Durante décadas, el dolor ha sido considerado, exclusivamente, como una consecuencia o reacción de alarma ante algún daño en nuestro organismo.
Esta concepción del dolor consideraba que la intensidad de éste era directamente proporcional a daño sufrido. Pero esta caracterización ha presentado evidentes limitaciones a lo largo de la historia del tratamiento del dolor, ya que los supuestos de los que partía simplemente no se ajustaban a muchos de los problemas de dolor atendidos, especialmente en los síndromes de dolor crónico benigno.
Los pacientes con dolor al margen de experimentar la sensación de dolor también sufren cambios significativos en su vida diaria, como puede ser la disminución de la actividad, problemas de interacción familiar, dificultades sexuales, trastornos de sueño, retraimiento social, disminución de la energía, sensación de tristeza, indefensión o incapacidad. Por todo esto, las intervenciones psicológicas persiguen también ser efectivas en el control de esos aspectos ligados al dolor.
¿Sufres dolor crónico? ¿cómo llevan esta situación el resto de personas de tu entorno? ¿qué tipo de terapia te ha resultado más eficaz?
Gracias por tu participación!