Activismo eco microbiótico

Luis Enrique Arrospide
20 Jul 2023 lectura de 5 minutos
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como el completo estado de bienestar físico, mental y espiritual del ser humano, y no solo la ausencia de enfermedad. Esta definición entró en vigor el 7 de abril de 1948. Aunque la definición no ha sido modificada hasta hoy, continua sin aplicarse del todo, puesto que para los sistemas de medicina convencional solo interesa eliminar o muchas veces ocultar la enfermedad con medicamentos «de por vida» como los analgésicos o los protectores gástricos que destruyen la microbiota intestinal.

Por otro lado, como consecuencia del consumo excesivo de recursos naturales como el petróleo y la superproducción de residuos plásticos y tóxicos, el término «cambio climático» se ha convertido en trending topic en nuestro días. Esta es la razón por la que muchas personas han conocido una de las áreas de la ciencia que los biólogos estudian desde hace décadas: La Ecología. 

Si juntamos la salud humana con la ecología, el resultado es: La ecología microbiana.

¿Sabías que la ecología microbiana se conoce desde los inicios de la civilización?

Cuando los primeros agricultores empezaron a observar que podían conservar sus alimentos como la leche transformándola en queso, la col en chucrut y los encurtidos de verduras consiguieron eliminar las hambrunas entre cosechas. Más adelante descubrieron que era posible preparar bebidas nutritivas como la cerveza y el vino, y lograron mantener a raya las enfermedades transmitidas por el agua contaminada.

Aunque hubo que esperar hasta 1677 cuando Anton Van Leeuwenhoek construye el primer microscopio y descubre que existen los microorganismos, para comprender que todos estos cambios en los alimentos se debían a la presencia de esos microorganismos útiles.

Desde entonces, la ecología microbiana es la ciencia que estudia específicamente las relaciones entre los microorganismos y el medio que les rodea. El conocimiento del gran papel de los microorganismos en los ecosistemas particulares y, sobre todo, de las funciones clave que desempeñan, ha hecho que el desarrollo de la ecología microbiana haya sido muy acelerado y que se haya convertido en una de las ciencias fundamentales para la comprensión del funcionamiento de la naturaleza.

Microbiota: Ecología Intestinal

Si concebimos nuestro cuerpo como un ecosistema en equilibrio con los billones de microorganismos que conviven con nosotros en casi todos los lugares de nuestro cuerpo, nos aproximaremos a comprender mejor que esta relación es mucho más que una simple convivencia, es conveniencia. ¡Vaya me resultó un juego de palabras sin pretenderlo!

Veamos que es eso de conveniencia. La microbiota está en todo el sistema digestivo desde la boca pasando por el estomago, el intestino delgado hasta el intestino grueso. Pero no solo existe en el sistema digestivo, también la tenemos en la piel, los órganos genitales, las mucosas, y hasta en los pulmones. 

De momento vamos a centrarnos en el ecosistema microbiano del intestino que incluye especies nativas que colonizan permanentemente el tracto gastrointestinal y una serie variable de microorganismos vivos que transitan temporalmente por el tubo digestivo

Estos microorganismos tiene como función principal prevenir la invasión por otros microorganismos patógenos «si estoy yo, tu te vas»,  ayudar a digerir los alimentos «te ayudo con mis enzimas», producir vitaminas B y K que el organismo humano no es capaz de sintetizar y, finalmente, estimular y modular al sistema inmune, a cambio les debemos proporcionar un ecosistema amigable y protegido. En resumen, formamos junto con estos seres vivos un ecosistema de mutua conveniencia.

¡Salvemos la microbiota!

La frase anterior bien podría ser una pancarta en alguna manifestación pública de activistas en favor de la salud ¿no te parece?

Pues bien que podemos hacer para cuidar de nuestra microbiota, aquí algunos consejos: mantener una dieta balanceada de proteínas, carbohidratos y grasas, evitar el consumo excesivo de alcohol y vigilar el consumo de farmaquimicos como los «protectores gástricos» que destruyen la microbiota sin compasión. 

No dejes de prestar atención a las dietas de adelgazamiento, altas en proteínas y bajas en carbohidratos, puestas de moda en los últimos años y que siguen muchas personas aconsejadas por influencers, el exceso de proteínas puede generar metabólicos asociados al cáncer, también el ayuno prolongado o cambios en las rutinas de nuestras comidas (comer varias veces al día) afectan a nuestra microbiota y, consecuentemente, a nuestra salud.

Si se te hincha el abdomen cada vez que comes, padeces estreñimiento crónico, diarreas intermitentes, acidez o reflujo es posible que tengas una disbiosis intestinal (alteración de la microbiota normal), no pierdas tiempo con «probióticos de supermercado o de estantería»  prueba a consultar a un especialista actualizado, la microbioterapia con suplementos probióticos de precisión puede corregir de manera efectiva molestias digestivas y problemas crónicos.

Me permitiré terminar este articulo citando este párrafo publicado en el Journal de Nutrición Hospitalaria «… coincidamos con la frase escrita en 1850 por el antropólogo alemán Ludwig Feuerbach en su obra Enseñanza de la alimentación, "somos lo que comemos", más de un siglo y medio después los avances científicos nos hacen afirmar que también "somos las bacterias que conviven con nosotros».