Estudios recientes de La Universidad de Ginebra, demuestran que los abusos tienen repercusiones psíquicas en las víctimas, y hoy demuestran que también dejan un rastro biológico en el ADN. Un rastro que los investigadores de la Universidad de Ginebra han evidenciado, los Docs. Yvan Elli y Chantal Palattier.
Según este estudio demuestra que los traumas dejan huellas y no solo psicológicas sino también genéticas. Con muestras de sangre de los pacientes, víctimas de situaciones traumáticas, atendidos en el área de psiquiatría, y analizada por los doctores, especialistas en el estudio de la ingeniería genética.
Averiguaron que había una forma de cicatriz en el ADN, de esos eventos traumáticos experimentados por estas personas que han sido abusadas, durante su vida, en circunstancias difíciles, y en la mayoría de los casos en periodos de su infancia. Estas marcas en la superficie o epigenética, del ADN, reflejarían ese estrés tan fuerte sufrido como resultante de un trauma.
Para Carl Gustav Jung, la máscara, es un arquetipo, que utilizamos para adaptarnos socialmente al exterior, a nuestro entorno.
En la antigüedad, en la Grecia clásica, la máscara era la personalidad, o la máscara que se utilizaba para representar el personaje, la personalidad aparente que representamos.
La psicología junguiana lo asocia con los roles que cumplimos para relacionarnos en la sociedad y con nuestro entorno. Sería la forma, como actuamos, como hijos, padres, amantes, trabajadores etc., pero algunas veces somos muy inconscientes, en que estamos representando un papel, frente a una situación o dificultad.
Esto configuraría este rol de personalidad o máscara. Es importante que nos demos cuenta de ello y que integremos esa máscara, una buena integración es saberla usar.
Las toxinas psicológicas son influencias negativas que se acumulan en nuestra mente y emociones, alterando nuestro bienestar general y contribuyendo al desarrollo de estrés, ansiedad, depresión y una variedad de problemas relacionados con la salud mental, tienen su origen en experiencias traumáticas, pensamientos tóxicos, situaciones negativas que dejan huella en nuestra psique y conflictos emocionales no resueltos, las cuales pueden enraizarse en el subconsciente y, si no se abordan, deterioran significativamente nuestra calidad de vida, afectando tanto nuestra capacidad de disfrutar de momentos cotidianos como nuestras interacciones con los demás.
Por otro lado, las toxinas emocionales surgen a partir de pensamientos negativos recurrentes, emociones que no se han procesado de manera adecuada, traumas que permanecen sin resolver y relaciones interpersonales marcadas por la toxicidad, estas toxinas también se ven alimentadas por el estrés crónico, la baja autoestima y hábitos mentales dañinos que perpetúan un ciclo de autocrítica y angustia, sus efectos no solo se manifiestan en el ámbito psicológico sino que también impactan físicamente, desencadenando enfermedades crónicas, alteraciones digestivas, dolores musculares y otros síntomas que se entrelazan con el bienestar emocional.
Es esencial tomar conciencia de estos factores y comenzar a gestionarlos con herramientas que promuevan el autocuidado y el equilibrio emocional, identificar estas toxinas implica reconocer patrones de pensamiento perjudiciales, buscar soluciones para resolver conflictos internos y generar dinámicas emocionales saludables, solo así es posible cultivar una mente y un cuerpo en armonía, permitiendo que el bienestar sea una constante en la vida de las personas.
La fibromialgia sigue siendo una de las enfermedades más incomprendidas, no solo por la medicina, sino también por la sociedad en general. Quienes la padecen suelen enfrentarse a diagnósticos tardíos, dudas sobre la legitimidad de su dolor e incluso la sensación de que su malestar no es completamente reconocido. Pero la fibromialgia no es una cuestión de imaginación ni de exageración: su origen está profundamente ligado al funcionamiento del sistema nervioso central, que juega un papel clave en cómo el cuerpo percibe el dolor.
Sin embargo, para entender la fibromialgia en toda su dimensión, es necesario mirar más allá de los síntomas físicos y observar la conexión entre el cuerpo, la mente y la historia de vida de cada paciente. En este artículo exploraremos cómo el dolor crónico se relaciona con el sistema nervioso y cómo experiencias emocionales, estrés y otros factores pueden influir en su desarrollo.