O sí. Ahora lo veremos. Lo que es casi seguro es que, al leer el titular, has fruncido el entrecejo, has abierto la boca y has pronunciado algo similar a ¿eh?, ¡este está loco! Y que esa reacción motórica muy posiblemente haya venido acompañada de varias frases y pensamientos al respecto... Y si estás leyendo esto, es porque también habrá aparecido cierta actitud de curiosidad, y finalmente la acción de clicar con el ratón...
Y aquí estamos, explorando sobre la realidad y los beneficios que contiene el muy trillado aforismo “tú, aunque estés mal, sonríe”. Al preguntar a otras personas por la razón por la que se emplea esta frase, en muchas ocasiones me he encontrado con la misma respuesta: puede que sea por un tema cultural. En nuestra Sociedad NO está permitido estar mal, sentirte triste, vulnerable... porque el que está enfrente no sabe lidiar con ese tipo de situaciones. Le incomoda. No sabe qué decir o hacer... Así que seguramente alguien con muy buena intención dijo “tú, aunque estés mal, sonríe”.
Vaya tela...
Pues sí, puede tener su sentido y su utilidad. Pero hay más. Y, a mi juicio, más interesante que el mero hecho de no querer incomodar al otro con mi momento emocional; por un lado, el miedo a mostrarnos y, por otro, el miedo a sentir y recibir al otro tal como se encuentre, con su mal momento vital...
Puede que sea por un tema cultural. En nuestra sociedad NO está permitido estar mal, sentirte triste, vulnerable... porque el que está enfrente no sabe lidiar con ese tipo de situaciones. Le incomoda...
Las relaciones tóxicas pueden darse en el ámbito de la pareja, en relaciones familiares, de amistad, de compañeros de trabajo,... Son relaciones en las que no nos acabamos de sentir bien porque la otra persona nos manipula, nos intenta hacer sentir culpables y eso nos roba energía.
Lo curioso es que, aunque nos sentimos mal, no somos capaces de romper la relación porque si lo intentamos o le expresamos a la otra persona nuestros sentimientos, ella utiliza el chantaje emocional con frases del tipo: «¿Cómo puedes hacerme esto...», «Con lo que yo te quiero», «Ya sabía yo que esto no podía ser... fíjate, con todo lo que he hecho yo por ti...» y nosotros quedamos atrapados en la culpa y nos decimos que no es para tanto, que tenemos que ser más pacientes y aguantamos, esperando que la relación mejore. Pero las cosas no mejoran y nos sentimos atrapados en una relación que nos genera sufrimiento. Podemos decir que estamos «enganchados» a esa relación tóxica.
Las relaciones tóxicas conllevan un gran desgaste emocional que puede afectar seriamente a nuestra salud. Invertir tanto tiempo y energía en negarnos a nosotros mismos, intentando ser y hacer lo que la otra persona nos exige para evitar que se enfade y en autoengañarnos pensando que de esta manera vamos a salvar la relación, tarde o temprano nos pasará factura.
Cuando estamos en una relación tóxica, anteponemos las necesidades de la otra persona a las propias, hacemos todo aquello que quiere para complacerla, negamos nuestros propios sentimientos, dejamos de hacer aquellas cosas que nos gustan si no son del agrado de la otra persona y vivimos en una tensión constante porque tememos que se enfade y que aparezcan los reproches. Poco a poco, vamos negando nuestra propia identidad y, de alguna manera, desaparecemos. Emergen sentimientos de culpa, de tristeza, de frustración y de impotencia que repercuten negativamente en nuestra autoestima y autoconfianza.
La gran preocupación de muchos españoles es la “jubilación”. Miles de jubilados se manifiestan cada semana pidiendo lo que por derecho le pertenece. Y los “políticos” para justificar su sueldo, discuten día tras día, el incremento de una miseria. Para tener saneadas las cuentas de los jubilados el gobierno, entre otras cosas como disminuir sus salarios, tendrá que eliminar la corrupción y el fraude del sistema sanitario.
En un país campeón en corrupción política y fraude fiscal, ¿alguien piensa que el sistema sanitario es la Virgen María?
Son muchos los casos de diferentes tipos de corrupción y fraude dentro de las diferentes Organizaciones de Salud, desde la manipulación de estudios científicos, hasta el pago a médicos para que receten ciertos medicamentos en concreto, esto sin contar la apropiación indebida de todo tipo de artículos, desde guantes hasta papel higiénico. Aunque nos parezca muchos, los casos de corrupción solo son la punta del iceberg de un fraude generalizado y que ocurre en todos los niveles de la organización sanitaria.
En 2013 un informe de la UE señaló, que el sector de la salud era especialmente vulnerable a la corrupción debido a:
En un informe de transparencia internacional sobre la corrupción en los sistema de salud, se afirmaba:
El alcance de la corrupción (en los sistemas de salud) es, en parte, un reflejo de la sociedad en la que opera.
Savedoff, W. & Hussmann, K. 2006. ‘Why are health systems prone to corruption?’. Global Corruption Report, Transparency International.
El Eurobarómetro publicado en 2012, el 60% de los encuestados españoles consideraba que entre los profesionales de la sanidad pública se daba con frecuencia “el abuso de posiciones de poder para su beneficio personal“. En el Informe de la UE “Study on Corruption in the Healthcare Sector” de 2013, se consideraba que entre el 10 y el 25% del gasto de contratación pública para la provisión de tecnologías sanitarias y productos farmacéuticos se perdía en prácticas corruptas. En el año 2012, el 17% de todo el gasto sanitario en la UE correspondió a medicamentos y el 7,5% a tecnologías sanitarias: en total unos 300.000 millones de euros, de los que se estiman de 30.000 a 75.000 millones fueron sobre-costos debidos a prácticas corruptas.
Hay que diferenciar entre los procesos fisiológicos automáticos de carácter inconsciente (como el respirar, los latidos cardíacos, la secuencia de movimientos al caminar o al conducir un vehículo) y los procesos psíquicos inconscientes que surgen como resultado de un mecanismo de defensa del ego. Estos son el objeto de nuestro estudio.
El proceso que da lugar al inconsciente se puede resumir como la negación o represión de ciertos contenidos psíquicos. Por ejemplo, es posible no ser consciente del odio o del amor que sentimos hacia alguien, así cómo podemos no ser conscientes de un trauma psíquico de la infancia. La mente inconsciente no es un lugar de la mente sino un mecanismo. El inconsciente no consiste en una especie de almacén donde se ocultan cosas sino en un mecanismo de desconexión, un apagado de la luz de la consciencia ante la presencia de ciertos contenidos psíquicos.
Ese apagado no es casual, sino el resultado de la negación de lo que no se quiere ver. Parece ser un proceso involuntario pero no lo es. Se trata de una decisión que se toma a voluntad en una pequeñísima fracción de segundo y luego se olvida porque queremos olvidarlo. Vemos lo que queremos ver. Lo que no queremos ver, simplemente no lo vemos. Cuando empleamos la palabra “ver” en este contexto nos referimos a un proceso psicológico, no a algo que se hace con los ojos del cuerpo. Aquí ver equivale a pensar y sentir algo.
Por supuesto, no es necesario ser conscientes todo el tiempo de todos los pensamientos, sentimientos y emociones, pero sí es necesario ser consciente de los pensamientos, sentimientos y emociones que se alimentan en este preciso momento, ahora mismo, pues ellos son la causa de lo que ahora sentimos.