Cuando piensas en la felicidad, especialmente cuando te preguntas si eres feliz, resulta un error evidente pensar que todos podemos ser felices de la misma manera o con las mismas condiciones, pero es muy probable que no te hubieses planteado que tu percepción de felicidad ¡está determinada por el diccionario que utilizas! Y puede que, incluso, este influenciada hasta por la constitución del país donde vives.
Las relaciones afectivas son una de las relaciones personales más importantes de nuestra vida. Las crisis de pareja son situaciones que se dan habitualmente y en ocasiones conducen a una inevitable ruptura. En muchas de estas situaciones no hay vuelta atrás sin embargo no siempre es así, hay casos en los que ha sido posible rescatar el amor existente y volver a empezar.
El amor es uno de los sentimientos más estudiados por psicólogos, sociólogos, filósofos y científicos. Paul Hudson, filósofo y escritor estadounidense asegura que el enamoramiento y un estado pasajero y transitorio en el que una persona se siente profundamente atraída por otra. Sin embargo, el amor va más allá de esta emoción puesto que no es lo mismo estar enamorado que amar.
Diariamente estamos siendo bombardeados del peligro que tiene para la salud y el medio ambiente el exceso de consumo alimentario y su impacto en el incremento del CO2, destrucción de bosques, contaminación ambiental por exceso de metano y un largo etcétera…
Sin embargo, no existe ningún canal televisivo, ni redes sociales ni alertas por parte de quienes nos gobiernan del efecto que tienen en la destrucción del nuestro planeta la moda rápida o fast fashion.
Hace poco leí un informe sobre este tema y, me veo en la obligación de crear este artículo para que tomemos conciencia que todos nuestros actos tienen consecuencias, aunque no lo veamos de manera inmediata.
Recuerdo una conversación que tuve hace años con una chica en el gimnasio.
Casada y con un hijo, me contaba que los tres tenían elevado sobrepeso y que, aunque ella intentaba que su alimentación fuera sana, se encontraba con muchas dificultades, desde que su marido y su hijo no querían ni ver la fruta y verdura, sino que querían fritos, carne y postres, hasta el hecho de que cada domingo tenían por costumbre ir a comer a casa de su suegra, y que esta, siempre les tenía preparado un bizcocho para que, tras la comida, nunca demasiado saludable, se lo llevasen a casa y comerlo el resto de la semana.
Y recuerdo que ella me dijo: “Es que yo no quiero que nos haga el bizcocho, pero ¿cómo le digo que no? Mas cuando mi marido y mi hijo están encantados y me montarían una bronca de miedo si lo rechazo”.