Soledad y solitariedad

19 Ago 2015
Soledad y solitariedad

Decir, como se viene a decir, que “todos andamos un poco solos”, aparte de ser una condescendencia innecesaria, creo que roza una cursilería irritante.

Sin embargo, decir que la soledad nos acerca a lo que constituye nuestra vida íntima ypersonal, esa vida mental (nunca compartida) que tenemostodos y en la que cada cual se mueve a sus anchas, siempre fronteriza con sueños y deseos, me parece un recurso al que se puede apelar. Por otro lado, la vida íntima, es una vida que se escapa de la otra que tenemos, la pública, en la que casi siempre uno tiende a comportarse, comoimagina que el otro le supone.

Uno puede estar solo... y esto es soledad. Cuando uno no puede dejar de estar solo... no hay soledad, sino solitariedad.

Cada caso es un riesgo que rompe con la posibilidad de generalización. La soledad de cada persona, es como un experimento que desmiente lo que imaginábamos sobre ella y que nos empuja a otros saberes que moldean el trabajo de vivir. Con esto digo, que en todos ha sido o es un planteamiento que las circunstancias inclinan o no a su ejercicio. Soledad y solitariedad, no son lo mismo. Hay quien se permite, o se encuentra, con una retirada de la vida de siempre, y... elige su soledad; pero quienes a la fuerza no son capaces de tener una vida de relación con los demás... son solitarios.

Soledad vs Solitariedad

La soledad puede ser una elección. La solitariedad, no se elige, porque ni si quiera se produce ese planteamiento de sufragio. Una persona sola, o es solitaria, o está en soledad; esta es la diferencia esencial entre una y otra.

El solitario, es incapaz de establecer vínculo alguno con el otro; no porque no lo desee, sino porque le resulta imposible poner en intento "sus deseos" de hacerlo, y se queda así, aunque no es lo que quisiera... solo.

Por ello, vemos al solitario como alguien inquietante y extraño, pero también como alguien a quien compadecer por el hecho de no poder gozar de estar, si pudiera elegir, acompañado.

Nosotros creemos que vivir en soledad, no siempre es deseable aunque puede resultar, por momentos, un bálsamo. Lo peor de ella, pienso yo, es que esta “sociedad tan moderna” en la que estamos, manifiesta una injustificada intolerancia hacia este hecho. La misma que muestra hacia la tristeza o al hacer las cosas despacio y bien, algo que en otra época, constituía virtud en vez de crítica.

Uno prefiere estar solo, a ratos, o simplemente desea vivir solo. En la clínica, esta circunstancia, no es del todo inusual... La paradoja está cuando quien toma esta decisión, consulta al mismo tiempo por ella en la consulta. Desea vivir solo, porque esto le convierte en dueño de su espacio, en primer lugar, pero también de su tiempo. Hacen un uso razonado de los motivos de su soledad, y en general se sienten bien compartiendo consigo mismo su propia vida.

Pero por otro lado, no desean la soledad. La imaginan como un fracaso ante la relación social, que no es otra cosa que la relación con los demás, viéndose torpes en la interacción y desolados afectivamente, pues nadie parece interesarse por ellos (cosa que bien analizada, no es del todo así). Nos consultan digo, muchas veces por la tristeza que les supone no disponer de alguien, eso sí, cuando lo necesitan o quieren, sin ser muy conscientes de que la elección -muchas veces- ha sido una decisión propia y no mediatizada. Cuando la decisión a la soledad es forzosa, la cosa es "harina de otro costal".

Muchas veces, hay que abordar estos asuntos, con cuestiones simples y evidentes. Hay que enseñar a quien está solo, que la soledad puede ser una situación, si no envidiable, sí preferida. Hablarles de sus ventajas y dar doctrina sobre como solventar sus inconvenientes.

Lo peor y mejor de la soledad, están en ella misma. Y, en muchas ocasiones, quien no dispone de ella, la desea; y quien vive en sus dependencias trata de esquivarla (muchas veces con la boca pequeña y solo por momentos).

Esto es lo que vemos en la clínica, y que conviene reeducar para una mejor higiene mental cuando las circunstancias obligan a convivir, de forma exclusiva, con uno mismo.

¡Qué sabrá la modernidad... de cada cual!