No dejes que ningún profesional "te sentencie"

Fernando González de Zárate Alonso
25 Nov 2018 lectura de 8 minutos
No dejes que ningún profesional

Ayer estuve en Urgencias. Me dolía el pie, como si me lo hubiese roto o me hubiese hecho un esguince. Cojeaba ostensiblemente. Así que fui para allá, para que me dijesen qué tenía exactamente, para saber a qué atenerme. La rotura, con su consiguiente escayola, me daba pereza… ufff. Pero me parecía la posibilidad más viable dado que no había hinchazón, y que el dolor comenzó de repente (sin actividad física, sin caerme, etc.) y fue "in crescendo" en pocas horas...

Cuál fue mi agradable sorpresa cuando me dijeron que ni esguince, ni fisura, ni rotura… era una calcificación debajo del tarso. Al pisar y presionarla, me producía el dolor. Paracetamol y reposo me recetaron. Así se te pasará. Hasta aquí bien. Pero claro, yo quería saber más… ¿es reversible? No. Entonces, ¿voy a tener que convivir con ello toda mi vida? Sí. ¡¿ein?!

¡Pero si tengo 40 y espero vivir mucho años! ¡Por favor, no me sentencies con este castigo de por vida!

Afortunadamente, me negué a creerlo. Y puse en marcha mi maquinaria mental. Tenía por ahí apuntada una receta para “cascar” espolones. Así que confirmé que lo que tenía era básicamente lo mismo que el espolón, pero en otro sitio. Una calcificación que, por algún motivo que desconozco, había elegido aposentarse en el lateral externo de mi pie izquierdo. De modo que ya me he puesto manos a la obra, a tratar de deshacer esa calcificación para que no vuelva a generarme este mismo, doloroso y limitante estado.

Diagnóstico, pronóstico y sentencia

Y es que muchos profesionales no son plenamente conscientes del poder de sus palabras y sus modos (yo mismo me incluyo, porque no siempre consigo ser tan impecable con mis palabras como debería y me gustaría, tal como se sugiere en “Los 4 Acuerdos Toltecas”. Pero al menos, trabajo desde esa conciencia e intención, así que, antes o después, lo lograré). En más ocasiones de las deseables, los profesionales de la salud y/o el bienestar no son conscientes de la diferencia que existe entre:

  • Diagnóstico: de etimología griega, hace referencia al resultado de recabar datos para analizarlos e interpretarlos, lo que permite evaluar una cierta condición. Por ejemplo, la doctora me movió el pie en varias direcciones, me pidió que presionara y estirara y finalmente solicitó que me hicieran radiografías. Resultado de todas estas evaluaciones, diagnosticó que tenía un osteofito (una calcificación, vaya).
  • Pronóstico: este otro concepto, que bebe de la etimología latina y griega, hace referencia a la acción y efecto de pronosticar (conocer lo futuro a través de ciertos indicios). Como cuando la doctora que me atendió en urgencias me dijo que me dolería si apoyaba el pie, de modo que si hacía reposo, movía y masajeaba el pie y tomaba paracetamol, la molestia probablemente desaparecería en unos días.
  • Sentencia: del latín sententia, es una impresión u opinión que una persona defiende o apoya. El término es utilizado para hacer referencia al fallo dictado por un tribunal o un juez y a la declaración que deriva de un proceso judicial. En mi caso se produjo cuando me dijo que esa calcificación se produce con la edad, y que ahí se iba a quedar, y que, posiblemente, de vez en cuando me molestaría.

Los profesionales deben ser consciente del poder de sus palabras y modos ante sus pacientes

Y aquí es donde se produce la barbaridad. En la delgada línea que diferencia al Pronóstico de la Sentencia.

La Sentencia es una opinión. Normalmente la opinión de alguien muy formado, con un gran peso social o estatus profesional, y que en el caso de la Medicina y las Terapias, dado el poder que nosotros mismos les damos como pacientes (a falta de encontrar una palabra que se aproxime más a mi sentir cuando otro profesional de la salud me atiende, me gusta más “cliente”).

Retomando el hilo, hablaba del poder que damos a quien va vestido de bata blanca y que muy posiblemente esté al otro lado de una mesa protegido por un ordenador y una cara y ostentosa aparatología, y adornado tras su espalda con un montón de títulos de diferentes universidades. Del poder de sus palabras. Del poder de las “profecías de autocumplimiento”, como decía el malogrado Fermín Moriano es sus excelentes y formativas charlas, no por ello densas y áridas, sino antes bien, plagadas de humor, ejemplos y rigor.

Es decir, la doctora, desde su juicio personal y su experiencia, me dice que voy a vivir toda mi vida con esa calcificación. Corrijo; sentencia que voy a vivir toda la vida con esa calcificación y sus molestos efectos. Y yo, pobre mortal, que no soy nadie comparado con esa autoridad que está tras la mesa y la bata blanca, me lo creo y hago válidas sus palabras y convivo con esa molestia toda mi vida. Porque total, como ya me han dicho lo que me va a ocurrir, me han leído el futuro, pues yo, obediente de mí, obedezco y hago buenas sus palabras...

Una revisión sobre las “sentencias”

Sí, así somos los humanos. Damos el poder a lo que está fuera de nosotros (ya sea una persona, una situación o unas palabras). De la misma manera que buscamos el amor fuera, damos el poder al otro, sin escucharnos, sin poner en tela de juicio sus juicios (valga la redundancia), sin darnos la oportunidad de creer en nosotros, en nuestras capacidades, en que el otro, por muy formado que esté, ni lo puede saber todo, ni lo ha podido probar todo…

¿Qué tal si la persona que emite semejantes juicios lapidarios revisase sus creencias limitantes y su vocabulario, y en vez de decir “vas a vivir con eso toda la vida” dijera “lo cierto es que yo no sé todo de todo, pero según mi experiencia y mis estudios, estos temas duran para toda la vida. Pero te recomiendo que te informes y busques, que obtengas la opinión de otras personas y profesionales, porque tal vez encuentres algún remedio que haga que esta situación sea reversible. Porque eso es muy doloroso, y como yo no convivo con ello, tampoco tengo toda la información disponible. Tal vez haya alguien que se haya negado a convivir con eso de por vida y haya encontrado una manera de solventarlo”?

¿Que “qué tal si… ” preguntas? Pues yo mismo me respondo…

  • en primer lugar, como se ha visto, requiere mucho más tiempo y palabras: ½ línea vs 6 líneas
  • y en segundo lugar, que tengo que rebajar mi ego, hacerme humano, sentirme menos poderoso, y reconocer que no lo sé todo…

Quizá por ahí vengan las dificultades de que esta propuesta que lanzo no termine de calar…

El doctor debe ayudar a empoderar a su cliente, alimentar su capacidad de luchar, no mermarla

Conclusión e invitación final

Así que, vistos los efectos que tiene esta forma de actuar, desde aquí, lanzo una invitación a los profesionales de la salud y el bienestar (en cualquier de sus vertientes, tanto la alopática como la natural). Les invito (y me incluyo) a:

  • hacer buenos diagnósticos, basados en cuantas pruebas sean necesarias, incluyendo solicitud de ayuda de terceras personas
  • ofrecer pronósticos lo más asépticos posibles, en ambos casos, midiendo nuestras palabras, no solo el qué decimos, sino también el cómo y cuándo lo decimos.
  • reconocer que nuestras opiniones son limitantes (por nuestros conocimientos y experiencias, porque no somos infinitos y omnipotentes)
  • evitar las sentencias
  • y, antes bien, empoderar al cliente y sugerirle que puede mirar otras vías, que luche, que se escuche y que crea en sí, y que estás ahí para apoyarle, no para juzgarle.

Reflexión personal

Esto que expresaré ahora, nuevamente, es otra opinión personal. Y no deja de ser eso; mi juicio. Una intuición, para ser más exactos. Intuyo que las “remisiones espontáneas” (esas que cuando se producen, ningún especialista es capaz de indagar e investigar qué ha hecho o dejado de hacer el paciente para solucionar el problema. Ese problema que él había sentenciado que acabaría de otra manera…) tienen mucha relación con la capacidad de la persona de no creerse esa sentencia y empoderarse y luchar y buscar una solución con la que salir de ahí. Y conseguirlo…

Tratamiento osteofito / calcificación

Solo han pasado 24 horas y me encuentro mejor. Lo que hice ayer fue masajear suavemente la zona en la que estaba la calcificación con una crema antiinflamatoria. Y masajear con fuerza toda la planta del pie, pues de tanto cojear y adoptar “posturas protectoras”, se había cargado un montón. Y esto, a su vez, hacía que adoptara nuevas “posturas protectoras”, de modo que, muscularmente, el pie estaba hecho un cuadro. Eso, y 8 horitas de descanso han permitido que hoy me levante bastante bien.