Cada vez, más a menudo me llegan al oído (y cada vez más también a la consulta), casos de lactantes con reflujo gastroesofágico.
A la vista de lo que parece ser un verdadero "fenómeno emergente", son tantas las soluciones que los padres me dicen que adopte, que a menudo pueden resultar más perjudiciales que provechosas, como es el uso de fármacos, la suspensión de "la lactancia materna" o al menos un destete precoz.
La realidad me muestra claramente cómo a menudo los padres, de forma comprensible, se encuentran muy perdidos en relación con la alimentación, frente a un bebé que a menudo vomita y que llora y que se encuentren con la confusión de prácticas pediátricas del todo discutibles, como la rapidez de un diagnóstico de "reflujo gastroesofágico" y como consecuencia con la prescripción de jarabes no del todo inofensivos.
Empecemos entonces a aclarar algunos puntos, viendo antes cómo se manifiesta y se define el reflujo gastroesofágico y luego esbozaré, de una manera adecuada, la forma de abordar la cuestión.
El reflujo gastroesofágico, es el ascenso en el esófago del material ácido del estómago y se manifiesta por la regurgitación frecuente de saliva, leche y la mucosidad de la boca. A nivel mecánico es debido al hecho de que la válvula que separa el esófago del estómago aún no tiene un completo funcionamiento (hecho completamente fisiológico en los bebés). El bebé regurgita cuando ha chupado la leche, está inquieto, llora.
La North American Society for Pediatric Gastroenterology and Nutrition que tiene publicadas las guías para la valoración y el tratamiento del reflujo gastroesofágico en lactantes y en los niños, ha diferenciado:
En particular la pérdida de peso es el factor discriminante entre reflujo y enfermedad por reflujo (por pérdida de peso no se entiende ni la desaceleración o el estancamiento del crecimiento, que en los bebés amamantados con el pecho, puede ser del todo normal y frecuente).
Yo pienso que ambas condiciones tienen un origen psicosomático, pero me gustaría centrarme sobre la primera condición, la más común.
Siempre siguiendo las líneas marcadas por las guías internacionales (lamentablemente ignoradas por muchos pediatras), frente a un niño que vomita a menudo, si no hay pérdida de peso, esto es lo que hay que hacer (o mejor ¡qué no hacer!).
No hay ningún motivo para prescribir un examen ecográfico, ya que se corre el riesgo de incurrir en muchos falsos positivos, por cuanto que la mayor parte de los bebés en los primeros meses de vida tienen la válvula del esófago no del todo formada. Así que lo que hay que entender es lo que hace que algunos vomiten y otros no.
Esto es lo que dicen las líneas guías internacionales.
¿Por qué no decir entonces "Señora, su hijo regurgita", un hecho conocido desde la antigüedad, en vez de decir, "Señora, su hijo tiene el reflujo gastroesofágico", que truena como una sentencia a una enfermedad? Y sabemos cómo son las madres, sobre todo con el primer hijo, vulnerables a tales posibilidades.
La realidad es que las madres se enfrentan a menudo a un diagnóstico, al uso de jarabes (como el mallox) y a sugerencias como alargar el espacio entre una toma y otra, el uso del chupete o peor aun la suspensión de la lactancia materna a favor de aquella artificial. Muchas madres terminan por creer que su leche no está siendo bien digerida por el bebé.
¡Lejos de ello! ¡El reflujo no tiene nada que ver con la digestión...y mucho menos con una no digestibilidad de la leche humana!
Ahora llegamos a entender mejor por qué algunos bebés vomitan frecuentemente, porque ironía a parte, el hecho es que estos niños, a parte el vomitar, presentan una fuerte inquietud, no duermen bien y lloran a menudo.
Mientras tanto, podemos decir que la acidez de estómago aumenta si aumenta el estrés y el estrés del bebé está asociado a aquel de la madre o al tener que esperar demasiado tiempo antes de ser amamantado o que esté demasiado tiempo lejos de su madre.
Como he dicho en más de una ocasión, los bebés hablan a través del cuerpo. En particular el periodo neonatal es aquel más sensible a este tipo de lenguaje. Si hay tensión, si la madre está cansada, nerviosa, sin estar lo suficientemente apoyada, el niño sufre de inmediato con cólicos, inquietud y llanto. Este último, el llanto, en particular, expresa todo el malestar presente, pero también el pasado. A través del llanto el niño puede expresar, traumas emocionales relacionados con el parto o la gravidez.
Es importante que la madre esté bien dispuesta a acoger el llanto del niño, obviamente no dejando llorar el niño solo o pensar que el llanto es normal, más bien teniendo el bebé entre los brazos dulcemente y pensando, mejor, notando que él está expresando su propio dolor.
Creo que cada madre haga o por lo menos quiera siempre lo mejor para su hijo, pero en nuestra sociedad pasa a menudo que las madres estén solas o no lo suficientemente apoyadas.
A menudo el reflujo se presenta en un niño que ha tenido un parto traumático, en estos casos es muy eficaz una sesión con un osteópata neonatal (por parto traumático no necesariamente significa medicalizado, es suficiente que la etapa de expulsión haya sido larga).
Pensando que el reflujo es inexistente en las sociedades tradicionales donde las madres están en estrecho contacto corporal con el bebé y lo amamantan con frecuencia (leer la maravillosa guía sobre la lactancia materna de Carlos Gonzales).
El reflujo se asocia aquí en nuestra sociedad en la mayor parte de los casos a un modo errado de amamantar.
A causa del poco apoyo social, muchas madres llegan a amamantar y nunca han asistido a un modo fisiológico de amamantar. A esto, se suma un contexto cultural, donde la cercanía corpórea y la plena dedicación al niño son vistos como unos "vicios" y "malas costumbres, que hay que perder", donde las madres están empujadas (o obligadas por el hecho de estar solas) después del parto a reanudar muy temprano las actividades de antes, a salir, a pensar en la casa... Pero no es así como funcionan las cosas y nuestros pequeños los saben muy bien.
Muchas madres me dicen que amamantan a demanda, pero en realidad a menudo observo que no es así. Si el niño ha amamantado desde hace poco y se queja, vienen buscadas alternativas, como distracciones o columpios, yo digo que en cambio tendríamos otra vez que ofrecerle el pecho. En cambio se deja menudo pasar el tiempo y cuando a continuación le damos el pecho, el niño lo rechaza y nosotros nos convencemos aun mas que no es el pecho lo que quiere, en un círculo vicioso que se auto refuerza.
Los bebés terminan a menudo con el rechazar el pecho o con el lamentarse en el engancharse a él si han tenido que esperar para tenerlo.
El cuidado del niño requiere la nuestra total dedicación, sobre todo los primeros tiempos, es por esto por ejemplo el utilizo de la banda portabebés, permite también a las madres ocupadas de hoy de poder estar con su propio hijo mientras hacen alguna pequeña tarea en casa.
Y aquí lo que puede ser útil:
Y no debemos olvidar nunca que cada madre tiene todo lo que puede necesitar su niño y solo ella sabe cómo hacerle sentir bien!