Algunos medios se han volcado en la información “no fiable” de lo que podría representar “teóricamente” un eminente peligro para la población mundial. Y la verdad es que nadie sabe realmente qué está pasando y de donde ha aparecido el famoso coronavirus.
Nadie se pone de acuerdo, ni siquiera se conoce el período de incubación de la infección causada por el COVID-19. Oficialmente consideran un período de incubación de 14 días, pero un experto en salud británico considera que podrían ser 24 días, y los expertos en guerra biológica de Corea del Norte consideran que podrían ser 30 días.
Lo cierto es que, este problema no se originó en un caldo de murciélago infectado, y que existe una verdad oculta sobre esta pandemia del Coronavirus.
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Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Dicen pero con el problema de la depresión, no deja de tropezar continuamente desde hace mucho tiempo. Y cada vez se hace más daño...
La idea de este artículo me vino analizando la evolución de los informes publicados desde el año 2006 por distintos organismos relacionados con la salud mental que vengo coleccionando en el apartado de notas de mi página web. Este artículo, por consiguiente, está basado en evidencias empíricas y científicas, así como en dichos informes públicos y oficiales acumulados. Y resulta curioso observar el desgraciado fenómeno de que, a pesar de que cada vez se dispone de más información, ese caudal de conocimiento se convierte en desinformación general. Una desinformación que acarrea un inmenso sufrimiento humano - que en buena parte podría ser evitable-, y un coste sociosanitario enorme - también en buena parte evitable-, si se tomaran las medidas adecuadas. Y muy especialmente en la depresión.
El agua natural viva es un agua que se mueve, que fluye y se arremolina constantemente. Esta es la base de un agua saludable. La extrema fuerza centrífuga de los vórtices centrípetos presentes en toda la naturaleza (y desde hace algunos años también en algunos sistemas de vitalización de agua) elimina las estructuras no armónicas del agua. Las estructuras no armónicas se disuelven y la estructura del agua se renueva por completo. Ya he escrito varios artículos sobre esta importante función del vórtice, que están publicados en otro lugar. Esta no es la cuestión que se va a tratar hoy.
Obviamente existen otros factores más que influyen en la calidad del agua. Estos otros factores se activan realmente solo después de un intenso remolineado y la eliminación de las frecuencias contaminantes. En la naturaleza, el agua también se reestructura y realinea de esta manera.
La persona que padece el síndrome del impostor es aquella que piensa que no es válida y que no se merece el éxito que tiene bien se a nivel profesional o social, causándole un considerable sufrimiento ya que está convencido de que está ocupando una posición para la que no está capacitada o no es digna.
Tenemos que tener clara la diferencia entre un impostor y el síndrome del impostor. Un impostor es aquella persona que de manera consciente aparenta ser alguien que no es para tener determinados beneficios como, por ejemplo, afirmar que se tiene determinada titulación académica o experiencia profesional para conseguir un puesto de trabajo o aparentar que se tiene determinado estatus social para gozar de determinados privilegios como ser socio de un club selecto. Es decir, la persona impostora sabe perfectamente que no está fingiendo y usa la mentira como un medio para un fin propio.
Por el contrario, la persona que padece el síndrome de impostor es aquella que no confía en sus propias capacidades, con una baja autoestima que la lleva a un profundo malestar emocional ya que, aunque está suficientemente preparada y capacitada, siente que nunca lo estará lo suficiente y se ve a sí misma como una gran mentira. Es una víctima de su falta de confianza en sí misma y de su falta de merecimiento y vive angustiada pensando que alguien la va a poner en evidencia y va a descubrir que en realidad no se merece todos los logros que ha conseguido en su vida.
La persona que padece el síndrome del impostor tiene una visión distorsionada de sí misma y de sus capacidades propia de una baja autoestima.
Una de las características del síndrome del impostor es el miedo constante de la persona que lo sufre de que los demás descubran que es un fraude y la pongan en evidencia pues están convencidas de que no se merecen los éxitos que han alcanzado; por ello, tienden a restar importancia a sus logros y se muestran incómodas ante los elogios que reciben.