Niño Interior: conceptos analíticos, parte 1 de 2

11 Dic 2018 lectura de 4 minutos
Niño Interior: conceptos analíticos, parte 1 de 2

Cuando nos referimos a conceptos analíticos, estamos hablando del enfoque infantil que procede del psicoanálisis.

Habida cuenta que la autora que más ha desarrollado estos conceptos al ser la pionera en análisis infantil, fue Melanie Klein, nos sirve perfectamente dicho modelo.

Centraremos nuestra atención en la influencia parental y de las figuras de autoridad y luego complementaremos la exposición con una perspectiva más trascendente, desde el punto de vista de la evolución del Ser.

Al principio de cada vida, los tres o cuatro primeros meses, el bebé todavía está confuso con su medio ambiente, con todo el mundo que le rodea en general. Lo que le sucede a él, es para todos, porque ese “todos” no existe aún.

Es un pensamiento de tipo egocéntrico, sensaciones universales, sin apenas distinción entre el yo y el no yo. De todos modos, existen unos universales que surgen casi desde el primer momento, la necesidad de cuidado y de ser alimentado. La relación principal con ese “todo” confuso, y con él mismo, se basa en esos dos patrones o percepciones.

Sabemos que las sensaciones que rodean a la satisfacción o insatisfacción en esa etapa son radicales. Si el niño está bien cuidado, hay un “todo” fantástico externo e interno, y si no lo está o hay dificultades en la alimentación, lo que sucede es terrorífico, pensando el bebé que puede morir de inanición apenas empieza su sensación de hambre y sobre todo si no hay éxito en su nutrición.

Si siente rabia progresivamente al complicarse la alimentación o en la forma en que es cuidado, aún en su confusión, piensa además en hacer daño a ese confuso mundo que no le atiende.

Como la ley del talión está impresa en el inconsciente, la consecuencia es creer que desde “fuera” o desde él mismo, va a recibir la lógica respuesta agresiva. Si el amor impera, mitiga ese tipo de sensaciones, y no hay una perspectiva tan persecutoria. La misma autora insiste en que el único recurso que tenemos es atender con amor al bebé.

Juega también un papel la exigencia o dificultades que presente el propio bebé, pero desde la creación de la imagen de la personita que acaba de nacer, la falta de competencia o amor, causa una sensación de ser atacado que puede perdurar a lo largo de la vida.

Posteriormente, hasta el año de edad, el mundo es bien distinguido y nacen sentimiento de alegría compartido o de pena. La alegría sigue emanando del cuidado amoroso y de las propias características constructivas del niño, y la pena se produce por los mismos motivos que antes hemos expuesto, con un mecanismo ahora más consciente.

Ahora el niño identifica claramente el objeto externo, y lo introyecta, lo pone, dentro de él mismo, con los atributos que se corresponden a los primeros mese de vida, es decir, como cuidador o perseguidor, y progresivamente, con los de la segunda etapa, es decir, un objeto seguro y alegre, o un objeto inseguro que ocasiona penar.

La pena proviene del daño que se hace a ese objeto (principalmente madre o en su representación simbólica, el pecho) si no satisface las expectativas del niño o bien no ha habido competencia amorosa de parte del adulto. El niño se enoja, se siente abandonado y actúa inconscientemente arremetiendo contra el objeto adulto que no cuida. Así que se conjugan ambas cosas.


 Nota: Consulta la segunda parte de este artículo.