Cuando oímos hablar del agua de mar, se nos aparece en la mente la imagen de ir a la playa y llenar botellas para beber, de hecho en la playa que frecuento lo veo bastante y con gran asombro por mi parte. He estado en varios seminarios con diferentes ponentes que hablaban sobre las maravillas del agua de mar, incluso uno de ellos diciendo que se podía beber agua directamente de la playa de la Barceloneta.
Yo que soy submarinista, he de decir que desgraciadamente, el ser humano es lo peor que existe para mantener la integridad y la salubridad de nuestro planeta al que deberíamos tenerle un poco más de respeto. En nuestras playas hay de todo menos vida marina, desde carritos de la compra, tubos de crema, tampax, compresas, lavadoras, etc...
Para poder ver las maravillas de nuestros mares, los submarinistas hemos de ir a lugares concretos y muy lejos de las orillas. Si queremos seguir una terapia con agua de mar, hemos de ir a una marca que nos den una garantía de calidad y salubridad, y de momento solo hay una en el mercado que me ha demostrado seguir un extremo cuidado en todo su proceso.
La Forma 1 es la relación entre la actividad metabólica (sentimiento, instinto, deseo, impulso) y la acción. La Forma corporal es la contención de sentimiento, metabolismo celular (dentro) y acción (fuera).
Stanley Keleman 2
La máxima del pensamiento cartesiano establece que existo porque pienso. Cógito ergo sum. Sin embargo, Stanley Keleman, prestigioso escritor y terapeuta norteamericano, padre de la Anatomía Emocional, se aleja totalmente de esta idea, y viene a decir, creando un paralelismo de construcción literaria con el de la máxima de Descartes, que existo porque tengo Forma.
Y es que este autor contemporáneo, que acepta que las emociones y los sentimientos rigen nuestro Comportamiento, tiene una visión del cuerpo muy alejada del sentir general de la población. Vivimos, posiblemente, en el momento más mental de toda la historia. Todo es tecnología. Vivimos literalmente enchufados al teléfono (observa cómo tienes la cabeza hundida en el dichoso aparatito todo el santo día… y observa cómo ves el mundo el día que, afortunadamente, se te olvida en casa... todo parece diferente, parece que la ciudad ha cambiado desde la última vez que la miraste, ¿verdad?). Nos comunicamos con quien está a 1.000 km de distancia, pero no nos comunicamos con quien tenemos enfrente... Vivimos en una desconexión total con nuestro cuerpo y con los demás. Y así nos va... normalmente...
Stanley Keleman establece que “la Acción y el Comportamiento, entendido éste como el conjunto de Acciones, generan la Forma”. Es decir, al hacer, al moverme, creo mi propio patrón corporal. Y no está hablando precisamente de hacer pesas para definir y tonificar estos o aquellos músculos. No. Está hablando de que todo lo que hago, no sólo afecta a mi psique, sino que afecta a mi Forma, a mi patrón corporal y mis emociones. Y avala, también, que mi Forma afecta a lo que hago y cómo y por qué lo hago.
Veamos primero qué 3 formas básicas puede tener el Ser Humano, y luego cómo se pueden distorsionar por efecto de lo que nos ocurre en nuestra infancia.
Son muchas y variadas las experiencias que, cómo Practitioner Bach, he podido disfrutar con el uso de estas maravillas de la naturaleza. Pero, en primer lugar voy a presentarme. Me llamo Pedro Cebrián y soy Practitioner Bach.
Pero os preguntareis: ¿qué significa eso de Practitioner, que tanto repite este pesado? Un Practitioner Bach o B.F.R.P. (Bach Foundation Registered Practitioner) es como se nos conoce a los terapeutas florales que utilizamos las Flores de Bach para lograr nuestro propio bienestar y el de los demás, y que a su vez, estamos debidamente formados y registrados para tal fin en el Centro Bach en Inglaterra. Para que se nos reconozca como tal, estamos autorizados a utilizar las siglas B.F.R.P detrás de nuestro nombre y el logotipo del centro Bach en todos nuestros escritos.
Tengo compañeros Practitioners repartidos por todo el mundo haciendo un trabajo estupendo divulgando sus conocimientos sobre las Flores de Bach. De esta manera, es rara la población que no tenga cerca un Practitioner Bach dispuesto a escucharte y asesorarte sobre el uso de las Flores de Bach e indicarte las más adecuadas para tu caso y tu momento actual.
Si, no me he confundido, he dicho “momento” pues el momento es para nosotros tan importante como la lluvia para un campo sembrado y reseco por el estío. Es el “momento” ese espacio de tiempo donde todo comienza y se termina. Hay un momento para nacer y un momento para morir, un momento para las alegrías y un momento para las penas.
Nuestra vida transcurre en una sucesión de momentos, concatenados y correlativos entre sí, al menos eso es lo normal, pero a veces, un fatídico “momento” se fija en nuestra mente consciente e inconscientemente, alterando el normal fluir de situaciones y trastocando nuestra alma hasta afectar a nuestro cuerpo consciente, es decir, terminamos somatizando aquellas situaciones que hemos vivido traumáticamente, y ello conlleva, irremediablemente la alteración de nuestra salud. Es aquí donde las Flores de Bach ejercen su mano correctora, ayudando a quien las utiliza a volver a encarrilar ese tren de momentos para que vuelva a circular de manera ordenada y continuada.
El duelo es un proceso normal que sigue a una pérdida significativa, ya sea la muerte de un ser querido, la pérdida de salud, de un trabajo o un estatus social o económico, de una relación afectiva o de amistad, una mascota, etc.
Este proceso se caracteriza por emociones intensas de dolor emocional: tristeza, rabia, desconcierto... acompañadas de ansiedad, insomnio (o exceso de somnolencia), cansancio, falta de ilusión, sensación de ahogo e incluso deseo de morir.
El duelo no tiene una duración definida, pues cada persona pasa por su proceso personal, en función de su personalidad, gravedad de la pérdida y los cambios que supone la nueva situación, ya que normalmente aquella implica también diversas pérdidas colaterales. No obstante, se considera que la duración mínima del duelo suele ser de un año.
Si bien el duelo es un proceso normal, debido a diferentes factores puede complicarse hasta convertirse en un duelo patológico. Entre estos factores se encuentran la negación de la realidad, una relación ambivalente con la persona fallecida o la dificultad para expresar las emociones de dolor asociadas a este proceso, ya sea por cuestiones personales o por las condiciones que plantea el entorno.
Se considera complicado o patológico aquel duelo que no se resuelve - es decir que ha quedado congelado y no puede seguir su curso - pasado ya, y como mínimo, un año; y no permite a la persona volver a recuperar el sentido de su vida y darle nuevos significados adaptados a su nueva situación vital. Dicho de otro modo, no le permite pasar de sobrevivir a vivir significativamente de nuevo.
Lo cierto es que el duelo es tan inevitable como intransferible, y que una buena red de apoyo puede facilitar las tareas del duelo.