La máscara, mis personajes

Para Carl Gustav Jung, la máscara, es un arquetipo, que utilizamos para adaptarnos socialmente al exterior, a nuestro entorno.
En la antigüedad, en la Grecia clásica, la máscara era la personalidad, o la máscara que se utilizaba para representar el personaje, la personalidad aparente que representamos.
La psicología junguiana lo asocia con los roles que cumplimos para relacionarnos en la sociedad y con nuestro entorno. Sería la forma, como actuamos, como hijos, padres, amantes, trabajadores etc., pero algunas veces somos muy inconscientes, en que estamos representando un papel, frente a una situación o dificultad.
Esto configuraría este rol de personalidad o máscara. Es importante que nos demos cuenta de ello y que integremos esa máscara, una buena integración es saberla usar.
Saber usar la máscara
Saber usar la máscara que utilizamos en cada rol y no quedarnos con una sola máscara, con un solo rol, sino sabiendo interpretar o actuar como tal en cada situación, reto, o rol.
Saber ser el rol de padre, o de buen profesional, medico, ingeniero, mecánico, o el de esposo, esposa, son roles, máscaras, personajes muy distintos, que es esencial integrarlos y enriquecer con ello nuestra personalidad.
Una personalidad con distintos roles, con distintas máscaras que interpretan esos personajes, una personalidad compleja y variada, rica en aspectos y cualidades.
La flexibilidad de irnos adaptando a cada situación sería el uso saludable de la máscara.
La parte patológica u oscura de la máscara son varias y se nos muestran como trastornos de la personalidad, por ejemplo.:
El no tener ninguna máscara, nos impide adaptarnos a las situaciones y nos sentimos expuestos, sería como salir a la calle desnudos, sin protección.
Lo detectamos en las personas que tienen una personalidad poco adaptativa, rígida o débil, que no tienen recursos adaptativos para integrarse en grupos o situaciones, y parecen actuar siempre de la misma forma, hasta previsible, sin generar recursos de afrontación y superación de las dificultades, en definitiva, no saben cómo actuar en la vida social.
Otro conflicto lo detectamos con la fijación, con la máscara, la identificación de mi yo, de mi personalidad, con esa máscara y su actuación, el rol que represento con su personaje.
Entonces me confundo con la máscara, con el personaje que represento.
Sería como el actor que se identifica tanto con el personaje que interpreta, que se cree que es el personaje ficticio que está representando, y fuera en la vida real, sigue actuando con ese personaje, igual que en el teatro.
Lo detectamos en aquellas personas que siempre siguen con su mismo rol, estén donde estén, el tópico, es el del médico que siempre es médico tanto en consulta como en su casa o con la relación con su esposa, hijos, padres o amigos. Siempre se identifica como médico y va con esa única máscara o rol, las 24 horas del día.
La máscara tiene la función de tapar la sombra, os recomiendo que leáis mi artículo publicado en este mismo portal.
Se establece una relación compensatoria entre la sombra y la máscara, una de las finalidades de la máscara es tapar la sombra, y mostrar un yo ideal que oculta toda esa no aceptación con la máscara, de la expectativa de lo que debo ser, de lo que se espera de mí que tengo que ser como, padre, esposo, profesional, ciudano etc.
Me construyo esa máscara, ese personaje que muestro como ideal e intento de esta forma mostrarme, idealizado y tapando toda la no aceptación o no cumplimiento de esa exigencia como ciudadano perfecto.
Cuando la personalidad se identifica con una única máscara, el ego se pierde en esa máscara y máscara y ego crean una identificación que puede llegar a ser muy disfuncional y patológica. Generando una rigidez en la personalidad una neurosis, donde el ego ha quedado diluido por la máscara. Y la identidad de la persona, patológicamente, ha sido substituida por la máscara.
La identidad se borra, se pierde y se convierte en un conflicto psíquico entre la sombra y la persona.
Este es el conflicto que nos muestra la máscara.
- El primero, el no tenerla integrada, y no saber utilizar esas máscaras o roles.
- Y el segundo, el identificarnos excesivamente con una sola máscara, o un solo rol.
Pero la máscara es esencial para relacionarnos, según Carl Gustav Jung, tanto a nivel social como individual.
Para la psicología junguiana: “En la crisis de la mediana edad, necesitamos diferenciarnos de este arquetipo, sin dejarlo, diferenciarse de la máscara para que el ego pueda ahora unirse al sí mismo, a un concepto más integral de la personalidad y no quedarnos sólo con el rol social. Es un desafío para el proceso de individuación sobre todo en la mediana edad en donde ya la máscara ha cumplido su función y necesitamos ahora un puente con nuestro ser integro, que sería el sí mismo y transcender la máscara”.
Hasta aquí vemos que la máscara es una parte de nuestra personalidad o un arquetipo junguiano, que nos sirve para relacionarnos y poder afrontar con más garantías los retos, preparándonos y ejecutando esos roles o personajes y enriqueciendo de esa forma nuestra personalidad.
Hasta la llegada de un momento de nuestro desarrollo o evolución que decidimos deshacernos de esas máscaras o, mejor dicho, ser muy consciente de ellas, y de esta forma hacemos un gran salto hacia nuestro ser y nuestra consciencia.
Pero que está pasando en la sociedad actual tan tecnificada y a la vez virtualizada, donde ya no se utiliza la identificación o identidad de ciudadano, sino que esta es substituida por la de un usuario, con una serie de atributos.
Y que como usuario nos mostramos con un avatar, o un logotipo, con unas siglas que ya no son ni nuestro propio nombre.
Creándonos un personaje una máscara virtual para relacionarnos en las redes sociales o para interrelacionarnos con grupos, establecer amistades, estudiar, compartir aficiones, jugar, competir, trabajar a través de ellas, a través de esta máscara virtual o personaje, en las denominadas redes sociales, que cada vez abarcan más sectores de nuestra realidad.
La nueva sociedad, está potenciando que nuestra identidad y relación en redes sea a través de una máscara, denominada usurario o avatar, y la identificación personal y social con ese usuario o avatar nos puede traer muchos problemas, como ya he apuntado en todo el trastorno disfuncional y patológico que se genera con la identificación con una sola máscara o rol, confundiendo mi identidad con la del personaje, en este caso con el usuario o avatar.
Por un lado, las administraciones que ya no tratan con el ciudadano sino con un usuario, y solo ven los atributos que le pertenecen como usuario, y de golpe se han desprovisto los derechos del ciudadano.
Vemos, en informativos, las quejas de personas mayores y jubilados como se quejan delante de este trato ofrecido por la administración de toda índole, tanto privada, como bancos, en la desaparición de ventanillas y atención presencial, o la administración pública, en protección de vivienda, sanidad, subsidios etc., que primero tienes que ser usuario y para ello cumplir requisitos, para obtener atributos de usuario, sino, no existes para esa administración.
Con la digitalización se ha perdido al ciudadano y sus derechos, sustituido por un usuario, eso sí, con sus atributos, avatar y siglas y a eso le denominan la nueva identidad digital. Que no tienen nada que ver, con mi nombre y mi identidad personal.
En las nuevas generaciones, todo ello se está efectuando en la edad de crecimiento, cada vez más temprana, en la infancia, que tienen que escoger un avatar para entrar en el juego. En la adolescencia, para participar en las redes sociales y establecer grupos de amistad y de relación.
Más adelante, para realizar actividades lúdicas o sociales, que desembocaran en formaciones online y trabajos en red.
Y algunos de todo ello establecerán su “futuro profesional”, entre comillas, porque todo es tan poco sólido y volátil que siempre pende de un hilo, con el consiguiente estado de inestabilidad y falta de seguridad y reconocimiento personal de toda índole.
Se tienen esos avatares y usuarios en las redes, la identificación con esa máscara, y la disolución de la identidad y del ego o de la personalidad individualizada, entrando, como ya he apuntado, en el trastorno de la neurosis por la disolución del ego en la máscara, o confundir mi yo, con el personaje, con el avatar.
Ya se han producido casos de youtubers y lideres de redes sociales que terminan en tratamiento de neurosis obsesiva y crisis de personalidad por esa identificación.
Una alerta para navegantes y usuarios de redes sociales y programas virtuales, que pensáis o desconocéis lo de los arquetipos o máscaras de personalidad y os suena a algo del siglo pasado.
Sepáis que ahora más que nunca, el escondernos detrás de una máscara, ya forma parte del ritual de las nuevas tecnologías, apoyado por las grandes corporaciones y estados, en esa nueva realidad y futuro tecnológico y virtual, donde ya no sois ciudadanos y os van a denominar, usuarios, avatares, logotipos o siglas, y la identificación, cada vez mayor, con ellos os va a ir diluyendo vuestra personalidad, vuestro ego real, convirtiéndoos en débiles personajes sin identidad en vuestra realidad.
Espero haber puesto, algún punto sobre las ies, en este tema tan enmascarado como son los usuarios en las nuevas administraciones y redes sociales. Y recordaros que al igual que las leyes, el no saberlas no te libran de ser sancionado por no cumplirlas.