La vitamina D es una prohormona soluble en grasa que nuestro cuerpo la convierte en hormona, así que actualmente se la considera una hormona.
Su principal función biológica es la de mantener los niveles normales sanguíneos de calcio, fósforo, magnesio, lo que se consigue aumentando la absorción de estos minerales de los alimentos y reduciendo la pérdida de calcio en la orina.
Pero también hemos de tener en cuenta que cuando estamos en un estado de hipocalcemia, la vitamina D al ser una hormona hipercalcemiante, roba el calcio de nuestros huesos para enviarlo al torrente sanguíneo.
Por eso es importante que en las analíticas de control que nos hagan incluyan los niveles de vitamina D así como de calcio y la hormona paratiroidea que también está relacionada en este ciclo.
Existen dos clases de vitamina D:
Otra fuente de vitamina D es el sol. Éste transforma la 7 dehidrocolesterol de la piel en colecalciferol, D3.
Hemos de recordar, que el consumo elevado o excesivo de cualquier mineral, vitamina o complemento, puede ocasionarnos el efecto contrario al que queremos. Así una concentración elevada de vitamina D podría aumentar las concentraciones de calcio, produciendo:
El consumo más alto de vitamina D sin peligro que se ha establecido para adultos y niños de más de 8 años, es de 100 mcg (4000 ui) diarias.
Al ser una vitamina liposoluble, para poder sintetizarla correctamente, necesitamos una correcta digestión de las grasas, así en cuadros de esteatorrea, podríamos tener una carencia de esta vitamina, así como de las restantes vitaminas liposolubles (Vit K, Vit E, Vit A). El exceso de vitamina D se excreta por la bilis.
Existen receptores en todo nuestro sistema nervioso central y en el hipocampo.
El Dr. Robert J Przybylski de la facultad de medicina y salud pública de la Universidad de Wisconsin, explica que la vitamina D activa y desactiva enzimas en nuestro cerebro y en el líquido cefalorraquídeo. Estas enzimas intervienen en la síntesis de neurotransmisores y en el crecimiento de los nervios.
Se hizo un estudio dirigido por científicos de la Universidad de Manchester siendo publicado en el año 2009. Se examinaron los valores de vitamina D y el rendimiento cognitivo en más de 3100 hombres entre los 40 y 79 años en ocho países europeos. Se observó que los que tenían los niveles más bajos de vitamina D mostraron una menor velocidad de procesamiento de información.
A pesar que se ha demostrado que existe una relación entre los bajos valores de vitamina D con el deterioro de las facultades cognitivas, aún no se ha podido demostrar si con niveles óptimos se podría reducir ésta pérdida cognitiva, o si la administración de la misma a personas carentes sea suficiente para la recuperación de algunas de estas funciones cerebrales de alto nivel.
La concentración de vitamina D que hay dentro de los leucocitos se relaciona con las infecciones. Según la OMS, la carencia de vitamina D se ha relacionado con infecciones respiratorias tales como la neumonía, tuberculosis y bronquitis.
La relación entre la vitamina D y el cáncer, empezó cuando en las investigaciones epidemiológicas vieron que existían índices inferiores de incidencia y de mortalidad de algunos cánceres, en aquellas personas que vivían en zonas donde la exposición a la luz solar eran relativamente altos en comparación con las que vivían en la latitud norte. Debido a la relación entre los rayos ultravioleta de la luz solar con la producción de la vitamina D, se formuló la hipótesis que la variación de las concentraciones de la vitamina D pudiera ser responsable de esta asociación.
Otros estudios de células y de tumores cancerosos en ratones, estableció que la vitamina D tiene varias actividades que podrían hacer más lento o impedir la formación del cáncer, incluso de promover la diferenciación celular, de hacer que disminuya el crecimiento de células cancerosas, de estimular la muerte celular y de reducir la angiogénesis en los tumores.
La vitamina D interactúa con: