El Dr. Edward Bach, estableció que su obra basada en los 38 principios florales que estudiaba, buscaba un equilibrio del individuo partiendo del reconocimiento de los conflictos internos a los que ese individuo estaba siendo sometido. En resumen, esta terapia floral buscaba solventar de forma natural los conflictos internos propios de la evolución del ser humano a lo largo de su trayectoria vital.
La etapa en la que empezamos a mirar cara a cara a esos conflictos en la adolescencia.
En este artículo partimos de la premisa que es el propio paciente el que debe actuar y equilibrar esos conflictos y que lo único que harán las Flores de Bach será abrir un posible camino que facilite la solución y equilibrio de ese conflicto.
Deberemos trabajar con un niño que ha dejado de ser niño para mostrar signos de rebeldía ante el hecho de abandonar esa niñez y enfrentarse a una nueva etapa, pero controlado todavía por padres, profesores, sociedad, etc. Nos encontramos ante un individuo que empieza a desarrollar sus propias ideas y que no consiente la imposición de las ideas o valores de los demás aunque sean para su propio beneficio.
La Medicina Tradicional China (MTCh) considera al cuerpo humano un "Tao", un conjunto íntegro de materia y energía, de psique y soma. En este contexto, se considera que existe una relación directa entre las funciones físicas y las funciones psíquicas, clave para comprender los comportamientos, las emociones y las manifestaciones del alma.
Para la bioenergética, las actividades mentales, como las otras actividades vitales, son producto de las actividades funcionales de las vísceras (Fu) y de los órganos (Zang).
Pero vayamos por el principio. Los rasgos esenciales de la personalidad vienen determinados por una energía básica, ancestral, heredada de nuestros padres y a través de éstos de nuestros antepasados. A esta energía se le denomina "Zhong Qi" (energía hereditaria o genética), que también determina nuestras tendencias físicas y la predisposición a padecer enfermedades.
Esta energía se materializa en las glándulas suprarrenales y es irreemplazable, es decir, venimos a la vida con una “batería” energética totalmente individual, intransferible e “irrellenable”.
En el mundo en el que vivimos un gran número de personas adultas viven o han vivido una depresión clínica. Es un trastorno que podríamos considerar como relativamente frecuente en el mundo moderno, que puede venir determinado por varias causas y conocido. Pero, ¿qué pasa cuando la depresión la presenta un niño o adolescente?
Para saber más, primero debemos definir qué es la depresión infantil.
Se trata de un trastorno del estado de ánimo. Por lo tanto, afecta a la manera en que nos sentimos hacia nosotros mismos y el mundo que nos rodea, durante un período de tiempo prolongado. Asimismo, dependiendo del grado, resulta altamente incapacitante y lleva asociado un gran malestar, al igual que en el caso de los adultos.
Puede aparecer en niños de diferentes edades y en adolescentes manifestando y expresando una sintomatología que dependerá tanto de las características personales del niño como del nivel de desarrollo, entorno social, familiar y escolar, relaciones con los iguales, etc.
Tener una alta o baja autoestima va a condicionar nuestras relaciones personales, nuestro trabajo, las decisiones que tomamos y, en definitiva, la manera en que vemos el mundo.
Hay una frase que dice “No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos nosotros”. Todos interpretamos la realidad a través de nuestro propio filtro. De nosotros depende ver el vaso medio lleno o medio vacío. Y esa interpretación que hacemos tanto de nosotros mismos como de cuanto nos rodea depende de nuestra autoestima, de cuan merecedores de felicidad nos sentimos.
¿Os habéis preguntado en alguna ocasión por qué hay personas a las que todo les va bien y otras que fracasan y se sienten frustradas? No se debe al azar, al destino, a la casualidad o como queráis llamarlo. El éxito o el fracaso depende de nuestra autoestima.
La persona con una buena autoestima es una persona que se siente segura de si misma, que confía en sus recursos y que, por lo tanto, ve la vida con optimismo y entusiasmo. Se sentirá capaz de probar cosas nuevas y de asumir riesgos, en los obstáculos verá oportunidades para aprender y para crecer como persona. Su carácter optimista y carismático, le permitirá mantener relaciones sanas y satisfactorias.
En cambio, la persona con una autoestima baja dudará de sus propias decisiones, no se atreverá a arriesgarse porque le dan miedo los cambios. Al no confiar en si misma, verá los obstáculos como insalvables y tenderá a estancarse tanto personal como profesionalmente al no atreverse a salir de su zona de confort. Será una persona que busca la aprobación de los demás por lo que tenderá a establecer relaciones de dependencia.