Saboteadores externos

Ana Huguet
17 Mar 2022 lectura de 5 minutos
Saboteadores externos

Seguro que te ha pasado más de una vez. Estar con otra persona, o un grupo de gente, y como siempre ocurre con los encuentros sociales, en algún momento nos vamos a tomar algo, o directamente hemos quedado para comer o cenar. En definitiva, a consumir. Claro, igual tú has decidido firmemente no comer nada que no te convenga, que no forme parte de tu plan de comidas o qué no estimule tu adicción. Cuando llega el momento, te sientas y pides de forma muy natural, aquello que forma parte de tu “plan”. Si nadie dice nada y respetan tu elección, perfecto. Todo bien. Pero ¿qué pasa cuando la otra u otras personas sienten que tú también debes de participar de las mismas elecciones que ellas quieren realizar? Ahí pueden comenzar las recriminaciones, los comentarios y el querer convencerte de que consumas lo que a ellas les parece bien. Y tú igual acabas cediendo para no sentirte distinta, diferente, apartada.

Lo que describo en el párrafo anterior, a mí me ha pasado en varias ocasiones. Recuerdo particularmente aquella vez en que éramos tres amigas, que estábamos pasando unos días de turismo por un pueblo británico, y al pasar por delante del típico pub, con sus mesas de madera en la calle, a una de ellas se le antojó una cerveza. Las otras dos le dijimos que perfecto, que se tomara ella su cerveza, que nosotras la acompañábamos sin problema, pero a ninguna nos apetecía consumir en ese momento. ¡No imagináis su respuesta! Con un tono de voz alto nos dijo: ¿Me vais a dejar sola bebiendo? La otra chica y yo nos miramos perplejas. ¿Qué problema hay? -Le preguntamos. Pues que quería que las demás también bebiéramos para no sentirse “sola”. Muy claramente le respondimos que nosotras no íbamos a beber cerveza porque a ella le apeteciera. Se nos enfadó. Así como lo cuento. Aunque finalmente se bebió su cerveza ella sola mientras íbamos charlando, y todas tan amigas.

Este tipo de situaciones son muy habituales, y lo son mucho más con la comida, en lugares como el trabajo, donde, si trabajas con un equipo de muchas personas, muy a menudo hay alguien que celebra algo: cumpleaños, nacimiento etc. Y suelen traer “pastitas” es decir, bandejas de mini bollería. Lo peor para mi nunca fue tener que verlo todo el día. Lo peor, aparte del olor que emite, y que te despierta la adicción, es que te lo ofrecen, dices que “no, gracias” y te insisten: “mujer, no me hagas este feo” “por un día”, “por una vez”... y tú tienes que seguir batallando internamente con tu adicción o trastorno y externamente con la persona insistente si quieres mantener tu decisión. Y luego, por supuesto, pasar todo el día ignorando la bandeja, que la han puesto ahí bien cerquita para que la tentación se despierte una y otra vez. Una pesadilla.

Otra situación que me he encontrado en ocasiones es ir con otra persona a un bar para tomarte algo. La otra persona se pide un vermut, una cerveza o un refresco, y tu vas y te pides un agua con gas o una infusión. Te cae casi seguro el comentario con cara de que eres persona rara de: ¿eso te vas a tomar? ¿una infusión? ¿un agua con gas? Y acaban con un gesto de cara de esforzado conformismo.

Tengo que reconocer que, aunque hoy en día, ya se cómo responder, y tengo claro lo que voy o no voy a consumir, en el pasado, me he sentido intimidada muchas veces y he acabado consumiendo lo mismo para “quedar bien” y “ser aceptada”. Mas adelante, cuando comencé a realizar mi trabajo de superación de mi adicción, ya me sentí mas fuerte al decir que no, pero, aun así, acababa dando muchas explicaciones.

A estas personas que necesitan que tu consumas aquellos que ellos quieren, yo los llamo saboteadores externos, y que suelen ser personas que, sin ser conscientes de ello, dependen de que otros coman o beban lo mismo que ellas desean, para sentirse bien, bajo la justificación de que lo estáis compartiendo.

Si te identificas con la persona que necesita que otros coman o beban contigo ciertos productos de consumo para sentirte cómoda, entonces es posible que tengas una dependencia emocional sobre esos productos. Si no, piensa si esto te pasaría comiendo, por ejemplo, un plato de tomates o lentejas. ¿Necesitarías que alguien más los comiera contigo? Seguramente no. Eso es porque no existe dependencia de ello. Entonces no necesitas apoyarte en los demás.

En el artículo PONER LÍMITES, que encontrarás en mi web, hablo sobre como abordar estas u otras situaciones similares, para que puedas desarrollar herramientas que te ayuden a mantener tus decisiones con tu plan de comidas.

Si vuelves a encontrarte en una situación similar, mira al saboteador a la cara con decisión y dile con una sonrisa:

“No gracias, disfrútalo tu por mí”.

Recuerda: estás en tu derecho a escoger no consumir.

Nota: Si has vivido alguna situación similar, y deseas compartirla de forma totalmente anónima en mi blog, no dudes en contactarme contándome tu historia. Muchas gracias.