Cómo liberar el trauma según las tesis del Dr. Gabor Maté.
Los traumas psicológicos y emocionales, generan trastornos disociativos y todo tipo de trastornos mentales, ansiedad, depresión, miedos, etc., y estos generan todo tipo de enfermedades cardíacas, digestivas, renales, musculares, etc., por toda la situación de estrés crónico o acumulado vivido en esas experiencias traumáticas.
En el artículo que publiqué en este mismo portal expongo, tanto el desconocimiento que hay sobre el trauma como sus secuelas. Ahora Gabor, va más lejos, si el trauma nos produce todo tipo de trastornos y enfermedades, lo que tenemos que tratar, no son las enfermedades y trastornos psicológicos, sino el origen de todo ello, tenemos que tratar el trauma que genera todas esas enfermedades. Con esta frase, para empezar el artículo, lo define muy bien, cuáles son los pasos a seguir, para afrontar y superar tu trauma.
Durante los años en que la llamada Nueva Era marcaba tendencias en el ámbito del desarrollo personal, una noción se popularizó con fuerza: la de que cada ser humano era, en cierto modo, un creador de su propia realidad. La premisa era sugerente: lo que pienso y siento, aquello en lo que creo profundamente, acaba manifestándose en el mundo que me rodea.
Sin embargo, esta concepción se interpretó a menudo de manera determinista, como si todo dependiera exclusivamente de la vibración individual. El error era evidente: olvidar que no estamos solos, que vivimos en una compleja constelación de causas y efectos donde también interactúan otras personas, comunidades enteras, y hasta fuerzas no humanas que influyen en la existencia.
Hoy, ya con mayor perspectiva, la idea de ser creadores se matiza y se amplía: no somos omnipotentes, pero sí cocreadores. Nuestras acciones, pensamientos y emociones influyen de manera decisiva no solo en nuestra vida, sino también en la de quienes nos rodean, aunque no la determinan.
Estudios recientes de La Universidad de Ginebra, demuestran que los abusos tienen repercusiones psíquicas en las víctimas, y hoy demuestran que también dejan un rastro biológico en el ADN. Un rastro que los investigadores de la Universidad de Ginebra han evidenciado, los Docs. Yvan Elli y Chantal Palattier.
Según este estudio demuestra que los traumas dejan huellas y no solo psicológicas sino también genéticas. Con muestras de sangre de los pacientes, víctimas de situaciones traumáticas, atendidos en el área de psiquiatría, y analizada por los doctores, especialistas en el estudio de la ingeniería genética.
Averiguaron que había una forma de cicatriz en el ADN, de esos eventos traumáticos experimentados por estas personas que han sido abusadas, durante su vida, en circunstancias difíciles, y en la mayoría de los casos en periodos de su infancia. Estas marcas en la superficie o epigenética, del ADN, reflejarían ese estrés tan fuerte sufrido como resultante de un trauma.
A que hace referencia esta pregunta, a primeras es absurda. No, no estoy dormido, estoy despierto, si te refieres a mi situación ahora o de mi actitud en la vida. Para George Gurdjieff, filósofo armenio,1866- 1949., pasamos nuestra vida, en actos automáticos, repetitivos y previsibles.
Según Gurdjieff, todo lo que hacemos, lo hacemos por una programación que hemos recibido, una heredada de nuestro clan familiar y generacional dentro de la sociedad en la que hemos nacido, una segunda de nuestros padres y familia. Y una tercera formativa en escuelas, institutos, universidades, profesiones, etc.,
Estas tres programaciones actúan en nosotros siempre, creando una forma de ver el mundo y de actuar. Frente a cada situación damos una respuesta automática, aprendida por toda esta programación, se nos genera automáticamente un pensamiento y actuamos según él. Esta programación al estar intrínsecamente adquirida paralelamente a nuestro crecimiento está impregnada en nuestros estados emocionales, así cada respuesta automática, de esta programación, nos genera un estado emocional, miedo, rabia, felicidad, asco, tristeza. Esta programación queda asimilada como parte de mí, de mi yo, y con la aparición del ego, forma una personalidad, de la cual no somos conscientes ya que la confundimos con nosotros mismos.