Las incongruencias de las autoridades sanitarias

Franc T. Ruiz
9 May 2020 lectura de 11 minutos
Las incongruencias de las autoridades sanitarias Recomendado

Quiero comenzar diciendo que a pesar de que el agua es un recurso básico, un derecho humano, reconocido por la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas más de la mitad de los abastecimientos ya están gestionados por empresas privadas. Y el motivo ha sido siempre el mismo: a pesar de la evidencia de que la gestión pública es más eficaz y barata, la privatización se ha usado como una forma de obtener dinero.

Los ciudadanos tendríamos que preguntarnos a qué otros intereses, que no es la eficacia en la gestión, obedece el proceso privatizador del servicio de agua vivido en Europa en los últimos años. El agua se ha convertido en un negocio financiero y somos los ciudadanos quienes pagamos estos créditos con su correspondiente interés y beneficio empresarial.

Además, recibimos el suministro de con un alto contenido de cloro, principal producto químico utilizado para desinfectar el agua. Si bien, las autoridades sanitarias aseguran que no existe relativamente ningún peligro al beber agua clorada, simplemente, es una falsedad, ya que los niveles de los subproductos de desinfección (DBPs) del cloro, producidos por este proceso, son peligrosos y alarmantes.

Estos subproductos de desinfección son más de 1.000 veces más tóxicos que el cloro; y de todas las otras toxinas y contaminantes presentes en el agua, tales como el fluoruro y los diversos medicamentos, podrían ser las sustancias más perjudiciales.

Y que decir del agua con flúor. El fluoruro es un neurotóxico, un disruptor endocrino, y una sustancia que debilita los huesos, la cual la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) define como un medicamento cuando se utiliza para prevenir una enfermedad, porque a diferencia de los minerales que necesitamos como el calcio, los humanos no tenemos un requerimiento fisiológico para el fluoruro.

Las investigaciones científicas han revelado que el fluoruro es una sustancia química que puede afectar la memoria de trabajo y de corto plazo, así como disminuir el coeficiente intelectual en los niños. Ha sido implicado como un factor coadyuvante en el aumento de las tasas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y enfermedad tiroidea.

El fluoruro ha sido prohibido en buena parte de Europa, y a pesar de los estudios científicos que han demostrado sus efectos nocivos para la salud, se sigue afirmando sus beneficios en la salud dental. Pese a los informes científicos, siguen y siguen envenenan nuestros cuerpos, porque “solo es verdad si ellos lo deciden”.

Con esta especie de confinamiento (en Alemania) del Covid-19, nada que ver con la “casi represión” existente en España, en mi paseo diario en un pequeño parque, me senté en un banco mientras observaba a unos niños que jugaban alegremente, de pronto, se acercaron a la que supongo era la madre y le pidieron “agua”, la señora saco una botella de agua y vertió en ella un pequeño bote, el cual tiró a una papelera cercana y seguidamente lleno unos vasos, que ofreció a los niños. Para mi resultó algo extraño, ya que en Alemania la gran mayoría bebe agua con gas o con algún sabor.

Mientras terminaba mi cigarrillo, observé como se alejaban los niños junto a su posible madre y por curiosidad cogí el pequeño bote que la señora deposito en la papelera y “sorpresa” El contenido del bote era “CHLORDIOXID- ClO2 Desinfektion von Trinkwasser”, traducido “dióxido de cloro” “desinfectante de agua para beber”, comercializado por una empresa alemana con su registro sanitario. En pocas palabras, lo que en España y otros países, esta prohibido y perseguido hasta la saciedad, en Alemania se consigue como un desinfectante de agua. Creo que, con esto, la fama de la picaresca de los españoles, se ha venido abajo.

Y conozcamos más de cerca al producto que más polémica ha presentado, el producto más perseguido. El “dióxido de cloro” fue descubierto en 1814 por el científico Sir Humphrey Davy y en la actualidad es considerado como el mejor y más avanzado desinfectante en el tratamiento del agua. Cuando se agrega al agua potable permite destruir las bacterias, los virus y algunos tipos de parásitos que pueden causar enfermedades. Luego las autoridades sanitarias “mienten descaradamente” al decir que no existen evidencia sobre sus beneficios para la salud.

También es utilizado en varios sectores de las diferentes industrias:

  • Productos de cuidado personal. Las aplicaciones para la higiene personal con dióxido de cloro incluyen el enjuague bucal, la crema dental y los productos de limpieza de las lentes de contacto. El dióxido de cloro se utiliza en odontología como un compuesto biocida oxidante para tratar el mal aliento.
  • Producción de alimentos y bebidas. El dióxido de cloro se puede utilizar en el agua como un agente antimicrobiano para el procesamiento de aves de corral y para lavar frutas y verduras.
  • Aplicaciones médicas. En los hospitales y otros entornos sanitarios, el gas de dióxido de cloro se usa para esterilizar los equipos médicos y de laboratorio, las superficies, habitaciones y herramientas. Los investigadores descubrieron que, en las concentraciones apropiadas, el dióxido de cloro es “seguro y eficaz” para eliminar las bacterias de Legionella en entornos hospitalarios, así como la enfermedad del legionario, un tipo de neumonía potencialmente mortal causada por la bacteria Legionella pneumophila.

De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., el dióxido de cloro se añade al agua potable para proteger a las personas de los patógenos presentes en ella; está aprobado para su uso por la Agencia de Protección Ambiental (EPA); está incluido en las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la calidad del agua potable. La FDA aprobó el uso de dióxido de cloro en ciertas aplicaciones de alimentos, así como en medicamentos recetados y de venta libre.

Lo que realmente las autoridades sanitarias “no permiten” es que se digan las verdaderas propiedades que ciertos productos aportan en beneficios de nuestra salud, porque ello supondría la caída de venta de medicamentos, infinitamente más tóxicos y nocivos que unas gotas de dióxido de cloro.

Algo similar a lo sucedido con la Melatonina, se puede comprar como complemento alimenticio con un contenido no superior a 1,7 mg y como medicamento en farmacias en 3 mg. O lo que sucede con las vitaminas, que la cantidad recomendada son diferentes en farmacias y en establecimientos de productos naturales. Toda una manipulación que al final pagamos los ciudadanos, con dinero y con nuestra Salud.

Como decía mi abuela:

Qué sabrá un burro lo que es comer pan y chocolate.

Quizás el gran problema lo mantenga la medicina actual con sus protocolos estandarizados, haciendo caso omiso al concepto de que los tratamientos han de ser personalizados para cada paciente y conocer la raíz de la enfermedad. 

Para algunos es evidente, que la industria farmacéutica, con el poder que le otorga sus enormes beneficios, compra voluntades de toda índole. Para otros las Autoridades Sanitarias no tienen la menor idea de las necesidades de salud ciudadana, se limitan a seguir los protocolos marcados por la Industria Farmacéutica.

En todo caso, si un producto está autorizado y es incluso utilizado en Instituciones Sanitarias, como por ejemplo, en las bolsas de sangre para transfusiones, ¿por qué se prohíbe cuando existen miles de manifestaciones y evidencias científicas se aconseja para algún tema de salud? En mi opinión, todo lo que puede curar, sin causar daño al enfermo, es un medicamento, aunque no sea patentable.

Resulta incongruente que, a nivel policial y judicial, las evidencias y manifestaciones sean aceptadas, pudiendo llevar a la perdida de libertad de las personas. Sin embargo, cuando son presentadas a la Industria Farmacéutica o a la Comunidad Científica, son silenciadas, perseguidas y ocultadas.

¿Por qué? No se realizan las pruebas necesarias para verificar los efectos beneficiosos, que miles de personas y profesionales de salud afirman.

¿Cómo es posible que exista diversas patentes y no pueda usarse el producto?

  • Patente EE.UU. 20120225135 A1 Fecha: 6/9/2012 Inventor: Tadeusz Krogulec. Patente sobre una solución estabilizada de DIÓXIDO DE CLORO para su uso como biocida universal: sustancias químicas destinadas a destruir, contrarrestar, neutralizar, impedir la acción de cualquier organismo considerado nocivo para el hombre.
  • Patente EE.UU. 6086922 A Fecha: 19/3/1993 Inventor: Friedrich W. Kuhne. Patente sobre la utilización del DIÓXIDO DE CLORO para el tratamiento parenteral (vía intravenosa) de infecciones por el HIV. El objeto de la presente invención es proporcionar un agente que inactiva los virus VIH en la sangre sin tener una influencia perjudicial en el cuerpo del paciente.
  • Patente EE.UU. 5019402 A Fecha: 28/5/1991 Inventores: Robert D. Kross, David I. Scheer. Patente sobre la utilización del DIÓXIDO DE CLORO para la desinfección o esterilización esencialmente de componentes de la sangre (células sanguíneas, proteínas de la sangre, etc.). La composición se forma mediante la adición de un compuesto que libera dióxido de cloro con un ácido orgánico débil.

Para algunos ignorantes o quizás, expertos manipuladores de la verdad, el dióxido de cloro es una especie de lejía, pues NO, Al igual que el ozono, el dióxido de cloro es un biocida oxidante y no una toxina metálica. Esto significa que dióxido de cloro mata microorganismos por la interrupción del transporte de nutrientes a través de la membrana celular, no por interrupción del proceso metabólico. El dióxido estabilizado de cloro ClO2 esta protegido en soluciones acuosas. Añadiendo ácido hasta una requerida concentración se activa el desinfectante.

No obstante, he de confesar que NO soy partidario del “hágalo usted mismo”, todo tratamiento debe ser prescrito y supervisado por un profesional de la Salud. Y tampoco soy partidario de la censura, el abuso de poder, el imperativo legal y del “porque yo lo digo”.

Según miles de estudios científicos, son numerosas las sustancias que deberían estar prohibidas, debido a sus efectos nocivos en la salud, pero siguen comercializándose sin ningún requisito ni control. Son muchos los medicamentos que, según los estudios científicos, además de carecer de eficacia, provocan graves efectos secundarios y siguen siendo recetados por los médicos y aceptados por las Autoridades Sanitarias.

Como he expresado en muchas ocasiones, la salud se ha convertido en un gran negocio, que ha monopolizado la industria farmacéutica, que no permite competencia, cualquier solución de medicina alternativa es apartada, ridiculizada, difamada, y juzgada. La industria con sus trampas y corruptelas es la dueña del juego y eso hay que cambiarlo por el bien de la humanidad.

No solo el problema es Industria Farmacéutica apoyada por los políticos y las Autoridades Sanitarias, también es un problema de la “cobardía de los médicos”, subordinados a un sistema, donde la vida de los pacientes, pareciera tener poca importancia.

En casos como en el que vivimos actualmente, donde el COVID-19, debido a la carencia de vacuna o medicamento efectivos, arranca la vida de muchos ciudadanos, los médicos pueden acogerse al articulo 37 de la Declaración de Helsinki de la AMM- Principios éticos para las investigaciones médicas en seres humanos que textualmente dice:

Cuando en la atención de un paciente las intervenciones probadas no existen u otras intervenciones conocidas han resultado ineficaces, el médico, después de pedir consejo de experto, con el consentimiento informado del paciente o de un representante legal autorizado, puede permitirse usar intervenciones no comprobadas, si, a su juicio, ello da alguna esperanza de salvar la vida, restituir la salud o aliviar el sufrimiento. Tales intervenciones deben ser investigadas posteriormente a fin de evaluar su seguridad y eficacia. En todos los casos, esa información nueva debe ser registrada y, cuando sea oportuno, puesta a disposición del público.

Por mucho "poder" que tenga la Industria Farmacéutica, por mucho “Imperativo legal” que ordenen las Autoridades Sanitarias, los ciudadanos somos superiores en numero y mientras tengamos una luz de esperanza, no aceptaremos que sean ellos los que decidan cuando y como debemos vivir y morir.

No podrán enterrar una verdad "El Dióxido de cloro funciona" pese a sus ciento de miles de mentiras que podrán difundir a través de sus medios de información subvencionados.