El juego como herramienta terapéutica

Ana Belén Mora
9 Ene 2022 lectura de 3 minutos
El juego como herramienta terapéutica

Cuando llevamos a cabo un plan de intervención de cara al mundo exterior, la percepción puede ser que “simplemente estamos jugando” y así lo exponen las personas que lo ven desde su perspectiva. No obstante, uno de sus fundamentos se basa en la ciencia de la neuroplasticidad.

¿Qué es la Neuroplasticidad?

La neuroplasticidad es un proceso que representa la capacidad del sistema nervioso de cambiar su reactividad como resultado de activaciones sucesivas. Tal reactividad permite que el tejido nervioso pueda experimentar cambios adaptativos o reorganizacionales en un estado fisiológico con o sin alteración.

Así como decía José Ortega y Gasset:

La vida es un gerundio y no un participio; no estamos hechos del todo, sino que nos vamos haciendo.
José Ortega y Gasset

Eso es, nos vamos haciendo poco a poco gracias a fenómenos como la plasticidad cerebral. Gracias nuevas experiencias, aprendizajes y hábitos diarios.

Los profesionales de la salud debemos conocer el sustrato neurofisiológico y neuroquímico de los fenómenos plásticos cerebrales, ya que es una herramienta de incontable valor para respaldar un plan de tratamiento.

¿Para qué jugamos?

La terapia ocupacional emplea el juego como herramienta terapéutica por ser la ocupación más significativa de la infancia y el eje de su desarrollo motor, cognitivo, emocional y social. Los niños que participan en juegos con asiduidad crecen rápidamente, experimentan un mayor rendimiento en la escuela y desarrollan hábitos saludables para la vida adulta.

El trabajo del terapeuta ocupacional se caracteriza por acompañar al niño en la adquisición de la máxima autonomía en cada una de las áreas de ocupación, esto le va a permitir asentar su identidad personal y una participación social plena.

Jugando, aprendemos porque obtenemos nuevas experiencias, porque es una oportunidad para aplicar sus conocimientos, resolver problemas y crear nuevos aprendizajes.

Según May, las experiencias novedosas, entrada aferente modificada (inputs sensorial alterados) debido a cambios ambientales y el aprendizaje de nuevas habilidades, se reconocen como moduladores de la función cerebral y de los circuitos neuroanatómicos subyacentes.

El Doctor Greenough ya mencionaba que Independiente de la experiencia se da el desarrollo genético de las personas. Expectante de la experiencia se encuentran las estructuras y funciones neuronales listas durante periodos críticos. Dependiente de la experiencia es el enriquecimiento ambiental. Es más, la experiencia puede influir sobre el cerebro en desarrollo y el cerebro maduro.

Para garantizar que estas experiencias sean beneficiosas para la neuroplasticidad se pretende incorporar en las actividades elementos de control sobre la actividad, novedad, desafío, entorno lúdico y un contexto similar a la vida cotidiana.

Las experiencias sensoriomotoras enriquecidas mejoran la habilidad del cerebro de procesar la información y ofrece una base para el aprendizaje. Oportunidades sensoriales, motoras y de resolución de problemas fueron concurrentes para mejoras en la conducta y el aprendizaje, apoyando así cómo la actividad sensoriomotora provee una base para el aprendizaje.

De acuerdo con la literatura sobre el juego encontramos que los niños necesitan:

  • Periodos largos y sin interrupciones de juego.
  • Suficiente variedad de oportunidades para el juego sensoriomotor, para la ideación y juego social/emocional.
  • Espacio seguro para no correr riesgos.
  • Oportunidades nuevas e interesantes para moverse, manipular, construir y crear.
  • Juego caótico y físico.