Un balance personal

Blanca Sánchez Pérez
5 Ene 2021 lectura de 4 minutos
Un balance personal

Se acabó el año y es inevitable hacer un balance personal. O al menos es recomendable. Obligatorio si me apuran desde el punto de vista mental, espiritual o emocional.

Se supone que estos días se prestan mucho más que otros del año para hacer este tipo de reflexiones, aunque tiempo hemos tenido de sobra y mucho me temo que algunas cavilaciones sustanciales han brillado por su ausencia. No obstante, algo en mi interior se niega a empezar esta nueva era con negatividad, aunque otros puedan llamarlo realismo. Apenas he saboreado unos días de este reciente y centelleante 2021 y creo que ya he empezado fuerte, pero me parece ineludible cuando de nuestro comportamiento se trata. Imperativo casi.

Así que, decía que con cada año nuevo suele venir un flamante ciclo. Y qué mejor que tomarse un café con uno mismo (ahora más que nunca) para echar la vista atrás y ver lo conseguido, también para programar y proyectar lo que puede estar por suceder en los días venideros. Los que me lean por primera vez seguro que algo habrán intuido y si me siguen habitualmente ya sabrán que planteo algo mucho más profundo que hacer dieta, salir a correr o por el estilo. Que, por otro lado, no está mal, aunque seguro convendrán conmigo que a estas alturas resulta poco vistoso.

El análisis personal que planteo es uno pormenorizado, más al detalle. Una observación interior profunda para reconocer ante el espejo las fortalezas y las debilidades inherentes. Y sin miedo. Un análisis donde lo que verdaderamente importa son las capacidades personales, los recursos propios y la humildad para reconocer los errores cometidos y para poder transformarlos a su vez en aprendizajes, en nuevas oportunidades de experimentar con la vida y con uno mismo. En definitiva, hablo de regenerarse mejorados, de progresar enriquecidos y fortalecidos.

Hablo de hacer un verdadero alto en el camino. Y ya no aplican las excusas que ponen a la falta de tiempo como cabecera. Queda más que demostrado que las cosas realmente importantes son las que están detrás de la piel, con permiso de Fito. Y como ven hablo en general, no concretando en lo que cada individuo puede encontrar o no importante. Lo que para un ser humano puede ser trascendental, para otro puede carecer totalmente de sentido. Y, de hecho, así se demuestra diariamente en nuestras acciones. Sin embargo, lo realmente sustancial es algo sólido para todas las personas por igual, algo que debe invitarles a la reflexión profunda y plena, algo que debe incitar a tener lo que nunca hemos tenido: una consciencia global.

Y es que en este mundo de lo apresurado, es muy fácil perder el norte. Así que, hacer un auténtico balance personal es necesario para traer claridad y luz a nuestra mente sobre quiénes somos en realidad y cuáles son nuestros más legítimos deseos y propósitos como seres humanos. Además, nos debe hacer conscientes de la perseverancia, la responsabilidad y el compromiso que toda meta que se precie requiere. Y eso sólo puede traer como última consecuencia una mayor adhesión a uno mismo y al resto, unido todo ello por un fino y bello hilo que se hace llamar vinculación, conexión.

Por todo ello, hacer un balance personal en esta época del año no es asunto baladí. Es una oportunidad única y hermosa de prosperar, quizá no como muchos entiendan el significado de esta palabra, pero créeme, la auténtica prosperidad no consiste en tener. Consiste en pertenecer, en ser. Lo importante no son los individualismos; lo importante no es que tú, tú y tú adelgacéis unos cuantos kilos; ni que tú, tú y tú dejéis de fumar. Lo verdaderamente importante, y de ahí el balance personal, es que reflexionemos sobre aquellas cosas que nos hagan avanzar a uno mismo y al mismo tiempo como comunidad. Los propósitos a los que debemos encomendarnos pueden ser personales, pero nunca egoístas. Propósitos que nos ayuden a avanzar como grupo en su globalidad. Tus actos deben embellecerte a ti y al conjunto al que perteneces, la especie humana.