Individuos, humanos y seres humanos

Manuel Molina Pozo
17 Nov 2025 lectura de 44 minutos
Individuos, humanos y seres humanos

La iniciativa de escribir este artículo se debe a una serie de circunstancias que hicieron que no se escribiera la idea primera, que no era otra que profundizar en la estructura piramidal que rige nuestras sociedades y nuestra mente. En el tema que os voy a explicar en este artículo será inevitable hablar de esta relación entre el individuo, el humano y el ser humano como eje principal. No es un artículo que busque el conflicto, es un artículo para observar el mundo desde otra perspectiva, distinguir el lugar que ocupas dentro de la estructura y cuál es tu papel.

¿Por qué la necesidad de entender y marcar estas diferencias entre personas o individuos? Entender esta diferencia nos hace entender muchas injusticias y barbaridades que asolan nuestro mundo. Como descubrir que el mundo en el que vives no fue construido, en toda su historia, para el bien de la humanidad.

Al definir estos tres conceptos, solo hay uno que nos une por nuestra biología: el carbono 14, que es el resultado de lo que puede quedar después de nuestra muerte, después de perder el agua y la vida orgánica de nuestro cuerpo, después de una muerte que no entiende estos conceptos. En cambio, estos tres conceptos se diferencian en vida porque nos ayudan a mejorar nuestras vidas y a evolucionar nuestra consciencia a niveles que solo se pueden entender si vives esa experiencia, siendo imposible de explicar para quien no siente. Y esa es la gran diferencia que nos hace distintos los unos de los otros.

A veces, el que camina cerca de ti puede tener un cuerpo parecido al tuyo, pero estar muy lejos de tu forma de sentir la vida. También su actitud y sus acciones pueden favorecer o no el que vivas dentro de la mediocridad, facilitando que te contagies de ella, o todo lo contrario, ayudando a mejorar o alegrar tu vida. De ahí nuestra perplejidad a la hora de distinguir en las acciones o actitudes de aquel que observamos como una persona más, sin darnos cuenta de que su influencia o su comportamiento nos despierta nuestro mundo dual.

Identificarnos

A veces, tener claro cuál es tu lugar o con quién te identificas no es tan sencillo. Todos, rápidamente, nos apuntamos con “los buenos”, como si de una película se tratara. La realidad es que todos, de alguna manera, hemos sido individuos, humanos o seres humanos con un poco de suerte, en algún momento de nuestras vidas. La vida nos pone a prueba en cada momento a todos y, aunque tengo claro que hay individuos que nunca han sido ni serán seres humanos en ningún momento de sus vidas, muriendo sin llegar a entender lo que eso significa, también creo que no es una etiqueta que se ponga a la ligera.

Definir individuos, humanos o seres humanos es difícil, no es una tarea fácil. Aunque entre individuos y seres humanos hay un abismo, para muchos que leéis este artículo lo podéis tener claro, pero os sorprenderían las actitudes o formas de relacionarse que damos por normales y que entenderíamos como muy humanas, cuando quizás, en el fondo, están influidas por una tendencia o doctrina donde tú solo has tenido que decidir qué es lo correcto. Pero, anteriormente, lo han decidido por ti.

Podemos pensar que el individuo es el “malo” de esta ecuación de tres, algo que seguramente todos creemos tener claro, incluso pensando que estamos lejos de esta influencia, que muchos pueden comparar con la masa y el borreguismo. Aunque, ¿cuántas veces hemos sido partícipes de esa masa e incluso de ese borreguismo? Ahora bien, sí puedo decir que, a nivel energético —y eso sí os lo puedo asegurar—, es la frecuencia más baja que desprende su cuerpo dentro de esta ecuación.

La estructura social

¿Por qué creéis que puede ser importante la estructura social para esta ecuación?

La estructura social es un reflejo de la estructura piramidal, una forma de funcionar donde el orden se gestiona por la convivencia que rige en sus ciudades, sus pueblos o sus estados. Sus ciudadanos representan el sacrificio, la lucha y el esfuerzo, convirtiendo este resultado en sus derechos y libertades. La diferencia de cada estructura social la marca la lucha realizada por esos derechos y libertades.

Aunque hay bastante de cierto en esto, la estructura piramidal como sistema, en la mayoría de las sociedades, ha sido una estructura de control social. Los derechos, la mayoría de las veces, han sido un río de sangre, donde el individuo como el humano ha sido el peón de una partida que nunca tiene fin. O quizás no hemos entendido todavía lo que realmente somos.

Pero ¿quiénes somos?, os preguntaréis. Llevo muchos años observando al mundo y a sus individuos, cómo se relacionan con la energía astral y con toda la que nos rodea, llegando a la conclusión de que algo está fallando. Llegar a entender los mecanismos energéticos —y, por supuesto, los misterios o el desconocimiento que la energía abarca— no nos convierte en jueces del individuo, ni nos da el poder de juzgarlo, como tampoco nos hace entender todo lo que eso abarca en la energía. En cambio, me ha ayudado a entender la barrera que separa esta ecuación entre unos y otros.

Individuo

En un lugar o un espacio donde hay más de dos, se necesitan unas reglas para la convivencia y, aunque puede ser muy relativo para algunos, en el momento en que se comparte algo ya se necesita un mínimo de entendimiento para no entrar en conflicto en un momento determinado. Por esta regla de tres podemos entender las estructuras sociales como una necesidad creada con el fin de eliminar conflictos y contribuir a la convivencia. ¿Hasta qué punto es real? ¿Y cómo afecta al individuo y al humano?

Las estructuras sociales, por naturaleza, curten al individuo. La dureza y las normas por las que se rigen hacen que, si quieres vivir dentro del sistema, te llenes de condicionamientos que, aunque te hacen creer que tienes una cierta libertad, e incluso que la controlas, en realidad estás supeditado a unas reglas, unas tasas, un nivel de vida que, a veces, y para una mayoría, difícilmente se ajusta a su ritmo de vida.

El individuo acepta las reglas y se adapta a ellas, incluso puede ayudar a mejorar el sistema para mejorar la estructura social. Si se rebela contra ella es porque considera que hay buenos y malos, intentando expulsar a los “malos” o lo que considera como malo. O porque simplemente se crea una tendencia donde se valora qué es bueno y qué es malo, dejándose llevar, convirtiendo un lema que no es suyo en una nueva etapa de su vida. Y si tú estás entre “los buenos”, nunca tendrás problemas. Ya está el humano para sufrir las consecuencias.

Al final, el mayor objetivo del individuo, o en el mejor de los casos en su vida, es ser un buen ciudadano, donde su aportación dentro de la estructura y su ambición le pueden permitir vivir con un cierto reconocimiento y una vida digna. Ser buen ciudadano no es lo mismo que ser buena persona y eso es algo a tener en cuenta para distinguir al individuo del humano.

El individuo se convierte en víctima y verdugo de una estructura piramidal, sin ser consciente de que está siendo utilizado para su mantenimiento, convirtiéndose en una herramienta esencial dentro de la estructura. La capacidad de pensar ha sido sustituida por un protocolo de funcionamiento. Cada uno, a su manera, hace su función dentro de la estructura y, dependiendo de sus obligaciones o responsabilidades, cada uno puede tener un cierto nivel de vida y un estatus social. Pero esa carga le anula la posibilidad de tener otra percepción de la vida, defendiéndola, eso sí, como si se tratara del guardián de la estructura, porque no entiende que haya otra mejor manera de comprenderla. Solo ve “buenos y malos”, y nadie se pone a pensar qué hay detrás de cada individuo o humano. Sin darse cuenta de que, a veces, el poder que ejerce cada uno condiciona la vida de otros, y moralmente está convencido de que ese mal menor beneficia a la mayoría.

Puede dar la sensación de que el individuo puede carecer de sensibilidad. Yo creo que, si la tuviera de verdad, dejaría de ser individuo. La dificultad del individuo para mantener un estatus dentro de la estructura le obliga a estructurar su mente de tal manera que dificulta la entrada de algo tan simple como un estado de consciencia. La mente se estructura por el conocimiento recibido, lo cual no quiere decir que sea del todo negativo, pero sí algo limitado y muy estructurado. El individuo pierde su libertad por la capacidad de sentir por sí mismo, convirtiendo su cuerpo en una estructura mental y física porque es así como entiende la vida y su forma de funcionar.

El individuo no es el último eslabón de la estructura piramidal en frecuencia energética, por supuesto que no. La franja de frecuencia energética es amplia, también por debajo del individuo. Para entender esta idea daremos nombre al individuo que está vacío de alma: es lo que yo llamo el individuo pasivo, el individuo abducido y el ogro. Me dejo muchos más, pero espero que sea suficiente para que te hagas una idea de algo que seguro puedes entender.

Esto sería una forma de poner nombre a una serie de individuos que ceden su poder interior a la fuerza de la naturaleza energética de baja frecuencia, donde el dial energético es como una emisora de radio que ajusta su vibración corporal correspondiente a su nivel energético, y no por culpa de la energía. Estos individuos tienen una frecuencia muy baja y eso hace que su frecuencia corporal facilite la entrada de frecuencias externas de baja frecuencia con más facilidad, dejando el cuerpo a merced de una energía que no puede controlar o que tiene dificultades para controlar. Se dejan llevar por un impulso incontrolado, donde el miedo se instala con más facilidad en un cuerpo de baja frecuencia y la debilidad hace que necesite protección en un mundo lleno de riesgos. Se convierten en una herramienta de una estructura que se aprovecha y se beneficia de cualquier circunstancia para aplicar su dureza o crear nuevas formas de control “por el bien de todos”.

La dificultad del individuo es ser consciente del mundo en el que vive, descubrir su cuerpo y ser consciente de él. Distinguir su realidad en una sociedad que no ha elegido y de una libertad que ha sido condicionada. La resistencia del individuo puede ser “a muerte” si es necesario para defender sus principios, puede llegar a oprimir al que piense lo contrario o quiera desmontar su realidad, una realidad que le ha sido proyectada, donde su ritmo no le ha permitido tener capacidad de sentir y donde la sensibilidad ha estado ausente por aceptar lo recibido. Pero sí es dueño de unas creencias y de un pensamiento que le permiten ser indulgente con sus actos y verdugo compasivo de su alma moribunda.

Humanos

¿Hay sitio para los humanos en estas estructuras piramidales? Por supuesto. Pensar que son las víctimas de un sistema que no ha sido pensado para la humanidad puede sonar exagerado para algunos, pero para mí es bastante evidente.

Hay una línea muy fina entre el individuo y el humano: solo la sensibilidad y la capacidad de sentir nos separan de estar en un lado o en otro. Algo tan simple como la sensibilidad o la capacidad de sentir puede parecer algo ilusorio, pero la mayoría de los individuos siente de una forma racional y sus acciones están basadas en el pensamiento estructurado que, como decía anteriormente, normalmente es recibido.

El humano comienza a sentir, a descubrir su cuerpo y a enfrentarse al mundo de las emociones en una estructura piramidal que, normalmente, molesta y solo se encasilla en la cultura para unos pocos elegidos.

La sensibilidad o la compasión hacia el ajeno no son aptas para la estructura piramidal. Para el humano que comienza a sentir, la vida se convierte en un auténtico conflicto diario. Aunque tiene días de paz —para unos más que para otros—, la estructura no está pensada para que tú decidas cuándo parar, ya que la demanda de la estructura no te lo permite. Siempre y cuando sea la estructura la que decide cuándo debes parar dentro de un mínimo establecido.

El humano, por otro lado, cada vez que siente más y se sensibiliza, comienza a descubrir sus limitaciones, unas limitaciones que para él se convierten en algo nuevo. Entra en un conflicto interno para comprender qué es lo que le está pasando, entrando en su primera batalla interna. Porque al principio no entiende de emociones. Siente síntomas pero no tiene lenguaje para ellos.

La estructura, en cambio, es hábil para arrastrarte a su terreno y hacerte ver que simplemente ha sido un lapsus de la vida, algo pasajero, algo que se puede solucionar. Incluso hay montones de medicamentos que facilitarán tu reinserción como si no hubiera pasado nada y podrás olvidar rápidamente aquello que llegaste a sentir. Antiguamente, el loco quizás era el más lúcido, pero la ignorancia o el interés del individuo que lo trataba “solucionaba” el problema para una estructura que no estaba para perder el tiempo.

Salir de la estructura es imposible o casi imposible tal y como está montada. La estructura piramidal rige toda la humanidad y no por voluntad propia. Te convencen de que eres libre, incluso se lucha para que lo seas, te convences de que has sido dueño y conductor de tu destino, pero la rueda del hámster no deja de girar.

Quizás, en una isla desierta, se podría escapar de la estructura, pero si llega un segundo individuo a ella comenzaría a estructurarse la relación en la isla y la forma de convivir, porque el patrón y la forma de entender la vida ya han sido codificados. Esa es la gran batalla a la que se enfrenta el humano: distinguir ese código. El problema es que la batalla no la hace solo, ya que siempre hay algún individuo a quien le molesta su osadía.

Si te preguntas si hay libertad o algún tipo de libertad, y aunque tenemos algún momento de sentirla —unos más que otros—, diríamos que el humano lo tiene difícil ya que está atrapado en un mundo castigado por individuos que, para ser benévolo con ellos, diría que no son conscientes de lo que son. Eso no significa que estén libres de sus acciones y os aseguro que cada uno carga con su mochila, aunque no sea consciente de ello.

Volviendo a esa utopía que, para muchos, no deja de ser una forma de anular la ilusión o la curiosidad para quien la busca, os diría que para el humano su vida no deja de ser un camino entero para entender realmente dónde se encuentra y qué sentido tiene la vida. Mientras, se encuentra con la dificultad de la influencia del individuo o la incerteza del humano que busca pero que también tiene sus dificultades para entender lo que encuentra, para al final llegar a la conclusión de que lo importante es vivir. Y es ahí donde comienza a entender lo importante que es la vida, sí. ¿Pero de qué manera? Y ahí comienza otro conflicto, porque la estructura no se ha ido, sigue ahí.

Cuánta sangre humana derramada por una libertad cargada de humo, manipulada, disfrazada y contagiada de valores. Parece historia pasada, como si no nos afectara, y creemos que hemos avanzado mucho, pero al mundo no le dan descanso. Hay poderes con mucha imaginación y facilidad para meterte en un nuevo conflicto sin que te des cuenta.

Al final, tienes que volverte egoísta por naturaleza porque cuesta distinguir de dónde viene la amenaza del ajeno. Vivir con el miedo activado, aunque no seas consciente de ello, es la mejor herramienta de una estructura que busca tu individualidad para sentirse segura. El humano, como comprenderás, sigue buscando mientras solo hay interferencias en su camino. Por eso es una chorrada hablar de libertad cuando el trabajo real es distinguir todas esas interferencias que nos invaden a diario. Os aseguro que no es nada fácil asimilar la realidad.

Mientras, la estructura no deja de trabajar para que sus individuos no dejen de hacer lo que de ellos se espera. El humano, mientras, siente en su interior una realidad lejos de su naturaleza. Renunciar a lo que comienza a descubrir o sentir es morir en vida.

Entender la libertad, para el individuo, pasa por tenerla tan estructurada mentalmente que se la cree y puede disfrutar de momentos de ella haciendo algo que, incluso, le han proyectado antes de hacerlo. Para el humano, en cambio, su mente estructurada no le permite tener la libertad que necesita para tener paz, para sentir otras cosas. Su lucha es entender lo que está viviendo cuando su pensamiento busca salir de una mente que entra en conflicto con su necesidad de vivir.

Para el ser humano tiene claro que, para sentir esa libertad, tiene que salir de todo aquello que le crea un ritmo que no es el suyo o de una mente dual, porque ya reconoce todo aquello que no le hace sentir la libertad desde dentro. Su búsqueda se convierte en el timón de su propia libertad.

El ser humano

Qué decir del ser humano. Hay seres que caminan por este mundo que podrían dar una auténtica lección de lo que eso significa. Mi aportación no deja de ser una idea, una teoría y una observación, a veces demasiado realista, de un mundo donde el ser humano es el que realmente ve la belleza de nuestro mundo, de sus seres vivos y de cómo la energía está conectada con todo.

El ser humano intenta estar lejos del conflicto, pero hasta él sabe que no se puede escapar de esa provocación, ya que también le busca. Aunque su lucha lleva otro mensaje que el que provoca el conflicto. Él sabe que, en el fondo, no tiene nada que perder; lo que buscaba ya lo ha encontrado y eso solo lo sabe él.

Pero la mezquindad de algunos individuos puede ser tan rebuscada para conseguir sus objetivos que riega con su maldad todo aquello que se cruza por su camino, y para el ser humano eso se convierte, tristemente, en un desafío más. No lucha contra el sistema, no busca conflicto, no lo necesita, ni la estructura piramidal es un problema porque la lucha ya no tiene sentido. Reconoce la trampa que la alimenta aún más. Si se defiende, solo lo hace por su integridad y por ayudar al ajeno.

Cree en las personas libres, no entiende el dogma ni nada que estructure al ser. La libertad va más allá de una simple palabra. Puede que, al final, entienda hasta la existencia de la estructura como una forma de controlar el sinsentido. Este sería el pensamiento del individuo, y el ser humano lo entendería porque se adapta a la realidad que vive, ya que está convencido de las infinitas realidades que puede vivir el ser humano. Si las está viviendo es porque necesita vivirlas o simplemente tiene que estar ahí.

La dificultad del ser humano es entender qué significa “el ser”, entender su realidad, sus limitaciones y saber vivir con ellas en libertad. El humano, por el contrario, va cargado con la mochila del individuo y la suya propia, donde se enfrenta cada día a desenmascarar, descubrir, observar desde otra perspectiva su realidad y aprender a sentir.

Hoy día, por ejemplo, está lleno de personas que van a ejercitar su cuerpo en un gimnasio y algunas, sin darse cuenta, no notan que también le están haciendo un bien a su mente, ya que la mente se desestructura. El problema es que se vuelve a estructurar en pocos minutos, porque es tanta la programación que se recibe a diario que se vuelve normal, volviendo a estructurarse como un funcionamiento “normal”. Incluso la paz se puede volver una amenaza para el individuo, porque hay mucha mochila que soportar, donde los miedos y las dudas aparecen cuando la cárcel abre la puerta de la consciencia.

Todo esto que os explico es para entender que el ser humano ejercita toda su vida todos los sentidos. Llena la vida de curiosidad y de experiencia. Esa apertura le permite tener la mente liberada. Es por eso que el ser humano distingue al individuo y reconoce al humano.

Descubrir al ser humano es el camino del humano. El individuo ya tiene bastante con una mochila que no es suya, y que se la reconozca como suya ya es un gran paso dado.

El ser, al desarrollar su capacidad de sentir, percibe la sensibilidad del mundo animal y de la naturaleza, pudiendo llegar a crear una conexión difícil de explicar. Observa un mundo donde es fácil distinguir la “matrix” o las infinitas “matrix”. Vivir dentro de ellas es una dificultad para el ser humano que empieza a encontrar su camino, pero la capacidad de adaptarse a ellas es tan importante como necesaria para aprender a vivir en consciencia dentro de una matrix que te pone en jaque a cada momento. Es ahí donde despierta la necesidad de salir de una estructura que le oprime, descubriendo la necesidad natural de salir de ella y de aislarse de ella porque nota su presión. Para sentir lo que está sintiendo sabe que necesita salir, y el camino le invita a no volver. Una decisión que no depende solo de uno mismo en algunas circunstancias.

Para el individuo, la relación con el ser humano no se entiende. La puede encontrar aburrida, no entiende el aislamiento, vive en una continua contradicción con su manera de entender la vida y siente un choque o enfrentamiento que no recibe respuesta. El individuo puede sentir una amenaza en el ser humano porque desmonta todo lo que él sostiene. Para el ser humano, el ego está, lo reconoce y lo gestiona en su momento. A veces la dificultad del ser humano es entender los comportamientos del individuo, pero cuando comprende el funcionamiento del ego, el posible conflicto o la perplejidad del momento se convierten en la incapacidad de ayudar a algo que se ha convertido en un “ordenador andante” con infinitas configuraciones, donde hasta la emoción está dentro de un parámetro aceptado.

Para el ser, las doctrinas religiosas, tal y como están planteadas, fallan cuando para creer se necesita cortar u oprimir lo que se siente en cada momento. La dualidad que se crea al reprimir estados de pensamiento o emocionales convierte la mente en una prisión. Una prisión donde el castigo es mantener su propio aislamiento estructurado.

Las doctrinas religiosas dicen ser las portadoras de la verdad y de una enseñanza de un camino espiritual, aunque también de un camino lleno de trampas donde su poder sobre el individuo, con su doctrina, ha facilitado también la sumisión y la obediencia por una convivencia dentro de la estructura en cada uno de sus sistemas. Se ha transmitido una forma de creer, pero no la de sentir libremente algo que pueda poner en riesgo la estructura. Y aunque hay servidores de la fe o personas que contribuyen a estas causas que merecen un gran respeto, lamentablemente se convierten en víctimas de algo que está por encima de ellos y que, al final, los utiliza con el mismo engaño por el que fue creado.

Frecuencia, alma y consciencia

¿Qué podemos decir del individuo? Todo, de alguna manera, le viene dado, incluso lo que cree que ha descubierto le viene dado. No entiende nada si no es porque está estudiado o aprobado o descubierto, o es oficial o legislado, o simplemente lo ha aprendido en la calle de otro individuo. Solo confía en lo que piensa otro de la misma condición. La duda no entra; si entra, es para buscar aquello que esté documentado o, por el contrario, confía en su emisor. No se lo cuestiona.

Si entra en duda, la esquiva rápidamente, ya que la emoción se puede despertar sin avisar y, para el individuo, eso puede convertirse en una tempestad interna. Si no llega a tiempo, tendrá que enfrentarse a un vacío donde hay riesgo de abrir la caja de Pandora.

Esta forma de vivir, a nivel de frecuencia energética o campo energético, es como vivir a muy baja frecuencia. El control se convierte en el filtro de los estados emocionales, provocando que se estructure la mente. No puede percibir ninguna influencia externa energética y, la que recibe, puede manifestarla como un síntoma negativo del cuerpo que “necesita” medicamentos para poder contrarrestar un síntoma que quizás podía ser pasajero, pero el miedo a sentir lo ha complicado más, incluso haciendo una bola más grande a consecuencia de un miedo infundado, creando más bloqueo energético y arrastrándolo a un posible ataque de ansiedad o histerismo. Al final, se le da al cuerpo sustancias que no necesita, más que para tapar su miedo y su ignorancia.

El cuerpo lo desconoce completamente, ni es consciente de lo que está sintiendo. Cuando tiene dificultades para gestionar alguna emoción, se tapa con adicciones porque tiene anulada la capacidad de sentir y, por supuesto, nula capacidad de entenderlo. Cuando pasa el efecto de la adicción puede tener la sensación de haber calmado la emoción o el dolor, pero no está sanado, solo se ha puesto una tirita sobre otra tirita, aunque el problema persista. Te sorprendería la cantidad de adicciones que tenemos para tapar la gran frustración que corre por el mundo y a la que muchos damos normalidad.

Decir que un individuo no tiene alma puede ser un pensamiento arrogante, depende del grado de intensidad, pero sí podemos decir que el alma está encerrada y controlada. Es como tener una bombilla prácticamente apagada o con una leve llama en “stand by”. La capacidad de consciencia es nula, ya que se sustituye por estados de razonamiento o de ideas que vienen dadas y que, en lo único en lo que puede destacar, es en la capacidad de coraje para sacarlas adelante. Lo único que despierta es el ego de materializarlas y la satisfacción de ser él, y no otro, el protagonista de ese momento, objetivo, deseo o ilusión. La llama puede incluso encenderse por un instante, pero esa mente estructurada vuelve a calmarla y encerrarla por miedo a una fuga incontrolada.

Cuando se descontrola, la emoción se puede desbordar por la acumulación de energía controlada en cada momento, dependiendo de la situación, dejando un vacío que necesita rellenar rápidamente porque el vacío asusta. No es consciente de ello, su vida se ha acostumbrado a esa forma de funcionar que, desde que nace, ha sido inculcada. Enfrentarse a según qué preguntas le llena de vacío de respuestas y reina una frustración pasiva. Busca desesperado algo nuevo que sustituya al reto pasado porque, si no, aparecen los fantasmas.

¿Qué decir del humano? Es el que más sufre: las injusticias de unos, la incomprensión de los individuos, incluso de sus propios ajenos. Descubrir que es humano, aunque los individuos piensen que también lo son, no significa que se comporten como tales. Ahí entraríamos en otros temas más complejos, pero no le vamos a quitar protagonismo ahora al humano.

El humano necesita descubrir el cuerpo, entender sus mecanismos, descubrir la capacidad de sentir, despertar la sensibilidad, entender su ritmo, observar al ajeno, hacerse preguntas, sufrir, equivocarse, aceptar su realidad, etc.

Cuando uno descubre o despierta a la idea de que no está viviendo su realidad, sino que su vida se ha convertido en supervivencia o en una continua adaptación —donde unos, con más esfuerzo que otros o dependiendo de las circunstancias de cada uno, han podido estar dentro de la pirámide en una posición mejor que otros—, puede permitir llevar una vida menos castigada que la de otros.

Pero el riesgo del humano es que la sensibilidad y las injusticias le llevan al enfrentamiento con el individuo y la estructura, incluso con el propio humano, ya que el puzle creado es tan grande que es imposible tener todas las piezas y eso es lo que marca las diferencias entre unos y otros. Lo que puede salvarle es ser consciente de su centro, tener confianza en sí mismo, despertar la curiosidad y crear su propio destino.

A nivel energético, el humano es como una montaña rusa. Entender la realidad en la que vive, donde la estructura ha sido diseñada no para el bienestar del humano, sino para el buen funcionamiento de la estructura, hace que su sacrificio sea parte de la naturaleza de ese buen funcionamiento. También tiene que entender la reacción de su cuerpo, de sus emociones, de sus reflexiones, de sus posibles respuestas internas a sus preguntas, entender quién es él y qué está viviendo.

El humano sacrifica su capacidad de adaptación para sobrevivir dentro de una realidad llena de contradicciones. Descubrir la capacidad de sentir le mete en un bucle donde tiene que entender qué es suyo, qué es programa y qué es dado. Os aseguro que eso quita el sueño más de una noche y se puede convertir en una batalla interna por entender qué te está pasando. No hay vuelta atrás una vez entras. La llama interna de ese alma moribunda quiere salir de su prisión, quiere entender qué le está pasando, por qué no entiende por qué tiene esos conflictos consigo mismo. Pero tranquilo, la estructura tiene lo que necesitas para reincorporarte a ella y las circunstancias no te van a permitir que te relajes mucho ni dejarte marchar.

A partir de ahí comienza a descubrir un cuerpo que desconoce, que ha ido calmando y tapando síntomas confusos con algunos medicamentos o con algunas adicciones. Manifiesta patologías que son resultado de un cuerpo que sufre, a consecuencia de vivir a un ritmo que no es el suyo, o que no le ilusiona, o que no le gusta, y de una frustración instalada en un cuerpo huérfano de una capacidad de sentir.

Su camino ha comenzado, por supuesto lleno de dificultades, con ansia de cambio, pero hay que vigilar porque puede ser su propia trampa. La capacidad de sufrir es la que le anima a seguir porque lo que queda atrás le gusta menos. Las pequeñas batallas internas son las que le dan fuerza. El camino hasta llegar a ellas le llena de experiencia, de confianza y la serenidad le lleva a los primeros descansos. La paz no llega, pero comienza a notar que hay refugio y eso le da más fuerza para seguir. Comienza a sentirse como un humano. La llama comienza a salir de su prisión, la seguridad no es plena, aunque empieza a distinguir que lo que siente es puro. Él no lo sabe, pero su frecuencia comienza a vibrar más alto.

¿Qué se puede decir del ser humano? El ser humano tiene la capacidad de sentir más evolucionada. Sabe distinguir sus estados emocionales, percibe el origen de sus emociones, busca la paz interna y el silencio es su aliado. Se aparta del ruido, de todo aquello que altera su centro espiritual y, cuando entra en ese ruido, lo ha elegido él. Cuando busca en su interior respuestas, sabe dónde estar para encontrarlas.

Reconoce la dificultad de salir de una estructura de la que, en algún momento, fue un individuo más. La reconoce, descubre sus trampas, reconoce a las víctimas y a los verdugos. Sabe que no puede ayudar, por mucho que lo intente, ya que es imposible transmitir algo que no se ve, solo se puede sentir, y que para entenderlo algunos necesitarían más de una vida.

La soledad parece invadir la vida del ser humano, pero tampoco eso es del todo cierto, la relación va más allá de lo cotidiano. Valora el esfuerzo del humano, su nobleza, su capacidad de lucha, su entrega, su creatividad, sus expresiones emocionales, su fuerza, su grandeza. Aunque el ser humano es consciente de que el humano no es consciente de su grandeza, sabe valorar su lucha y su esfuerzo. También lo observa en sus penurias, distingue las trampas que le someten, la dificultad de vivir una realidad ajena a su voluntad, pero su autoengaño es superior, y el que está recibiendo aún más.

El ser humano, por supuesto, tiene sus riesgos también en un mundo que no ha sido construido para su naturaleza y en el que está lejos de ser aceptado. La vanidad se puede convertir en su peor enemigo en una estructura donde la capacidad de distinguir las trampas y a quienes entorpecen su camino se puede convertir en una pérdida de energía y un retroceso en lo que más importa. Si desaparece la empatía hacia el ajeno, el ser humano deja de hacer su camino, igual que si se acoge al apego.

Muchos podéis pensar que esto suena triste, pero el amor que recibe energéticamente por su conexión con la energía puede ser tan fuerte que tendrá una necesidad innata de contagiar a todo aquello que esté cerca de sí mismo, sin distinguir quién lo recibe.

El ser humano no está obligado a nada ni siente la obligación de nada. La libertad no la distingue como algo fuera de él, la libertad la percibe desde dentro. Liberarse de la programación a la que está sometido el individuo, y que somete al humano, es el inicio de una nueva etapa de la vida para el ser humano.

La necesidad de dar del ser humano choca y se puede confundir con la etapa materialista, egocéntrica y narcisista que arrastramos de vivir en el mundo material. Puede confundir a cualquiera y la necesidad de vivir en una estructura donde manda el dinero pone a prueba la dignidad de cualquier persona. En cambio, tiene igualmente una necesidad innata de aportar, transmitir o hacer, porque su interior nota la llamada de un alma que comienza a sentir la libertad y lo que antes observaba en el humano o en el individuo como un problema, ahora observa su grandeza.

Distingue un mundo muy diferente al que le han enseñado, observa la sensibilidad de todo lo que le rodea y, con el tiempo, percibe hasta su energía. Observa el universo no como un misterio, sino como parte de él, y puede llegar a pensar: “¿Ha sido la Tierra su último destino?”. Quizás no lo sabrá nunca, pero su alma está preparada para cualquier reto más.

El miedo a la muerte quedó atrás. El individuo, en su caso, la cultiva con terror; el humano la vive con miedo a enfrentarse a ella. En este aspecto, como en otros, el ser humano no puede hacer nada cuando observa sus miedos. Ni la compasión sabe que puede ayudar, porque al final son herramientas para una estructura que tapa sus fracasos y para calmar la ira del individuo que, aunque no lo parezca, también da miedo, o mucho miedo.

El ser humano, la libertad, le da paz. El silencio de su mente es su mejor aliado. Necesita la naturaleza como parte de su existencia. No distingue enemigos porque no los tiene. El problema lo tiene el individuo, ya que el ser humano es una contradicción viviente con todo lo que él representa. El ser humano es una amenaza para el individuo, porque representa algo que él no puede controlar. El individuo no puede vivir fuera de la estructura y, por eso, se convierte en guardián de algo que, a su manera de entender, también ha contribuido a construir. Él sí ve al ser humano como un enemigo, un obstáculo o un peligro para el resto de individuos.

El ser humano está por encima de las trampas del sistema. No entra en desafíos porque no los necesita. El ego está, pero no lo necesita. El miedo está ausente y, si se despierta, lo percibe como una alarma pero no lo permite instalarse en un cuerpo donde no hay lugar que le dé refugio. Las emociones las mueve con la misma habilidad con la que se toca un instrumento musical: con más práctica, más habilidad. No quiero decir que no sufra en algún momento, pero la percepción de su cuerpo y de la vida ha cambiado. No necesita documentarse para darse cuenta de lo que siente. La confianza en sí mismo le da la paz suficiente para continuar su camino. No es juez de nadie ni de nada, observa y elige. Utiliza todo como aprendizaje y la humildad le da paz además de curiosidad.

¿Quién es el constructor u origen de una estructura piramidal cada vez más inhumana?

Se podrían escribir páginas y páginas sobre este concepto de lo que llamamos humanidad. Seguro que os preguntáis cada vez más de dónde viene todo esto o quién creó esta idea de estructura de funcionamiento para cualquier sociedad.

Para cualquier historiador, supongo, lo podría tener claro, o para la antropología oficial también. Otras ciencias nos podrían documentar con bibliotecas llenas de libros que nos explicarían que el único responsable de todo este desastre —o, para algunos, de nuestra maravillosa historia— no es otro que el humano: víctima y verdugo de su propia realidad.

Aunque esto puede ser, en definitiva, nuestra realidad de cada día, hay más factores que ponen en evidencia la responsabilidad del humano en un mundo donde el diseño de la estructura social está por encima de él, donde su mayor aportación siempre ha estado en las trincheras, en la tierra, en las minas, en las fábricas o sirviendo o recibiendo las bombas.

Quien ha salido de toda esta encerrona ha tenido que aceptar las reglas del juego para tener una vida más digna a su manera de entender la vida, y con suerte no adormecer su alma.

Yo tampoco tengo la solución de este entresijo, pero sí reconozco que la ingenuidad de la humanidad está cambiando. Llevar soldados a la guerra cada vez es más difícil; por eso cada vez se construyen más armas inteligentes y autónomas, aunque el soldado está y estará, porque al final se tendrá que luchar contra la máquina y el humano seguirá siendo víctima de la violencia generada.

Aunque creemos que avanzamos y evolucionamos, la rueda del hámster no deja de girar. La capacidad del humano para adaptarse a infinitas realidades hace que la capacidad de autoengaño que utiliza para gestionarlas sea tan grande que no hay tiempo para descubrir su verdadera esencia.

Si tuviéramos que tener una amplia visión de este enigma de quién construyó la rueda del hámster o quién hizo que viviéramos dentro de esta estructura como si fuera algo nuestro, veríamos que cada bandera que nos identifica como un sentimiento de identidad —algo tan simple como una tela con colores— nos diferencia de otro humano. Aunque hay enormes diferencias de cultura, de riqueza natural dependiendo de la zona y de formas de vivir, por mucho que creamos ser el ombligo del mundo, al final somos humanos. Una especie que todavía necesita descubrir su esencia para crear su propia realidad.

Os voy a explicar tres posibles causas que pudieron crear esta estructura piramidal que arrastramos desde casi toda la historia de la humanidad, disfrazada de múltiples variaciones. Para entenderlo fácilmente, es como la estructura de un ordenador al que le vamos cambiando el sistema operativo para que funcione mejor, dependiendo de la necesidad del momento y de la demanda tecnológica que requiere ese momento. Este ejemplo es una metáfora de nuestra sociedad como estructura.

Cuando la estructura del ordenador no soporta una nueva versión del sistema operativo, se tiene que cambiar la estructura del ordenador o poner uno nuevo. En este caso, sería el mismo ejemplo que cuando entran en escena las crisis, las guerras, las pandemias, las revoluciones industriales o tecnológicas, etc., facilitando la nueva reconstrucción de una estructura nueva que permita la introducción de varios sistemas operativos.

Este ejemplo, a nivel de estructura social, serviría para facilitar la introducción de nuevas ideologías políticas, económicas y sociales, entre otras, adaptándose a la nueva estructura social. Las estructuras de poder cambian poco, simplemente se benefician de los nuevos avances. A partir de aquí se crea una nueva estructura que pueda soportar varias variaciones en el sistema con la misma estructura pero, si nos fijamos, la estructura piramidal nunca ha dejado de existir, solo se ha ido disfrazando de diferentes formas de funcionamiento. Esto es lo que yo llamo, con este paralelismo, los diferentes “sistemas operativos”.

El humano

El humano siempre ha sido el ojo del huracán. Siempre es el que dispara, el que mata, el que viola, el culpable de las mayores atrocidades, ya que no hay nadie más visible que quien ejecuta. Es el que crea y el que destruye en este mundo físico.

Decir que es víctima de su actitud es decir que no tiene autoridad hacia sí mismo y no responde de su responsabilidad. Esta idea es la que intento diferenciar entre el humano y el individuo. Al final de esta ecuación, el humano sí es víctima del individuo.

El individuo no tiene escrúpulos, se escuda en lo que él interpreta como el bien común, en una moral respaldada y justificada, donde se crean estructuras en las que el individuo tiene mucho protagonismo y afán por alcanzar un buen lugar en la estructura. Solo necesita un buen estómago que pueda endurecer o, en el peor de los casos, empastillar para soportar la presión, como también un corazón muerto en vida para tomar o ejecutar órdenes vacías de espíritu.

Por suerte, no toda la estructura está formada por individuos, pero su influencia crea grandes problemas al resto de los humanos. Esto no es un problema de países, ni de fronteras, ni de pobreza, ni de riqueza. Individuos los hay hasta en un poblado indígena, como un nómada en el desierto. No es algo solo de las sociedades occidentales, ni de élites, ni de trabajadores, ni de agricultores, ni de soldados, ni de generales. El individuo está porque hay algo que “necesita” que esté, y sabe cómo hacer para que esté donde tiene que estar.

A veces te preguntas: ¿son humanos o solo el envoltorio? ¿Son mentes gobernadas? Llamar ignorancia a todo ese vacío que maltrata al humano es caer en nuestra propia ignorancia.

Las élites

Las élites, o los que tienen el poder, ya que son los que dirigen o los que mueven el dinero con sus decisiones de un lado para otro, según para quién, tienen todos los números para que creamos que son los culpables de manejar esta estructura. Si tú te lo crees, todavía tienes mucho que observar.

Tampoco los vamos a exculpar, ya que sus acciones y su responsabilidad no están libres de sus consecuencias, que son las causantes de la gran mayoría de las miserias del humano. Aunque pueden ser marionetas de un poder que ni ellos saben distinguir, su capacidad de sentir puede ser nula, aunque su responsabilidad esté disfrazada de moralidad justificada y de una doble moral que puede hacer aún más daño, para satisfacer su frustración por seguir un mandato o un protocolo vacío de alma. Aunque todo esto suene a contradicción.

El poder siempre ha buscado mantener la estructura, convirtiéndose en el mayor guardián de la estructura, incluso de generación en generación por sus convicciones, al ser víctimas de su propio dogma que ellos mismos alimentan o que, de alguna manera, han recibido. Aun teniendo la idea del amor algo muerta con sus descendientes, convierten la tradición en un lema.

Ese interés hace sospechar de intereses ocultos lejos de nuestra comprensión. Aunque puede parecer que el dinero y la buena vida —o lo que ellos interpretan como buena vida— son el motor de este grupo de individuos y de otros que pueden estar atrapados por sus propias acciones o responsabilidades, el dinero se convierte en una herramienta más para sus fines, incluso en algunas ocasiones sin obtener beneficio directo, ya que el fin es más importante que el beneficio.

Aunque no lo parezca, en este grupo, por increíble que parezca, también hay humanos. De lo contrario no quiero ni imaginar lo que esto sería. El poder ambiciona y el éxtasis del éxito como forma de entender la vida, y el dogma recibido, hacen que este grupo se convierta en el gran motor engranado para soportar el peso y la responsabilidad de mantener una estructura a su medida.

Los individuos que manejan este grupo —aunque parezca una manía persecutoria, pero para transmitir la idea de lo que intento explicar—, os diría que no son dueños de sus pensamientos. Todo, de alguna manera, les ha sido dado. Todo lo recibido es parte de una doctrina o unas creencias dentro de lo establecido. Solo han decidido la dirección que tomar, pero nunca se han alejado de la estructura.

La debilidad general de estos individuos, en su campo energético, hace que reciban una frecuencia muy baja, donde el control es su mayor aliado, pero alrededor de eso hay ego, miedo, crueldad, humillación, desprecio, soledad, etc., y, sobre todo, nada de empatía. La empatía es un mal aliado del poder. Esta banda de frecuencia que mueven solo recibe lo mismo que dan. El problema es que el humano se convierte en su víctima y juguete.

El resultado de la ecuación

Definir como la solución del enigma lo que os voy a contar depende de quién lo lea. Para el individuo sería como romper con todo aquello por lo que lucha y todo su esfuerzo por la supervivencia de lo que él cree. Se daría una carcajada y exclamaría: “vaya gilipollez”, ya que es algo que siempre ha negado si ha sido fiel al oficialismo.

Para el humano, pobre, siempre se convierte en un rayo de esperanza, en una posible libertad. Reconocer su verdadera historia no le va a librar de sus opresores, ya que le llevan muchos siglos de ventaja. El humano lleva tanto engaño acumulado que ya no distingue su realidad y puede confundirse con otra mentira más, pero hay algo que no se le puede quitar: puede sentir que algo nuevo puede estar pasando y la esperanza se convierte en curiosidad.

Para el ser humano se le puede quedar una cara de satisfacción que no le va a alterar mucho más. Puede saber cosas, pero tampoco tiene el resultado de la ecuación, quizás ni lo necesite. Para el ser humano se convierte en un posible principio, pero sabe que hay infinitos más.

Por mi parte, os hablaré de una teoría que, para algunos, puede ser un insulto llamarla así. Solo la utilizaré como una posible explicación para entender nuestra realidad desde un punto de vista que, aunque parezca un cuento de ciencia ficción, tiene demasiadas evidencias que indican que podría haber sido el inicio de nuestra realidad y el principio de la historia de la humanidad jamás contada.

Es la historia de unos seres que, llegados de Orión, según se cuenta, fueron los creadores de la humanidad. No os voy a explicar la historia, quien tenga curiosidad que busque. Esta civilización se supone que creó al hombre por un interés puro y duro. Si profundizáis en el tema, entenderéis lo que era el Edén y el árbol de la vida.

Curiosamente, estos días ha saltado la noticia de los descubrimientos del Dr. Max Rempel sobre genética humana y una posible relación alienígena en algunas personas. Esta es una posible realidad que, aunque para algunos es una estupidez, os aseguro que es la que más se ajusta a nuestro mundo y a nuestra realidad.

El humano nunca ha sido libre de su destino. Siempre ha estado sometido, dirigido, dogmatizado, esclavizado, sacrificado, humillado, y, para qué os voy a explicar más que ya no sepáis. El humano se ha utilizado como una pieza más del tablero. También hemos recibido conocimiento de ellos, no todo es negativo, pero dentro de su interés. Para que te hagas una idea, esta estructura piramidal la tenemos porque debe de ser su forma de funcionar dentro de su especie.

Serán más avanzados, pero da la sensación de que están muy encallados en otros aspectos y hemos recibido parte de su herencia. Han creado nuestra civilización o, al menos, han participado de alguna manera. Está claro que nos han aportado lo mejor y lo peor de su civilización, ya que, porque sean extraterrestres, no están exentos de errores y responsabilidad, ya que nos crearon, como dicen los evangelios, a su imagen y semejanza.

Posiblemente tenemos genética de ellos, unos más que otros. Eso hace que no podamos despreciarlos como posibles creadores, pero su posible interés por el motivo de nuestra creación no tiene por qué convertirlos en dueños de nuestro destino.

Estos seres nunca se han ido o, al menos, dejaron parte de su legado o, como también es posible, su genética en su paso por la Tierra. Es lo que yo pienso. Puede que físicamente no estén, pero su descendencia y su legado, de alguna manera, se mantienen en secreto. Se cree que han llegado otras civilizaciones que, a su manera, contribuyen. Pensar que estamos solos como especie es tan ingenuo como creer que tienes la vida controlada. Saber de dónde llegan quizás es el gran enigma.

No me voy a extender con este tema, la curiosidad es dueña de cada uno y las vivencias o experiencias de cada uno condicionan su propia opinión. Convertir este artículo en una búsqueda de enemigos es que no se ha entendido nada. Esto no es una guerra contra nadie, pero si participas en ello, el problema lo tienes con tu propia consciencia, que es el motor de tu alma.

Aquí no estoy juzgando a las personas, sino invitando a que cada uno reconozca su papel en este mundo. Si estamos en este planeta, algo me dice que algo tenemos que arreglar con nosotros mismos, porque lo que está claro es que el narcisismo y el ego los tenemos algo alterados todos.

Espero que este artículo te haga observar el mundo desde otra perspectiva. Si te alimenta la curiosidad, la búsqueda y te despierta el alma, me doy por satisfecho. Gracias y buen camino.