evitar etiquetarlo todo.

Ya que hablamos de edad, podemos recordar que decimos que somos niños hasta los 13 años, después hablamos de adolescencia, juventud, madurez, vejez y a cada "etapa" la bautizamos de una manera.

Pero si andamos un paso más, nos damos cuenta de que, finalmente, nos situamos en cada uno de los nombres, o nos sitúan "forzosamente". Parece que la etiqueta funciona y es impositiva.

Cuando eres niño aprendes dónde estás. Probablemente hay mayores en tu vida, padre, madre, tíos, profesores y más. Y en ese momento el conjunto de la presencia de las edades conforman un mapa para ti, desde una posición fija.

Un mapa que está asociado a la experiencia de lo corriente. Así, por la mañana te levanta tu mamá, que luego te acompaña al colegio y ahí observas los niños de distintos cursos, ves adolescentes y jóvenes, al tiempo que personas maduras o mayores imparten las clases. Y otros días convives con personas que claramente se ubican en el mapa: tíos mayores, primos de tu edad, pero también abuelos que ya son ancianos. 

Los años pasan, y de repente tu etiqueta cambia, y te llaman "adolescente". Sin embargo la experiencia de lo cotidiano sigue, y lo único que ha cambiado en esos 10 años es que los mayores son algo "más mayores", y hay nuevos niños. El mapa es bastante inconsciente aún, pues al margen de ese pequeño envejecimiento y nuevos niños, vemos como natural nuestro crecimiento y, sobre todo, nuestra mente sigue buscando la constancia y la regularidad que tanta seguridad nos da: sigues observando los niños de distintos cursos, ahora tus amigos adolescentes y los jóvenes, al tiempo que personas maduras o mayores que la mayoría son los mismos y continúan impartiendo clases. Y, como hemos dicho antes, en días alternos, "convives con personas que claramente se ubican en el mapa: tíos mayores, primos de tu edad, pero también abuelos que ya son ancianos".

La continuidad personal

Para que se rompa en pedazos la supuesta continuidad personal, han de pasar más años. Una de las novedades que conlleva el paso del este invento del tiempo, es apercibirse que has ocupado ya varias posiciones, igual que los que has conocido. Fuiste niño y adolescente, pero también joven y, por ejemplo, ahora te ubican como una persona madura. Has visto cómo los niños que nacieron después de tú, son ahora unos jóvenes, y tus compañeros también ya maduros, y has vivido la experiencia de ver a tus padres ser abuelos y, la dolorosa de acompañar en sus últimos momentos a los ancianos que ya no están aquí físicamente.

La consecuencia, a nivel personal, es que has cambiado, en muchos aspectos, y desde la perspectiva de la edad, has pasado por varias etapas, igual que los conocidos, tal como hemos indicado. No hay tal continuidad si te sitúas en tus primeros años de vida. EL panorama sobre lo conocido ha cambiado mucho.

En este estadio de observación, nos acogemos a los estereotipos: "El tiempo pasa para todos", "envejecemos", "El tiempo no perdona"... Y eso nos sitúa de nuevo, regresamos a la sensación, al menos de un principio y un fin, al parámetro del tiempo que cambia mi realidad.

Sin embargo, hay un paso más aún. Sí que hay una cierta continuidad que quizás se nos plantee inquietante: El mundo sigue girando, las estaciones son muy iguales, y la edad del universo avanza lentísimamente. Pero sobre todo, si salgo de mi entorno cotidiano, observas en el escenario del planeta, aparentemente, las mismas cosas:

Eras niño, ya hace mucho tiempo, pero ahora hay niños, siguen habiendo niños....eras un adolescente hace tiempo, y a pesar de todo... hay adolescentes, y jóvenes pero ninguno de los que conociste ya lo es, y ahora perteneces a una edad que mirabas como muy mayor... y aún así ves hombres y mujeres maduros, desconocidos, muy iguales a los que veías hace años, de niño, de joven...

Aún pasando personalmente por las distintas etiquetas de "las edades", y si apartas las modas en el vestir y los cambios en el entorno, o en el aspecto del mundo, de las gentes, desde un punto de vista genérico ¡los actores en este escenario, son los mismos!, solo han cambiado las caras, los nombres.

El ciclo de la vida

Como si se tratase de un viaje en un tren, que pasa por las estaciones de las edades, que tan bien clasificamos, te das cuenta que "La presencia de las Edades", cuales paradas, que parecen permanentes, manteniendo la especie humana así, el ciclo de la vida, y que lo impermanente es lo personal, lo que tu representas en este mundo, que el mundo giraba antes que cogieras cuerpo, y seguirá haciéndolo después de que lo dejes, lo mismo que seguirán las distintas etapas por las que pasa la humanidad y que llamamos edades.

Nuestros cuerpos son impermanentes, nuestra mente es impermanente, y aunque el ciclo sigue, y hasta el final de este proyecto, "la presencia de las edades" parecen permanentes, en realidad representan y ocultan el constante devenir: Lo que sí es realmente continuo y seguido, es el cambio constante que subyace a lo que nos parece estable.

En esta perspectiva, conscientes de la clase de mundo donde vivimos, no tiene mucho sentido atarse a los sentidos, ni atesorar nada. Solo desarrollar la compasión para que las distintas edades sean lo más livianas para todos los que las han de pasar y alcancen la felicidad y la plenitud.