La terapia de vidas pasadas se engloba dentro de las terapias regresivas, con la salvedad de no necesitar ningún tipo de hipnosis o inducción, ya sean de relajación o de respiración, para revivir las experiencias.
El principio de las terapias regresivas, y también el de la terapia de vidas pasadas, es el atrapamiento de la energía, del alma o de la consciencia en un momento pasado en el que sufrimos un trauma intenso o de cierta importancia. Este atrapamiento hace que nuestra consciencia reviva permanente y constantemente ese momento, activando cierta serie de impulsos, emociones o conductas ante situaciones o personas similares.
La terapia de vidas pasadas trabaja sobre los síntomas de estos atrapamientos, que suelen ser físicos como dolores localizados, presión en el pecho, la garganta o la cabeza, dolor en una pierna, en la espalda, las manos, etc, o se manifiestan como emociones intensas como angustia, ansiedad, necesidad de salir corriendo, agresividad, etc. Revivir la situación original, haciendo consciente los elementos que pasaron desapercibidos, ya sean físicos o emocionales, permite sanar el trauma y romper el vínculo que atrapa nuestra consciencia en ese momento.
El pensamiento es un complejo conjunto de conexiones neuronales que se activan y desactivan produciendo pequeñas descargas energéticas. Cuando estamos atorados en un pensamiento que nos bloquea y se convierte repetitivo, creándonos sensaciones de repetición o obsesión, neuronalmente también se produce esta repetición obsesiva de conexiones neuronales una y otra vez, cíclicamente.
Cuando pensamos en un concepto una y otra vez, “no soy capaz, no lo consigo, no sirvo para los idiomas”, se activa una y otra vez el mismo recorrido neuronal. Estos recorridos neuronales nos conectan con nuestras creencias - si os fijáis la misma palabra creencias, viene de crear - creamos una y otra vez nuestra realidad mental, recorriendo neuronalmente los mismos caminos, las mismas conexiones. En un escáner cerebral observaríamos como se interactúan energéticamente estas conexiones neuronales según que creencia, frase o concepto pronunciamos.
En casi todos mis artículos he sido crítico contra las diferentes industrias que, con el beneplácito de las autoridades sanitarias, no solo, nos están estafando por vendernos artículos alterados o adulterados, nos están envenenando.
Pero, como muchas veces he dicho, “nos da todo igual, no nos importa nada en absoluto”, estamos inmersos únicamente en seguir sobreviviendo y convirtiendo nuestra vida en nuestras propias cadenas de esclavitud. Somos esclavos de nosotros mismos, incapaces de alzar la voz ante la injusticia o/y el abuso de poder. Somos políticos de la cobardía, políticos de la miseria humana, además de cómplices indispensables de las Industrias que lentamente nos están envenenando.
Nos sentamos frente al ordenador para escribir sobre nuestros conocimientos de las diferentes terapias “naturales” sin saber el origen de nuestra debilitada salud, hablamos sentando cátedra de lo que aún no conocemos, pero somos incapaces de reconocer que, simplemente estamos asumiendo el papel de sumisos siervos de una decadente sociedad, a la que poco le importa el sufrimiento de los demás.
O sí. Ahora lo veremos. Lo que es casi seguro es que, al leer el titular, has fruncido el entrecejo, has abierto la boca y has pronunciado algo similar a ¿eh?, ¡este está loco! Y que esa reacción motórica muy posiblemente haya venido acompañada de varias frases y pensamientos al respecto... Y si estás leyendo esto, es porque también habrá aparecido cierta actitud de curiosidad, y finalmente la acción de clicar con el ratón...
Y aquí estamos, explorando sobre la realidad y los beneficios que contiene el muy trillado aforismo “tú, aunque estés mal, sonríe”. Al preguntar a otras personas por la razón por la que se emplea esta frase, en muchas ocasiones me he encontrado con la misma respuesta: puede que sea por un tema cultural. En nuestra Sociedad NO está permitido estar mal, sentirte triste, vulnerable... porque el que está enfrente no sabe lidiar con ese tipo de situaciones. Le incomoda. No sabe qué decir o hacer... Así que seguramente alguien con muy buena intención dijo “tú, aunque estés mal, sonríe”.
Vaya tela...
Pues sí, puede tener su sentido y su utilidad. Pero hay más. Y, a mi juicio, más interesante que el mero hecho de no querer incomodar al otro con mi momento emocional; por un lado, el miedo a mostrarnos y, por otro, el miedo a sentir y recibir al otro tal como se encuentre, con su mal momento vital...
Puede que sea por un tema cultural. En nuestra sociedad NO está permitido estar mal, sentirte triste, vulnerable... porque el que está enfrente no sabe lidiar con ese tipo de situaciones. Le incomoda...