El consuelo

21 Feb 2021 lectura de 5 minutos
El consuelo

El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda.Oliver Goldsmith

El tiempo del Covid-19 solo ha extremado lo que hace poco a poco, pero continuamente, sucede en nuestra sociedad: las personas se aíslan progresivamente, pierden el contacto con los demás y opta por el contacto electrónico. Incrementa la soledad y la desconfianza.

Algo que siempre me ha llamado la atención es la capacidad predictiva de Isaac Asimov. Este autor, dentro de su extensa obra sobre “La Fundación”, imagina el planeta Solaria. Como sabemos, Isaac es el creador de las leyes básica de la Robótica y aprovecha sus escritos para analizar la IA. En Solaria, el ratio robot/humanos aproximado de 10.000/1 y una densidad de población de 1 habitante por cada 2350 km cuadrados. Es decir, máximo aislamiento. Unos viven a cientos de kilómetros de otros, aislados de humanos y servidos por robots.

Pero no solo se trata de densidad: Los solarianos parecen sociópatas con un arraigado miedo al contacto directo entre personas, que sólo se comunican a distancia, mediante sofisticados medios electrónicos, reduciendo al mínimo indispensable los contactos personales. Sorprende que esto esté escrito en los años 40. Isaac ya predice lo que he llamado “contacto electrónico” y el aislamiento.

¿Qué queda entonces de nuestra capacidad de consolar y de recibir tal beneficio? Se hace necesario admitir que necesitamos a los demás y que los demás nos necesitan y disponer de la capacidad de empatizar, de sentir con el otro.

Mira con los ojos de otro, escucha con los ojos de otro y siente con el corazón de otro.

Alfred Adler

No se trata de promover la solución, sobre todo de cuestionar que no la tienen, sinó de acompañamiento, de aprender a escuchar. Es suficiente con estar presente y emitir la señal que el otro espera: Estoy aquí.

  • Aprender a escuchar: estate atento a lo que el otro dice y trata de comprender lo que está comunicando y sintiendo, percibir lo que dice, lo que no dice y lo que quiere decir.
  • Tiempo: dale tiempo, estate a su lado, sin prisa esperar. Es una parte relevante del acompañamiento. El simple hecho de estar es consolador.
  • Asume el sufrimiento: no sirve de mucho decir «no estés triste», «lo superarás», «ahora has de ser fuerte», etc. Solo obedece a lo que tu necesitas, no al consuelo que no aconseja al que lo necesita. Respeta su dolor.
  • Un abrazo, coger la mano: aprende a dar un abrazo en el momento que el otro decae. El abrazo es una forma muy especial de tocar, Alivia el dolor, la depresión y la ansiedad, la soledad, los miedos, abre la puerta a los sentimientos. Refuerza la sensación de cercanía y seguridad.
  • Consolarte tu mismo: cuando no hay respuesta a tu alrededor, o las circunstancias no lo permiten hay que bucear en nuestro interior y buscar los recursos necesarios para sentir consuelo. Puedes descargar de forma digna llorando. Digna significa no estar más de lo debido, no acercarse a una autocompasión mal entendida.

El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras.
Concepción Arenal

Escúchate, escríbelo, compréndete, busca las causas y tómate tu tiempo. Igual que consolarías a otro.

Al margen de las propuestas básicas y más o menos estándar que son útiles y más o menos consensuadas, hago incidencia en la comprensión del sufrimiento:

En el consuelo, deberíamos tener en el horizonte la clase de mundo y experiencia en la que vivimos, en la impermanencia de todo y con una vida limitada, la enfermedad y la vejez como fuentes del sufrimiento, pero sobre todo aferrarnos a los deseos. Es consolador conocer estas realidades y también la asunción de los instintos destructivos que acentúan el dolor.

Por último, aunque fue un escritor escandinavo admirable, os cito un texto de Stig Dagerman, que es el ejemplo del resverso desconsolado. Por favor, aléjense de esta forma de pensar. Él optó por el suicidio muy joven.

Nuestra necesidad de consuelo es insaciable...

[...] Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de Dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si esta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo, ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable. [...]