Diagnóstico: Miopía sanitaria

José María Guillén Lladó
29 Ene 2021 lectura de 5 minutos
Diagnóstico: Miopía sanitaria

Hay miopía cuando ve bien de cerca pero borroso de lejos. En marketing, se habla de miopía cuando solo se ven las bondades de un producto, pero no se enfocan bien las necesidades e intereses del cliente. En sanidad ocurre algo parecido: solo vemos virus, vacunas, confinamientos y mascarillas, pero más allá es todo borroso.

La información y la desinformación en los medios con respecto a la pandemia, es brutal. Ello dificulta tener una perspectiva clara del gran problema sanitario que padecemos y su abordamiento. Se genera miedo como instrumento coercitivo a la vez que se intenta no crear alarmismo. Se alude a la ciencia para justificar algunas decisiones pero, en ocasiones, la ciencia o la lógica brilla por su ausencia. Vemos a médicos y científicos que discrepan, incluso llegan a contradecirse —de los políticos, mejor no hablemos—. Sanitarios haciendo esfuerzos sobrehumanos y sufriendo en cuerpo y alma la falta de previsión y de recursos. Infraestructuras exiguas. Recortes sanitarios y educacionales. Una población cada vez más empobrecida y deprimida —te aconsejo leer el artículo Depresión, sistema inmunitario y Covid—. Llevamos ya un año de pandemia y las soluciones que se van proponiendo mantienen un cariz paliativo e insuficiente, con muchísimas dudas e incertezas en cuanto al futuro. Pongámonos las gafas.

Las personas con un sistema inmunitario más fuerte, especialmente las jóvenes, resisten mejor, de manera natural, la infección por Covid-19. En cambio, las que tienen los llamados factores de riesgo son más vulnerables a sus efectos. Hipócrates ya dijo que donde hay salud, no hay enfermedad. Por eso, si la mayoría de la población tuviera un sistema inmunitario fuerte y estuviera más sana, el virus apenas provocaría muertes, ya que se tendrían menos factores de riesgo. Y ese debería ser un objetivo primordial a corto, medio y largo plazo: implementar una cultura de la salud que nos haga más fuertes de manera natural, en lugar de una cultura de la enfermedad en la que todo se trata a medicamentazo limpio, disimulando que tenemos mala salud. A pesar de parecer utópico, sería perfectamente posible si se dedicaran los esfuerzos necesarios para conseguirlo. Incluso las personas mayores podrían vivir más y más sanamente.

En el año 2011, la Asamblea General de la ONU convocó una reunión urgente sobre la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles —llamadas también enfermedades del bienestar—, responsables de la muerte de 40 millones de personas al año en el mundo —equivalente al 70% del total de muertes— y de que muchísimos millones más de personas convivan con enfermedades crónicas —que se convierten en factores de riesgo ante los virus—. Altos responsables sanitarios aseguraron que la mayoría de estas enfermedades, son evitables mediante la adopción de hábitos más saludables, especialmente nutricionales y ejercicio físico. Pero han pasado los años y todo sigue igual.

El eminente cardiólogo Valentín Fuster, en su libro "La ciencia de la salud", destaca la paradoja que supone que se están incrementando el número de muertos por trastornos cardiovasculares, cuando la medicina dispone de más conocimientos y mejores tratamientos que nunca. Dice, que esto refleja el fracaso de la prevención. Una falta de prevención extensible a todas las enfermedades del bienestar, de carácter mayoritariamente metabólico, inflamatorio y autoinmune. Y ese es el terreno propicio para que todos los virus que vayan surgiendo hagan estragos con su famosa tormenta de citoquinas —te aconsejo leer el artículo La gran clave es prevenir y cuidar nuestros sistema inmunitario.

Recientemente, la OMS y la ONU han editado un informe conjunto para afrontar la pandemia y sus efectos. En él, confirman todo cuanto he comentado anteriormente y la necesidad de enfocar el futuro en la potenciación y mejora de la prevención y tratamientos de las enfermedades no transmisibles —enfermedades del bienestar—, ya que estas, combinadas con el Covid-19, provocan una mayor incidencia, generándose una sindemia, que es la suma de dos o más epidemias. Es decir, una tormenta perfecta. Al principio de ese informe podemos leer: ...en la mayoría de los entornos la COVID-19 está interactuando con las enfermedades no transmisibles y las desigualdades, y ha dado lugar a «la tormenta perfecta» (de muerte y sufrimiento evitables)...

El Relator Especial de la ONU, Dainius Pūras, psiquiatra de la Universidad de Vilnius (Lituania), afirmaba el pasado año en un amplio informe, que la vacuna más eficaz frente a la pandemia, es la promoción de la salud mental. Criticaba, a su vez, el excesivo énfasis de centrarlo todo en las vacunas y tratamientos médicos, dejando de lado otros aspectos de prevención, vigilancia y promoción de la salud desde una perspectiva psicobiosocial. Lo dicho: pongámonos las gafas.