Vida y muerte: de la autoconsciencia a la supraconsciencia

Durante siglos, la muerte ha sido uno de los grandes tabúes de la humanidad. La sociedad moderna, tan volcada en la razón, ha tendido a esconderla: la apartamos en hospitales, la envolvemos en eufemismos, la reducimos a estadísticas. Pero en los últimos años, investigaciones científicas, testimonios clínicos y experiencias personales están devolviendo a la muerte un lugar central en la reflexión humana. ¿Y si no fuera un final, sino una transición? ¿Y si la conciencia persistiera más allá del cuerpo?
La muerte forma parte de nuestro ciclo vital: sin vida, no hay muerte. Su sentido es precisamente ese: el cierre de una vida biológica. Pero la vida no tiene como sentido la muerte, sino algo más amplio y profundo. Más trascendente y misterioso. Como dijo Gandhi: “Si la muerte no fuera el preludio de otra vida, la vida presente sería una burla cruel”.
La búsqueda de sentido: del alma a la ciencia
Desde la antigüedad, sabios y filósofos han buscado respuestas a este gran misterio. Platón afirmaba que, al morir, “la parte mortal se extingue, pero el principio inmortal se retira sano y salvo”. Marco Aurelio lo describía como “cambiar de residencia”. Hoy, algunos siguen viendo en estas ideas simples creencias. Para otros, son brújulas que orientan el alma. La esperanza.
Una figura clave fue la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, pionera en los cuidados paliativos. Acompañó a miles de personas en su tránsito final y enseñó que morir “no es el final, sino una transformación”. Su frase más recordada: “La muerte no existe; la gente solo muere cuando la olvidan”.
También desde una mirada más divulgativa, el periodista JJ Benítez afirma que “la muerte no es más que una puerta” y que “la materia se convierte en luz que piensa”. Más allá de la controversia, muchos de sus relatos coinciden con testimonios clínicos: encuentros con seres fallecidos, ambientes luminosos, pérdida del miedo. Ideas que resuenan con el sentir de muchas personas.
Las experiencias cercanas a la muerte: ciencia que abre puertas
En 1975, el psiquiatra Raymond Moody marcó un antes y un después con su libro Vida después de la vida. Recogía cientos de testimonios de personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y luego reanimadas. Todas describían vivencias similares: verse desde fuera del cuerpo, atravesar un túnel, encontrarse con familiares fallecidos y sentir una paz inmensa.
A estas vivencias se las conoce como ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte). Lo llamativo es que se repiten en todas las culturas, religiones y edades, y que han sido estudiadas por médicos de todo el mundo. Entre ellos, Bruce Greyson, Pim van Lommel, Sam Parnia, Eben Alexander o Manuel Sans Segarra.
Greyson, referente mundial en este campo, afirma que “la mente sigue funcionando incluso cuando el cerebro ha dejado de hacerlo”. Van Lommel, cardiólogo, publicó en The Lancet que “la conciencia puede estar presente sin actividad cerebral detectable”. Para el Dr. Sans Segarra, nuestras experiencias apuntan a una “conciencia no local” que continúa después de la muerte, posiblemente en otra dimensión o universo paralelo.
La supraconsciencia y el multiverso: una nueva mirada
En su libro La Supraconciencia existe: Vida después de la vida, el Dr. Sans Segarra sostiene que existen pruebas científicas para afirmar que la muerte física no es el final. Basado en casos clínicos y en principios de la física cuántica, plantea que, tras la muerte, la conciencia se traslada a una dimensión energética distinta, en el marco de lo que hoy se conoce como multiverso.
Define la supraconsciencia como una forma de conciencia superior, no limitada al cuerpo ni al tiempo, que se activa o se manifiesta con plenitud tras la vida física.
Las ECM, lejos de ser alucinaciones, muestran coherencia, profundidad emocional, impacto duradero y —sobre todo— una transformación vital en quienes las viven. El miedo a morir desaparece. El sentido de la vida se amplifica.
El cuerpo como cerebro inteligente
Estas investigaciones coinciden con otra visión emergente: la del cuerpo como un sistema inteligente integral, más allá del cerebro convencional. En El Quinto Cerebro, defiendo que nuestro cuerpo entero —con su red de órganos, hormonas, neurotransmisores y sistemas— funciona como una unidad pensante. No solo sentimos con el cerebro: también con el intestino, con el corazón, con la piel, con el sistema inmunológico. Todo vibra, comunica, interpreta y responde.
El neurocientífico Antonio Damasio habla del “sentimiento de sí mismo” como algo corporal. Candace Pert, por su parte, identificó una red emocional compuesta por péptidos que atraviesan todo el cuerpo. Así nace el concepto del “quinto cerebro”: un sistema biológico global que, si lo escuchamos y comprendemos, puede ayudarnos a sanar, a vivir mejor… y quizá, a morir mejor.
Autoconsciencia: vivir despiertos
La clave para activar ese “quinto cerebro” es la autoconsciencia: la capacidad de observarnos, comprendernos y cuidarnos con profundidad. No es solo saber lo que pensamos, sino sentir cómo lo que pensamos afecta a nuestro cuerpo. Es una forma de sabiduría que armoniza emociones, decisiones y salud.
Tal como explico en mi libro, potenciar la autoconsciencia es esencial para vivir con plenitud. Nos permite anticipar desequilibrios, gestionar mejor el estrés, interpretar las señales del cuerpo y tomar decisiones más alineadas con lo que realmente necesitamos. Es también la puerta de acceso a la supraconsciencia, esa dimensión que trasciende el ego y nos conecta con algo mayor.
La psicología transpersonal —con figuras como Jung, Maslow o Assagioli— también ha explorado estos estados superiores de conciencia. Estados en los que uno se siente parte de algo más grande, en los que la vida adquiere un sentido profundo, incluso espiritual, más allá de los dogmas.
Morir no es lo urgente. Vivir, sí.
¿Existe vida después de la muerte? No lo sabemos con certeza. Pero todo parece indicar que la conciencia no se apaga con el corazón. Mientras tanto, lo que sí está en nuestras manos es cómo vivimos cada día.
No se trata de obsesionarnos con lo que vendrá, sino de cuidar el presente: elevar nuestra autoconsciencia, armonizar cuerpo y mente, conectar con nuestras emociones y cultivar el sentido. Cuidarnos, escucharnos y agradecer. Bailar bajo la lluvia, como decía Vivien Greene. Y, si nos caemos, volver a levantarnos.
Porque hay una música que sigue sonando: la de la vida.
Y cuando esta termine, quizá empiece otra, más serena, más luminosa. Y seguiremos bailando. Pero ya sin tormentas.