Autoconocimiento personal

Blanca Sánchez Pérez
24 May 2021 lectura de 4 minutos
Autoconocimiento personal

El autoconocimiento es sin duda una de las armas más poderosas que poseemos los seres humanos. Un profundo entendimiento de uno mismo que sirve como regulador de las propias emociones. Una auténtica forma de conectar con la parte más desconocida de nuestro yo interior.

Conocerse a uno mismo, y conocerse bien quiero decir, es un elemento clave para el desarrollo personal, espiritual y como no, mental. No sólo permite gestionar y administrar nuestros sentimientos, sino que también aporta la claridad mental que toda persona necesita para saber qué quiere hacer con su vida. Y me refiero a tomar decisiones realmente significativas para la existencia de cada uno. Todo lo cual, como entenderán, no es nada desdeñable.

Conocerse es todo un arte que requiere muchas horas de duro entrenamiento, muchos fracasos que dirían algunos (que en realidad no son tal puesto que aportan mayor sabiduría), y como no, infinitos momentos de verdadera reflexión personal. Como todo proceso que se precie (y éste no podía ser menos), la persona atraviesa distintas fases que le llevan poco a poco hacia su buen y propio entendimiento. Me refiero por supuesto a la autopercepción y a la autoobservación, amén de la autoaceptación, claro.

Y es que pienso que una vida plena sólo se vive de dicha forma cuando en realidad uno llega hasta el fondo de sí mismo. De otra forma, nada es igual, pues al final pocas cosas permanecen en la vida; mucho se desvanece, casi nada perdura y demasiado se escurre ya entre nuestros dedos como para desdeñar oportunidades. Todo parece desaparecer. Todo, menos nuestra esencia, si sabemos mantenerla y aprendemos a autogobernarnos, lo cual no sería posible sin el desarrollo y el conocimiento óptimo y objetivo de uno mismo.

Este proceso de autonocimiento es continuo. El individuo va adquiriendo un mejor y más profundo entendimiento de sí mismo a través de las diversas experiencias que la vida le ofrece, positivas y negativas. Las cosas que la persona descubre sobre su ser deben ser aceptadas en su totalidad, llegando a la propia aceptación de incluso aquellos rasgos que muchos llaman comúnmente “defectos”. Sólo de esta manera, la persona podrá llegar a sentirse plenamente identificada. Sólo más tarde, con paciencia y mediante la aceptación, encontrará las herramientas necesarias para hacer frente e incluso modificar aquellos rasgos que menos le gusten de su persona.

El camino no es fácil. A decir verdad, es bastante arduo, donde toneladas de paciencia, respeto y tolerancia hacia uno mismo son necesarios. Estoy segura de que convendrán conmigo en que somos nuestros peores y más exigentes jueces. Así pues, cuanto mejor autoconcepto tengamos de nosotros mismos, más fácil y sencilla será nuestra respuesta frente a las dificultades que encontraremos en el camino hacia nuestro desarrollo y hacia nuestra maduración como personas.

El autoconocimiento facilita, y mucho, nuestro autocontrol a la hora de resolver las mil y una vicisitudes a las que hacemos frente diariamente. Nos ayuda a graduar -y en muchos casos a normalizar- las emociones, todo lo cual permite a su vez mejores relaciones personales y un mayor logro de objetivos personales. Dominar -hasta cierto punto- nuestras pasiones y nuestros impulsos hace que nos convirtamos en seres mucho más proactivos, seres dispuestos a actuar con un toque de anticipación nada despreciable y, por supuesto, con más agilidad y rapidez frente a los acontecimientos.

Así, el primer eslabón de esta compleja cadena es tomar consciencia de nuestras propias emociones, es decir, saber cómo nos sentimos y qué sentimos en cada momento. Tener bien identificadas nuestras emociones y abrazar nuestras sensibilidades (pero también nuestras estrecheces), se hace fundamental en este camino hacia el verdadero autoconocimiento.

Luego, aprende a ser consciente de ti mismo y de tus actos en el más absoluto aquí y ahora. Sólo así podrás entender tus más auténticas necesidades y tus respuestas frente a ellas. Ábrete a las experiencias. Y por último, no olvides que la vida es un viaje. Muy largo para algunas cosas, pero excesivamente corto para otras, así que, reconecta contigo mismo mediante este autoconocimiento. No hay mayor bendición que sentirse en paz con uno mismo.