El protocolo

Manuel Molina Pozo
20 Ago 2021 lectura de 18 minutos
El protocolo

Hoy en día, el protocolo es una palabra que se está instalando en nuestras vidas con un significado lejos de su naturaleza lingüística. Ese hecho no tendría que ser importante y nos podríamos acostumbrar, como tantas cosas que nos acostumbramos, sin valorar los detalles que conllevan vivir al margen de unas mentes maliciosas que puedan tener una doble intencionalidad en cada una de sus intenciones, cada vez que tienen una brillante idea que favorece al bien común. Grandes pensadores que nos quieren hacer la vida más fácil a cambio, claro está, de algo. Algo que a veces puede ser que no se pague ni con dinero.

Actualmente hay un gran interés en que el significado o la idea esté muy interiorizada como mensaje en la mente del individuo en un futuro próximo, convirtiendo el protocolo en un salvavidas, un cumplimiento, una forma de agilizar nuestro trabajo, el funcionamiento de nuestras instituciones, la investigación científica o incluso nuestra convivencia diaria.

El protocolo nos está llenando toda nuestra estructura social de mecanismos dictaminados por protocolos que, de alguna manera, buscan la convivencia social y la eficiencia del funcionamiento social, con el riesgo de convertir el protocolo en una herramienta perfecta para crear una sociedad de diseño con puro estilo de ingeniería social.

La élite y la idea

La palabra "Protocolo" se puede definir como "un conjunto de reglas de formalidad que rigen los actos, ceremonias diplomáticas y oficiales. Conjunto de reglas de cortesía."

Esta definición sacada de un diccionario está muy lejos de la intención de este articulo, pero es importante saber de dónde viene y su esencia como palabra. Esta definición nos hará entender el interés que hay en la introducción de esta palabra en nuestro vocabulario, llegando a normalizar el lenguaje cotidiano.

Observar la élite o la aristocracia como algo lejano para las vidas del individuo corriente es algo difícil de imaginar. Esas diferencias llevan al protocolo como algo solemne y de rigor. Donde las estructuras de las altas esferas sociales utilizan para diferenciar la categoría social de cada individuo o, incluso, cuando se introduce en las instituciones una forma de diferenciar esa separación entre el individuo y las estructuras de estado. El protocolo crea un lenguaje y una actitud que ayuda al individuo a que distinga en que lugar está en cada momento, dentro de lo que la estructura social o institucional le exige. Para dar forma a un lenguaje que se diferencia de las masas y ayuda a una educación, formas de comportamiento que solo pretenden marcar que existe una diferencia social y que no todo el mundo puede ser rey o aristócrata. Creando una diferencia de estructura social no al alcance de cualquiera, con el fin de tener claro que hay unas separaciones.

Pensar que el protocolo se está instalando como algo accidentado o por la casualidad de las circunstancias, es pensar vanamente. La intención es que se instale en nuestras vidas cada día que pasa y que el individuo acepte con la misma solemnidad y rigor como requiere cada una de sus acciones y procesos como el protocolo lo exige, dando al protocolo la capacidad de transmitir al individuo las acciones a seguir dentro de la estructura social en el lugar que le corresponde con la misma solemnidad y rigor. Curiosamente, esa misma idea sobre el protocolo es la que le da al individuo un margen de confianza ejecutando su disciplina o su ejecución, aceptando lo que se le da como un acto de fe sin condicionamientos, ni cuestionamientos y aplicando a la perfección los criterios impuestos o las acciones determinadas por la autoridad. Aceptando que hay una autoridad o un experto que acredita que esos protocolos de funcionamiento tienen el mejor criterio y las mejores bases científicas o de conocimiento para su ejecución, trasladando sus conocimientos a sus subordinados y creando unos protocolos de acción o de conocimiento.

Introducir la idea

Decir que todos los protocolos son malos es caer en un error. Pero observo durante los últimos años que hay un gran interés en introducir esta palabra y lo que representa en nuestro día a día. Se ha convertido en un caballo de batalla, pero un caballo de batalla que se puede convertir en un caballo de Troya. Sin observar los peligros que conllevan dejar que esta palabra se familiarice y se vaya introduciendo en nuestras vidas con una normalidad que da miedo, sin cuestionar su estructura de funcionamiento o hasta qué punto beneficia al que lo ejecuta o como el que la recibe. El protocolo solo ayuda a separar más al individuo de su esencia como ser favoreciendo a su in-humanización convirtiéndolo en un escudero de un sistema que le alimenta sus placeres y le ayuda a olvidar de sus malas conciencias sin ser consciente que lo arrastran a ser esclavo de su propio vacío.

Pensar que el protocolo es tan negativo para el individuo puede ser una idea que para muchos sea un insulto a algo que, en un momento dado, ha ayudado o beneficiado a más de una persona. Cuestionar el hecho de que no debe estar ahora mismo, sería como desnudar a una sociedad, ya que el protocolo se mueve por la estructura social por todos los hilos de su red social e institucional. ¿Estaríamos perdidos si los protocolos de la noche a la mañana dejarán de estar? Perdidos no sé pero desnudos seguro. La estructura social e institucional esta sostenida por los protocolos directa o indirectamente.

Los guardianes del sistema

Aunque el protocolo puede tener muchos argumentos que nos indicaría que es una buena herramienta social para el buen funcionamiento de la estructura social, lo cierto es que ese funcionamiento lo que crea son peones del sistema. Peones de un sistema que está a merced de la autoridad, sin criterios y sin oposición. Llegando a convertir los peones en defensores de un sistema que si les sacas de su estructura se pueden perder y eso es algo que necesitan defender porque no tiene nada más dónde cogerse. La capacidad del individuo la estamos eliminado, lanzando toda su esencia a la basura.

El protocolo está para dar al subordinado las directrices a seguir y las acciones a tomar pero no hay margen para el que las acata, algo que inmuniza al que las aplica y le separa del que la recibe, creando la fragmentación, algo tan valioso en la filosofía del poder. Si observamos cómo funciona la sociedad es algo que ultímamente se está acelerando al mismo ritmo que la tecnología avanza.

El origen

Conocer el origen de los protocolos nos ayudaría a entender la finalidad de sus objetivos y el margen de maniobra que tiene para el que los ejecuta. Como limita despertar la capacidad de maniobra o de conocimiento, de búsqueda, de curiosidad, de criterio para el que lo ejecuta. La ignorancia reina en todas partes y pensar que el protocolo siempre está en el mejor de los casos, es dar fe a quien decide cumplir el mandato de la autoridad aunque siempre pensamos en la buena fe o las buenas intenciones del quien lo crea. Mantener un margen de duda no significa vivir en la inseguridad pero si mantener la alerta ya que procesar y hacer cumplir algo que no has creado tú mismo también tiene responsabilidad.

El protocolo como sabemos no es una palabra que nace de la base de la ciudadanía como no me atrevería a pensar que es la base social la que la elige como una forma de darle la relevancia con lo que nos intenta dar valor a lo que nos dan detrás de esta palabra para que tenga autoridad en su mensaje y en sus acciones.

A veces intento dar una similitud al protocolo para entender la idea de lo que se intenta transmitir con las buenas intenciones que sus mecanismos de funcionamiento que intentna transmitir dentro de la estructura social e institucional a algo parecido como a la “savia” que circula por los árboles desde la raíz hasta las hojas y las flores de los árboles.

Pero qué curioso es el nombre de la savia y la curiosa similitud con sabiduría, algo que nos hace pensar que no esta ahí por casualidad. Esta savia recoge todo lo que necesita para que su árbol o planta tenga lo que necesite para que crezca y saquen sus frutos sin limitar o favorecer una rama más de la otra y si una rama carece de luz, dificultando su crecimiento la sabia no deja de enviar lo que necesita para vivir ya que puede que la otra parte del árbol recoja toda esa savia que ayuda a que tenga mejores frutos. Aunque esto se puede convertir en una metáfora romanticona, está bastante lejos de lo que el protocolo en su realidad intenta transmitir. La savia en este caso iría de abajo a arriba y de arriba abajo para volver a recoger de la raíz todos los nutrientes que necesita para repartir por todo el árbol, convirtiendo este proceso en su ciclo natural.

En el caso de los protocolos, la acción de arriba abajo está muy clara pero lo que llega de abajo para cambiar el protocolo hacia arriba diríamos que tiene que pasar por muchos filtros antes de instalarse en el protocolo, algo que ayuda pensar que puede haber una lucha de egos, intereses, factores económicos, criterios políticos, intenciones del poder... en pocas palabras: llega lo que interesa que llegue y al final quien tiene más poder, tiene más capacidad para imponer criterios a la hora crear los mecanismos a seguir.

El individuo y el trabajo

El protocolo no es algo que no lo debemos coger a la ligera aunque hoy en día lo utiliza una gran parte de los individuos de la sociedad en sus trabajos. A veces, hasta en lo más insignificante detalle de cómo hacer una buena crema pastelera, todo puede cumplir con un protocolo a la hora de realizar una crema que siempre esté en las mejores condiciones de sabor y de calidad.

Al individuo lo estamos capando día a día y os aseguro que no tiene la culpa la crema pastelera ni su protocolo. Este simple proceso hace que el individuo limite su capacidad de aprendizaje, de búsqueda, de curiosidad, de conocimiento. Eso si, de responsabilidad, solo cuando sale ma,l porque necesitamos responsables. Se necesita saber a quién castigar. Al individuo le damos todo lo que necesita para su elaboración pero no se le da conocimiento quizás porque no interesa. El protocolo nos dice los ingredientes que tiene que llevar y su procedimiento. Ese protocolo nos indica que los ingredientes cumplen los requisitos sanitarios permitiendo su uso y los organismos internacionales lo certifican. El individuo que tiene que elaborarla y que probablemente tiene un sueldo que no le permite aventurarse, no se va a cuestionar lo que la autoridad le dicta, ni se va rebelar contra ella, ya que tiene bastantes problemas - por ejemplo, el miedo a perder su trabajo. Aunque lo más triste es que no tiene conocimiento suficiente para distinguir hasta qué punto puede estar satisfecho con su trabajo o con su crema que ha elaborado. Le han capado y os aseguro que está capado desde hace tiempo, ya que es una víctima más de la ingeniería social.

Influencia social

El protocolo está por todas partes aunque parece que tiene que tener unas bases de funcionamiento que dicten la acción o las normas a seguir. Hay protocolos que están en nuestra estructura social tan introducidos en el ritmo diario que no percibimos su naturaleza aunque lo descubrimos que están ahí en el momento que menos nos lo esperamos. Por alguna razón o situación, rompe la dinámica social o el ritmo diario para el buen funcionamiento de la estructura social y evitar romper el ritmo y la dinámica de nuestra estructura social.

El protocolo ha estado introducido en la estructura social desde los siglos de los siglos y, aunque la utilización de la palabra da pie a entender como algo nuevo o como algo nuevo del nuevo mundo del neo-liberalismo. Perdonar, sí he dicho neo-liberalismo porque podía ser cualquier tendencia. La verdad es que no deja de ser; dar un lenguaje nuevo, para sustituir por un lenguaje antiguo y dar a pensar que se hace algo nuevo y revolucionario. Al final, para dar credibilidad a la autoridad y obedecer en un acto de fe, con lenguaje más fresco y nuevo pero con la misma intencionalidad de siempre.

La ley

Uno se pregunta si el protocolo es algo que puede tener tanta fuerza como una ley o una orden institucional. Nos podríamos quedar cortos en según qué situación. Aunque no está regulado en la mayoría de los casos, el protocolo puede tener un carácter legal porque viene dado por la autoridad. Una autoridad que la ley sí le respalda y le autoriza a ejecutar como guardianes de estructura social. Pero donde están los límites protocolarios de la autoridad que le permiten en cada acción una acción independiente de otra. El protocolo no es determinado y se puede moldear de alguna manera pero en cambio pueden ser rectos y ejemplares a la hora de ejecutarla en otras. Dar al protocolo margen de movimiento a la autoridad puede ser algo ambiguo y se puede convertir en una navaja de doble filo que incluso la autoridad que la ejecuta puede estar en el limbo de la legalidad sin ser consciente de ello. Pero a la vez puede tener un gran poder si el individuo no tiene conocimiento de esos límites o de esa ambigüedad.

La dificultad siempre está en la calle, el estar alejados del conocimiento, el aislar y el alejar al individuo creando continuamente la fragmentación social, hace imposible tener conciencia de que nos estamos enfrentando debido a la complejidad de la estructura social que es inaccesible a cualquier individuo de a pie.

El general

En las grandes guerras, los generales ordenaban a sus mandos acciones que a veces estaban lejos de un consenso legal o de autoridad. Sin embargo, los protocolos en la cadena de mando les daba suficiente autoridad para transmitir una orden. En algunos de los casos, podía salir bien o en otras podía ser la destrucción de su ejército y la carga de humillación o de conciencia con la que tenía que vivir el resto de su vida.

En el proceso de Núremberg una de las expresiones que más se oyeron por los acusados en el llamado juicio fue “cumplía órdenes”. Era la forma de justificar sus actos o su responsabilidad hacia la autoridad que los juzgaban. La justicia caía contra ellos por los crímenes cometidos contra la humanidad pero el problema de todas las guerras es que los que pierden nunca tiene la capacidad de juzgar a los que ganan y los que ganan siempre tienen la capacidad de reescribir la historia. A esto, hay quien lo llama "justicia divina".

El que gana es por la gracia de Dios aunque la gracia de Dios no creo que tenga que ver nada con las guerras y pocas conciencias salen limpias de una guerra. No es un acto de justificar a nadie pero todos se apoyan en sus protocolos y actúan con ellos con determinación. El general, puede equivocarse pero el soldado vive de su error. El general contempla su obra como un cargo de conciencia pero, en la mayoría de las veces, lejos del horror que sus órdenes crean. Incluso ese error le permite confeccionar otra estrategia para olvidar su anterior error, la victoria le hace olvidar que los hubo y se le recuerde por su hazaña.

Aunque la metáfora puede estar lejos de muchos protocolos, en la gran mayoría hay generales y soldados. Con la diferencia que el soldado cae siempre el primero.

La responsabilidad

Estar a meced de la autoridad, aunque puede ser una forma de eludir responsabilidades y ceder a los otros ese poder, como individuos no te exime de responsabilidades. Dela misma manera, ejecutar acciones llenas de controversia o poca efectividad, no te libra, como individuo o como autoridad, de lo que llamamos el mal de conciencia. Acostumbrarte a ello se convierte en una dura carga.

Muchas personas seguramente defienden el Protocolo, creen en sus mecanismos, obedecen convencidos e incluso convencido de sus resultados. Cuando escribo este artículo, no es mi idea desprestigiar al que tiene que trabajar con ello o tenga que ejecutarlos o cuestionar hasta qué punto podemos vivir sin ellos. Sin embargo, como astrólogo, no puedo defenderlos, aunque tenga que acatarlos en muchos momentos porque la sociedad no te permite vivir fuera de ellos.

Los protocolos capan al individuo de su esencia, lo transforman en una herramienta del sistema o de una cadena de producción, convirtiendo al individuo en una nula expresión de su esencia, abandonando su lucha, su búsqueda y haciéndole olvidar que puede llegar a ser otra persona.

Quizás observáis en mis artículos un gran pesimismo y negatividad donde otros veén esperanza, pero no puedo ser más realista. Quizás es mi esencia y no puedo dejar de dar una opinión sobre algo que me preocupa enormemente, el individuo.

Para algunos, supongo que ya os habéis dado cuenta de que no hablamos de algo nuevo. La realidad es que el humano renuncia a su esencia en beneficio de un sistema que cada día busca la manera de sustituirlo y que cada día le está robando su espacio de una forma consentida. Porque encima, somos fácil de engañar o manipular y nuestro mejor campo de batalla se ha convertido en el sofá de nuestras casas. Pero tranquilos, los que iban a las guerras también iban engañados o manipulados.

Nuestro poder lo cedemos sin ninguna responsabilidad y abandonamos nuestra esencia con la misma facilidad que tiramos de la cisterna. Aunque suene muy crudo os aseguro de lo que hablo no se trata de hacer revoluciones, se trata de ser integro.

La manifestación del ego

El ego aparece mucho para defender un protocolo que a veces es indefendible o por que la torpeza de quien lo ejecuta no tiene más visión que la que le han dado y necesita apoyarse en algo para justificar su incompetencia. Cuando se manifiesta el ego, el peligro y el riesgo a que se desencadene acontecimientos que pueden crear un mar de despropósitos y arrastrando a una situación que se puede convertir en un problema real para ajenos.

Hoy en día estamos viviendo una situación donde los protocolos se han apoderado de nuestras calles y de nuestras instituciones públicas, afectando nuestras vidas y nuestra convivencia a tal punto que se ha convertido en un acto de fe del individuo hacia quien los manda. Una autoridad que no acepta el debate por un supuesto bien común, por miedo a la irresponsabilidad de los que dudan de sus buenas intenciones o por despertad el interés de los que descansa de su placida complacencia.

No alimentemos fantasmas. Quizás mi error es desconfiar del individuo y no tener fe en la estructura social o de quien la aguanta pero, para terminar, os diría que, como individuos desde vuestra perspectiva, os pido integridad, ser íntegros y ser dignos con vuestra autoridad porque nos os puedo pedir como astrólogo que despertéis al “ser”, dado que es algo que no entiende de protocolos ni de autoridad.

Discutir si el protocolo tiene razón de ser en este momento es como ponerte clavos en las sandalias. Es un peligroso debate pero no nos damos cuenta hasta donde llegamos a ceder nuestras libertades por un supuesto bien común. Quizás el problema es que ya no sabemos distinguir ni lo que es ser libre y eso nos hace ser más prisioneros de nuestra realidad, aceptando hasta cualquier estúpido dictamen para que no nos haga salir de una realidad incómoda. El día pasa y todo sigue igual. Quizás el aburrimiento se ha convertido en parte de nuestras vidas, el sofá nos podría añorar y la calle da miedo.