¿Por qué es necesario proteger nuestra casa?

Marien Carrión Codoñer
6 Nov 2020 lectura de 4 minutos
¿Por qué es necesario proteger nuestra casa?

La sensación física que tenemos cuando estamos en nuestra casa, es la de creer que estamos totalmente protegidos y aislados del mundo exterior. Pero la estructura material de la vivienda no nos exime de estar expuestos al ecosistema que envuelve el lugar donde está construida.

No debemos olvidar que estamos en constante interacción con el medio y con todo aquello que nos rodea, por lo que la información que subyace en la "memoria del lugar", determina nuestra calidad de vida, tanto física, mental como emocional, por mucho que ignoremos que existe o que no la percibamos de forma tangible.

Hemos de tener en cuenta que la historia de España es amplia y, al igual que un pastel de mil hojas, se acumulan los registros que van sucediendo: batallas, nacimientos, actividades mercantiles, escuelas, situaciones de abuso, maltrato, antiguos edificios construidos en el lugar donde ahora vivo, como pueden ser palacios, zulos, conventos, etc. Por ello, sería conveniente diluir toda esa capa de información atemporal que absorben los cimientos de nuestra vivienda y que pululan a nuestro alrededor, condicionándonos en nuestro hacer o sentir, sin que seamos consciente de ello.

Paralelamente a ello, hoy en día, es prioritario tener en cuenta, ¿de qué estoy llenando mi casa? La tensión acumulada en base a las circunstancias externas que estamos viviendo en la actualidad. El miedo que nos acosa y algunas veces, no se sabe dominar. La ansiedad, el temor a un estadio de vida que pueda mermar la economía que poseo, etc. Todo ello, hace que este caldo de cultivo, compuesto de pensamientos negativos y de emociones totalmente alteradas o de baja frecuencia, empapelen las paredes de nuestra casa. Por lo que, una vez instalado este ecosistema, nos vamos retroalimentando de él sin darnos cuenta, pues resulta difícil cambiar esos pensamientos instalados, o alcanzar un estado de ánimo óptimo.

A causa de todo esto, considero imprescindible, en estos tiempos que corren, protegernos de esta continua interacción con la que estamos empapándonos. Para ello, el requisito primordial es poner atención en cómo me voy sintiendo en cada una de las zonas o habitaciones que integran mi hogar. Comenzar a sensibilizarnos ante cualquier espacio habitado, porque si no hacemos caso a la respuesta que mi cuerpo emite en un sitio u otro, jamás podremos saber qué es lo que necesitamos, viviremos de forma mecánica, atribuyendo los cambios de ánimo o los dolores que pueda tener a cosas personales mías.

Conforme está la situación actual de alterada, más del 50% de las sensaciones que nos impactan al salir a la calle son de las personas. El eco de cada uno de los pensamientos negativos, la mayor parte, que se emiten constantemente y de forma también inconsciente, o el aroma de los emocionales que impera hoy en día, está repleto totalmente de temor. De manera que cuando vamos a comprar, al trabajo, o si visitamos a alguien, absorbemos todo este maremágnum ambiental, volcándolo en nosotros como si fuera el cesto de la compra al que vamos llenándolo con los diferentes productos que encontramos, llevándonoslo a casa. Y allí, expandimos este aroma putrefacto que nos envuelve. Luego no es raro, que por el camino comencemos a encontrarnos mal, que al rato de estar en casa, sintamos una presión en el pecho o tengamos la cabeza a punto de estallar.

Durante veinte años, he ido verificando cada uno de estos procesos comentados atrás en mi experiencia como terapeuta del hábitat, por lo que considero prioritario en estos momentos transformar la composición energético ambiental de nuestra vivienda, del espacio de ámbito laboral donde me encuentro o de la empresa que gestiono.

Lograr espacios vitales donde podamos regenerarnos por dentro y revitalizarnos por fuera nos permitirá mejorar nuestra calidad de vida, lo que comportará unas relaciones de pareja, familiares o de empleados más armónicas y fructíferas. Existen varias posibilidades para ello: adquirir una formación en el que tu estado de apertura interna te permita a manejar las capacidades que todos poseemos dentro de un campo más sutil, o contratar un profesional dentro del ámbito terapéutico-ambiental. Eso lo dejo a la elección de cada persona, conforme resuene en su interior y lo exigente que sea a la hora de sentirse protegido a nivel energético-ambiental o de salud personal.