Muchos de los problemas de la humanidad están ahí porque entre todos, no hemos hecho lo suficiente para evitarlos. No hemos aprendido de la historia. No hemos tomado consciencia de las consecuencias de dejarnos llevar por actitudes inconscientes, cómodas, superficiales, egocéntricas o ambiciosas. O por líderes nefastos. Luego nos quejamos, nos indignamos o nos frustramos, y aparece el desencanto, la rabia, la impotencia..., dando siempre la culpa a otros y entrando en un círculo vicioso del que cuesta mucho salir, tanto a nivel individual como colectivo.
Una de las consecuencias más evidentes es que cada vez tenemos más problemas a nivel emocional. Cada vez hay más gente empastillada. Recordemos que España es el país europeo con mayor consumo de ansiolíticos. Y la Covid-19 lo ha empeorado y lo sigue empeorando todo hasta niveles insospechados.
En una época donde la tendencia es la inmediatez, saber esperar se hace complicado. Resulta que hoy todo tiene que ser ya. Vivimos en los tiempos de la rapidez absoluta y la consecuente tolerancia cero a la frustración. Vivimos en la época de la satisfacción, la recompensa y el placer automáticos. La prisa se impone con mano dura y cruel.
La sociedad se ha tornado en un enjambre de quehaceres continuos que no dejan lugar a la propia existencia. La presión de cumplir y de obtener apenas dejan aire. Sí. La presión se palpa en el ambiente, “cultura de la inmediatez” la han bautizado. A mí sin embargo, me suena más a cultura de la imposición, a cultura de la coacción. No obstante, tengo buen perder y reconozco cuando estoy delante de todo un apuesto eufemismo.
El concepto de salud fue definido en 1948 como el "estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad". Sin embargo, cuanto más avanzamos en el tiempo, vemos cómo ese estado completo de salud se está convirtiendo en una utopía imposible para un creciente número de personas. Ello provoca desánimo, impotencia, frustración, dolor... y más presencia de enfermedad.
Antes de la Covid-19, los trastornos mentales, en especial la depresión, ya eran la primera causa de enfermedad en el mundo. Ahora, con los efectos de la pandemia, se ha incrementado aún más su incidencia. Aparte del propio malestar psicológico que produce, la depresión puede debilitar nuestro sistema inmune, haciéndonos más vulnerables ante posibles infecciones y enfermedades. Cuanta más depresión, más posibilidades de enfermar o de agravarse las enfermedades existentes. Y cuanta más enfermedad, posiblemente más depresión. Es un bucle perverso que se retroalimenta y crece por sí mismo.
Aunque aparentemente es una nueva organización, la APETP, inicia un ataque directo contra las terapias alternativas a las que ellos denominan pseudociencia o pseudoterapias. Su manifiesto, supuestamente para proteger a los pacientes comienza: “las pseudociencias matan”.
La APETP, Organización Española que se ha autoproclamado “Gendarme y protectora de la salud” de los enfermos, que hasta el momento no han protegido. Esta organización española ha publicado un manifiesto que puede traducir como la Asociación para proteger a los enfermos de las terapias pseudocientíficas. La organización tiene tres objetivos principales: