A menudo no resulta fácil calmar la mente, sobre todo porque hace falta tiempo. La calma y las prisas, incluso las prisas por calmarse, son como el agua y el aceite.
La mente es como un niño que nos reclama atención, y cuando se la damos necesita un tiempo para mostrarnos lo que está haciendo, lo que ha descubierto, lo que le está pasando... Si la escuchamos amorosamente, tal como escucharíamos a un niño, mucho o poco se irá calmando por si sola. A partir de ahí resulta más fácil atraerla a la atención al cuerpo, a la respiración, o simplemente al aquí y ahora, y si queremos profundizar aun más podemos seducirla con una meditación o una técnica de relajación, como seduciríamos a un niño con un nuevo juego. Si aun así resulta muy difícil, hacer algo creativo: cantar, bailar, escribir, pintar, modelar, hacer algo expresivo, algo en lo que la mente se pueda vaciar.
En cualquier caso, creo que la idea básica sería esa, dedicarle tiempo, lo cual puede suponer cambios en nuestro estilo de vida. Si queremos calmar la mente, necesitamos tiempo para no hacer nada.