En el mundo en el que vivimos un gran número de personas adultas viven o han vivido una depresión clínica. Es un trastorno que podríamos considerar como relativamente frecuente en el mundo moderno, que puede venir determinado por varias causas y conocido. Pero, ¿qué pasa cuando la depresión la presenta un niño o adolescente?
Para saber más, primero debemos definir qué es la depresión infantil.
Se trata de un trastorno del estado de ánimo. Por lo tanto, afecta a la manera en que nos sentimos hacia nosotros mismos y el mundo que nos rodea, durante un período de tiempo prolongado. Asimismo, dependiendo del grado, resulta altamente incapacitante y lleva asociado un gran malestar, al igual que en el caso de los adultos.
Puede aparecer en niños de diferentes edades y en adolescentes manifestando y expresando una sintomatología que dependerá tanto de las características personales del niño como del nivel de desarrollo, entorno social, familiar y escolar, relaciones con los iguales, etc.
Los síntomas más frecuentes en la depresión infantil son los siguientes:
No todos los síntomas que hemos descrito se presentan en todos los niños deprimidos pero si hay un gran número de ellos. Hay que tener en cuenta que hay algunos que se pueden presentar en niños que no estén deprimidos. Lo que debe servirnos como señal de alarma es cuando se presenta un gran número de ellos casi todos los días y, especialmente, cuando se observa un cambio con el estado anterior de manera continuada.
Por otro lado y como gran diferencia con los adultos, la depresión infantil puede ir acompañada de irritabilidad, siendo éste el síntoma preferente. En este sentido, no se trata de que los niños no estén tristes, sino que debido a la falta de recursos emocionales, tienden a expresar su tristeza mediante esta conducta defensiva.
En cuanto a las causas de este trastorno, pueden ser muy variadas y generalmente se da por una combinación de factores que se relacionan con la salud física, historia familiar, situaciones vitales estresantes, entorno social, familiar, predisposición genética, etc. No podemos, por tanto, establecer una relación de causa-efecto y, en cada caso, habrá que ver bien porque se ha desarrollado.
Desde el centro se recomienda, si observas que tu hijo presenta estos síntomas cotidianamente, consulta con un profesional que pueda hacer una valoración. Además, desde casa lo puedes ayudar mostrándole afecto incondicional, facilitando que haga actividades agradables y se relacione con otros niños, proporcionando un ambiente que facilite la expresión emocional y escuchándole.