Tener una alta o baja autoestima va a condicionar nuestras relaciones personales, nuestro trabajo, las decisiones que tomamos y, en definitiva, la manera en que vemos el mundo.
Hay una frase que dice “No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos nosotros”. Todos interpretamos la realidad a través de nuestro propio filtro. De nosotros depende ver el vaso medio lleno o medio vacío. Y esa interpretación que hacemos tanto de nosotros mismos como de cuanto nos rodea depende de nuestra autoestima, de cuan merecedores de felicidad nos sentimos.
¿Os habéis preguntado en alguna ocasión por qué hay personas a las que todo les va bien y otras que fracasan y se sienten frustradas? No se debe al azar, al destino, a la casualidad o como queráis llamarlo. El éxito o el fracaso depende de nuestra autoestima.
La persona con una buena autoestima es una persona que se siente segura de si misma, que confía en sus recursos y que, por lo tanto, ve la vida con optimismo y entusiasmo. Se sentirá capaz de probar cosas nuevas y de asumir riesgos, en los obstáculos verá oportunidades para aprender y para crecer como persona. Su carácter optimista y carismático, le permitirá mantener relaciones sanas y satisfactorias.
En cambio, la persona con una autoestima baja dudará de sus propias decisiones, no se atreverá a arriesgarse porque le dan miedo los cambios. Al no confiar en si misma, verá los obstáculos como insalvables y tenderá a estancarse tanto personal como profesionalmente al no atreverse a salir de su zona de confort. Será una persona que busca la aprobación de los demás por lo que tenderá a establecer relaciones de dependencia.
Llega el cambio de estación, los días son más largos, hace más calor pero en contra de lo que debiera pasar, notas que estás más cansado, apático, sin ganas de hacer cosas, etc. Quizás se deba a que estás sufriendo lo que se conoce como astenia primaveral.
Vamos a ver primero ¿qué es la astenia primaveral?
Se entiende como astenia primaveral a la sensación de cansancio, falta de vitalidad y apatía que acompaña el cambio de estación de invierno a primavera. Por lo tanto, es una sintomatología leve y pasajera que nos acompaña durante un periodo más o menos largo pero siempre coincidiendo con el cambio de estación.
La explicación de la astenia la encontramos en los cambios hormonales y aumento de las horas de luz que acompañan este periodo. En este sentido, el cuerpo ha de adaptarse a los días más largos produciendo una segregación diferente de las hormonas. Por lo tanto, aunque los cambios son para toda la población, dependerá de la sensibilidad de cada persona a dichos cambios, la presencia o no de astenia primaveral. Asimismo, otros factores como el estrés, ritmo de vida o los hábitos alimenticios pueden influir en su sintomatología.
Dicen que Dalí, creo que él mismo lo contaba, para hacer la siesta se sentaba en un sillón de orejeras con una cuchara en la mano y un plato de lata en el suelo, justo debajo de la cuchara. Cuando se dormía, al distenderse los músculos de la mano la cuchara caía en el plato con un magnífico estruendo que marcaba el fin de la siesta.
Esto nos lleva a una paradoja que seguramente todos hemos vivido alguna vez: a veces, un único momento de “desconexión” nos procura un mayor descanso que un largo sueño, especialmente en lo mental. Quizá las sensaciones de cansancio físico persistan pero, de modo similar a cuando reiniciamos un ordenador, parece que hayamos “reiniciado” nuestra mente, descargándola de información obsoleta y de los condicionamientos de la actividad reciente y, con ello, revitalizado todo nuestro organismo.
De vez en cuando el ordenador nos pide que lo reiniciemos para poder actualizar su sistema operativo. Al hacerlo, hacemos posible que actualice sus sistemas y siga funcionando con nuevas prestaciones que antes no tenía. Sin embargo, durante el tiempo que dura la actualización, el ordenador no deja de funcionar, sino que está funcionando en otro modo, bajo una configuración diferente de la que hace posible que interactuemos con él normalmente.
Esto también es similar a lo que pasa durante el sueño y durante la relajación: actualizamos nuestro organismo y nuestra mente que, sin embargo, no dejan de funcionar, sino que simplemente lo hacen bajo un “configuración” diferente.
Solemos cuidar todo lo que nos importa, aunque demasiadas veces nos ponemos manos a la obra sólo cuando lo hemos perdido o estamos a punto de hacerlo. Eso no les ocurre a los buenos agricultores.
Igual que las tierras necesitan del cuidado esmerado y los conocimientos de quien las trabaja, nosotros precisamos de buenas prácticas para cultivar nuestra energía vital, la fuerza que nos hace estar vivos y sentirnos vivos.
Pero antes de hablar de las prácticas que nos ayudan a mejorar, veamos qué elementos forman parte de este cultivo tan especial.