Sobre el empoderamiento

Blanca Sánchez Pérez
6 Dic 2021 lectura de 5 minutos
Sobre el empoderamiento

Madre mía la de ríos de tinta que se están escribiendo sobre el empoderamiento. Demasiados diría yo y claro, me he visto obligada. No me gusta que me achuchen, la verdad, pero no podía quedarme atrás y aquí me tienen escribiendo del tema. Sólo que esta vez espero mostrar un ángulo distinto de la misma idea. Ya saben, quisiera darle un toque -espero que particular- al asunto.

Según tengo entendido la palabra empoderamiento es un calco del mundo anglosajón, es decir, una palabra que se toma de otro idioma pero que se traduce al materno. Una reproducción que se aproxima mucho (o al menos lo intenta) al original. En pocas palabras, español por fuera, pero relleno de América. En nuestra propia lengua podíamos haber hablado de poder, de emancipación, de autonomía, de refuerzo, de autogestión, de mejora, de potestad, de facultad, de posibilidades, de independencia, de consolidación y de fuerza personal, de responsabilidad y de mil conceptos más que nuestra lengua ya poseía, pero en España da la sensación de que todo lo que viene de fuera es mucho mejor que lo propio. Que, por cierto, a esto todavía no le he encontrado motivo y no sé si por mucho que me achuchen lo encontraré.

Sea como fuere, que no quiero desviarme, el caso es que un punto en común que todos esos ríos de tinta tienen -en el idioma que sea- es el hecho de que intrínsecamente o no, parecen estar todos dirigidos a las mujeres y además en términos de economía. Entiendo una de dos, o se ve que no hay hombres empoderados en el mundo, o bien se da por hecho que todos los empoderados son ellos. Y esta idea en sí misma es abrumadora. Me explico. Debajo de todo el “tinglado” este del empoderamiento, subyace obviamente la idea de desigualdad, pero aquí hay algo que no me cuadra.

Si bien es cierto que las mujeres hemos soportado desigualdades durante prácticamente toda nuestra vida, también lo es el hecho de que las desigualdades afectan a todas las personas del mundo. Y hablo de desigualdades de verdad, quiero decir, habitamos un planeta donde medio mundo puede abrir el grifo y obtener agua corriente, y el otro medio tiene que caminar kilómetros para recoger un cubo de un líquido casi parecido. Entiendo que también se podría hablar de empoderamiento sobre ese hombre o ese niño que recorre a pie distancias inhumanas para poder hacer la comida o ducharse. Pero no. Resulta que eso no es poder, ni eso vende, ni esas desigualdades interesan, aunque también se basen en la economía. Nadie se rasga las vestiduras por eso ni porque ese otro medio mundo esté aun esperando vacunas por ejemplo, ni por infinidades de desigualdades que pasan a diario y que no permiten a una parte del planeta ni avanzar, ni ser si quiera con dignidad.

Luego si me permiten, debajo del concepto de empoderamiento lo que existe de verdad es una hipocresía de tomo y lomo. Si nos centramos en el tema concreto de las mujeres, son innegables las desigualdades acontecidas, lo que pasa es que aquí hay otra pieza que no me encaja. A ver si me ilumino. Resulta que en el fondo, todo es cuestión de dinero y una mujer por ejemplo en la India se empodera por tener cien euros y poder comprar una máquina de coser y así poder emprender. ¿Implica eso que aquellas mujeres que deciden tomar otros caminos que no estén relacionados con la economía o el emprendimiento no tienen poder? ¿Una madre o un ama de casa que saca adelante a su familia y a sus crías contra viento y marea no es una persona empoderada? Y en términos generales (hombres o mujeres), ¿educar, dar amor, ayudar, guiar, enseñar... no es tener poder?

Y me pregunto yo en mi ignorancia si eso no es otra forma más de subyugación. Se palpa en el ambiente y es más que evidente que el empoderamiento está asociado al triunfo y al éxito que los demás puedan ver. Si además está recubierto con un envoltorio bonito, mejor, más posibilidades, más puertas abiertas. Grotesco.

Nos venden lo que quieren y sinceramente, me niego, me bajo del carro. En palabras de Raphael, “digan lo que digan”, empoderamiento es otra cosa. Empoderarse es estar satisfecho con uno mismo, estar informados sobre todo lo que acontece para tomar las decisiones más acertadas para nuestro bienestar; empoderarse es tener el control de nuestra persona y de nuestra propia vida, ser dueños de nosotros mismos, tener fuerza, garra y coraje. Y eso, permítanme que lo diga, no lo da ni una máquina de coser, ni mucho menos el dinero o la apariencia externa. ¿Saben qué? El verdadero poder está en el interior de uno mismo, en los valores que guían nuestros pensamientos y nuestros actos. No hay más.