Posiblemente este sea mi último artículo y, con estas mis conclusiones, deje de calentarme la cabeza por algo que sinceramente creo firmemente no tiene solución. Luchar contra un sistema minuciosamente programado e implantado, del cual solo somos marionetas, en mi opinión es un enorme error.
La OMS define la salud como «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.». La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. La definición no ha sido modificada desde 1948.
La autoestima es la reputación, la estima, o el valor que nos damos a nosotros mismos. Es la percepción evaluativa de nosotros mismos, que se basa en el conjunto de pensamientos, sensaciones, sentimientos, creados a lo largo de la vida, fruto de las experiencias que hemos ido viviendo.
La autoestima no es un factor fijo, sino que puede ir variando en los diferentes momentos vitales, y también suele diferir, en una misma persona, según las diferentes competencias o áreas en las que sea evaluada. Así, por ejemplo, una persona puede tener una autoestima muy elevada cuando considera su estatus laboral, pero en cambio la puede tener más disminuida cuando considera su área personal.
Anualmente millones de seres humanos mueren por causas ajenas a el mismo, las grandes corporaciones en todos los ámbitos deciden nuestro futuro y nuestras vidas. Las guerras, los desastres naturales, accidentes, y como no, enfermedades que nos proporcionan una muerte lenta y en ocasiones muy dolorosas y costosas.
En relación con las enfermedades, la población debería ser informada, que la falta de vitamina D constituye una auténtica pandemia, que afecta a más del 50% de los ciudadanos.
La ciencia médica no es una ciencia exacta y, por esta razón, puede ocurrir un error de diagnóstico que no debiera considerarse generador de responsabilidad. Lo que sí genera responsabilidad y, por tanto, posibles reclamaciones de los pacientes, es cuando ese error de diagnóstico se ha producido por la no realización de las pruebas diagnósticas que, según los síntomas presentados por el paciente, hubieran sido las oportunas.
Por consiguiente, ese error en el diagnóstico puede provocar un agravamiento de la enfermedad por no haberse realizado el tratamiento más adecuado o por haber elegido uno contraindicado. Lógicamente todo esto podría ser motivo de reclamación.
Pero otro de los factores importantes de un error de diagnostico es el desconocimiento y la apatía de ciertos profesionales, que sin conocer el origen de la sintomatología del paciente, pasa directamente a recetar un medicamento sin tener en cuenta el factor riesgo.