Los hijos son nuestros grandes maestros.
Desde que son concebidos captan nuestros estados de ánimo y responden a él.
Son como esponjas con rádar que perciben nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestros miedos, nuestras certezas y nuestras mentiras. Las de cada padre/madre individualmente y las tensiones entre la pareja.
A un niño no se le puede mentir: lo nota.
Muchas veces se muestras irritables, inseguros o agresivos, y el motivo hay que buscarlo en lo que "respiran" en casa.
Por eso son nuestros maestros: porque si queremos que todo vaya bien con ellos,estamos obligados a cuestionarnos a nosotros mismos, a enfrentarnos a nuestros conflictos y mentiras y resolverlos. Ellos notan ese esfuerzo y lo agradecen.
Es un trabajo duro, pero vale la pena!
www.olgavalencia.com