Niño Interior: conceptos analíticos, parte 2 de 2
En mi anterior artículo hablé de los primeros meses de la vida del niño, y aquí continuo desde el primer año de edad:
Esta etapa, más depresiva o alegre, culmina cuando el niño empieza el control de esfínteres, y por lo tanto toma conciencia de la suciedad, y aparecen las primeras normas sobre estar limpio.
De nuevo, la forma más o menos amorosa que tengan los padres de presentar esos hábitos de higiene y contención, influyen, pero aquí aparece por primera vez, o bien , mucho más claramente, el nacimiento de lo que llamamos, el superyó.
El nacimiento del "superyó"
El superyó contendrá, desde ese momento, el conjunto de normas sobre lo que no hay que hacer (conciencia del yo) y sobre lo que hay que hacer (ideal del yo), para ser bueno.
Es quien nos dice si somos buenos o malos.
Y esa instancia representa la voz de los padres o figura primarias de por vida.
Es importante poder detectar las normas, las creencias y a elaborar otras complementarias o que suavicen las que aprendimos de pequeño.
Normas excesivas, normas muy duras, generan cuadros de autoexigencia tremendos, o de perfeccionismo, que causan de nuevo esas dos impresiones que hemos hablado, pena y persecución, dentro del mismo sujeto.
Edipo y Electra
Finalmente, entre los 5 y los 7 años, el niño elige al padre del sexo contrario, como el preferido, y busca su máxima atención. Como el inconsciente es muy cruel, es radical, y no entiende de medidas, piensa en eliminar directamente al otro progenitor.
Este conflicto, llamado Edipo en el caso de niños y Electra en caso de niñas, suele resolverse con la comprensión de la imposibilidad de algo así, y la identificación con las cualidades del padre del mismo sexo, pues estas son las que atrajeron a la madre o padre deseados.
Si no es así, este conflicto y competencia se extenderá a lo largo de la vida, y las emociones quedarán perturbadas.
Por lo tanto, hemos de detectar los sentimientos acerca de nuestros padres o figuras primarias de autoridad, para, al menos interiormente, acercarnos amorosamente y, a pesar de su incompetencia, si fue el caso, extenderles de nuevo la mano con amor.
Igualmente puede ser motivo de sugestión este tipo de acercamiento interior, que nuestro niño les ofrezca de nuevo el perdón y el amor.
Un plan de trabajo en cada vida
En cuanto al aspecto más trascendente, nosotros creemos que este juego del desarrollo de la personalidad, obedece a un plan de trabajo personal en cada vida.
No creemos que se paguen karmas, pero sí que se elige un medio, un lugar, un escenario, y sus actores, en este caso los padres como primeras figuras, para observar cómo reaccionamos y hacer los cambios a lo largo de la vida, pero cambios en nosotros mismos, donde tenemos situado nuestro reino, donde decidimos cómo estamos y qué sentimos.
De este modo, además de entender el comportamiento de los mayores cuando éramos niños y su repercusión en el niño interior, también hemos de hacer ese ejercicio personal, muy trascendente, de evaluación sobre nuestra exigencia, rabia, y en general, las reacciones que tuvimos y hoy en día permanecen ante la conducta quizás incorrecta o exenta de amor de los adultos.
Esa parte también la hemos de cambiar, porque forma parte de la misión de nuestra vida, y precisamente ellos hicieron ese papel para movernos en nuestra evolución.