El invierno y los huesos

María Urbano
2 May 2018 lectura de 9 minutos
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Cuando preguntamos a cualquier persona que sufre de dolor osteoarticular, en la mayoría de los casos afirmará que su estado empeora en invierno, con el frío, la humedad o el viento, y mejora en verano con el calor.

Para la Medicina Tradicional China (MTC) el invierno es la estación del elemento Agua. Pero no del agua en movimiento, que fluye suavemente en los arroyos, sino del agua helada, endurecida e inmóvil. El frío hace que todo vaya más lento, hasta congelarse.

En los seres vivos ralentiza el metabolismo y retarda la circulación. El frío no solo se refiere al clima exterior, también puede tener un origen interno, porque falta calor orgánico debido por ejemplo a un exceso de comidas y bebidas frías, o por consumir medicinas consideradas como frías (como los antibióticos, las aspirinas y los antiinflamatorios en general).

También es la estación de los Huesos, cuando más sufren las articulaciones, porque se congelan como los ríos y se quedan rígidas y dolorosas. Es el momento del año en que se agravan las lumbalgias y las ciáticas de repetición, las artritis, las artrosis, el reumatismo... En definitiva es el Frío en los Huesos. Y en ocasiones este Frío es tan intenso que provoca calor e inflamación, exactamente igual que cuando cogemos nieve con las manos desnudas y el frío nos "quema". Esto es lo que ocurre en los brotes agudos, cuando las articulaciones se hinchan, enrojecen y duelen. En realidad hay frío, y es la reacción al frío lo que produce el calor y la inflamación.

Artrosis en las manosLa artrosis (también denominada osteoartritis u osteoartrosis) según la medicina occidental, supone el desgaste natural de los huesos y articulaciones con el paso de los años, que puede agravarse por sobreesfuerzos que han provocado repetidas inflamaciones articulares a lo largo de la vida de forma crónica, y también por el sedentarismo.

En realidad es el cartílago articular el que se desgasta. La función de este cartílago es la de actuar como amortiguador, evitando el roce de un hueso con otro, y facilitar el movimiento de la articulación. Cuando el cartílago se rompe o se desgasta los huesos se quedan sin protección, y el rozamiento provoca dolor, inflamación y pérdida de movimiento de la articulación. Con el paso del tiempo la articulación se desgasta aún más y pierde su forma original, se deforma y puede romperse o generar formaciones anómalas de hueso (los conocidos espolones), lo que a su vez incrementa el daño y el dolor.

¡La artrosis no tiene que doler necesariamente! El dolor se agrava si la articulación se inflama. Es la inflamación lo que produce dolor.

Existen varias formas de artritis, algunas pueden deberse a la formación de anticuerpos por el propio organismo (artritis reumatoide). Otras veces se deben a la acumulación de tóxicos, como el ácido úrico (artritis gotosa), a procesos infecciosos (virus, bacterias u hongos), o son secundarias a otras enfermedades (como el lupus, psoriasis, enfermedad inflamatoria intestinal, etc.)

Lumbalgia y ciática comparten etiología, patología y tratamiento. De todos los problemas musculoesqueléticos, el dolor de espalda es el más común. Se estima que al menos el 50% de personas que viven en los países industrializados occidentales sufrirán dolor de espalda en algún momento de su vida, constituyéndose en un motivo importante de baja laboral e incapacidad. Son causas comunes el frío y la humedad, el trabajo físico excesivo, el ejercicio inadecuado, el embarazo y parto, o problemas posturales.

La MTC denomina a todos estos problemas como Síndrome Bi o Síndrome de obstrucción dolorosa. El Síndrome Bi implica dolor, inflamación o entumecimiento de los músculos, los tendones y las articulaciones por invasión de Viento Externo, Frío o Humedad, debido a una debilidad orgánica constitucional o adquirida. Incluye también la obstrucción de los meridianos por esguinces, traumatismos o uso excesivo. El Síndrome Bi engloba enfermedades tan dispares en la medicina occidental como las artritis, artrosis, lumbalgias, ciáticas, fibromialgia, dolor miofascial, tendinitis, bursitis, lupus eritematoso sistémico, espondilitis anquilosante o enfermedad de Crohn, entre otros.

La moxibustionCon moxibustión pueden tratarse todos estos problemas. La acupuntura tiene un claro efecto analgésico y antiinflamatorio sobre la zona afectada (huesos, articulaciones, músculos y tendones), y de esa forma ceden los dolores, los adormecimientos (parestesias), la rigidez articular y la pérdida de fuerza muscular (atrofia). La acupuntura también actúa equilibrando y modulando los mecanismos de inmunidad y defensa del organismo. De esta forma disminuyen los procesos inflamatorios agudos favoreciendo la remisión de las crisis. Además mejora las defensas del organismo ante las agresiones meteorológicas, como el frío, la humedad y el viento.

Una técnica de acupuntura muy indicada en estos casos, que no emplea agujas, es la denominada moxibustión. Consiste en la aplicación de calor indirecto con "puros" de carbón de artemisa. Es un calor que "penetra" dentro de la zona afectada, por supuesto sin provocar quemadura, aliviando de forma inmediata el dolor y la rigidez. Su combinación con diversas técnicas de acupuntura no solo tiene un efecto paliativo (que también es muy necesario), sino que puede frenar, retrasar, minimizar o aliviar la enfermedad.

Enfermedades de todo el organismo pueden tratarse con acupuntura de forma complementaria al tratamiento alopático convencional

La acupuntura también puede ser extremadamente eficaz en el tratamiento del dolor de espalda, tanto agudo como crónico. A veces produce resultados extraordinarios, frente a todas las posibilidades contrarias, cuando existen desequilibrios estructurales severos en la columna (hernias discales, protusiones, lordosis). La duración de la dolencia parece menos relevante en el dolor de espalda que en otras enfermedades. Muchos casos de dolor de espalda muy crónico, por ejemplo de más de 20 años de evolución, a veces se resuelven en unas cuantas sesiones.

También la naturopatía puede ayudar en estos casos. Extractos de plantas como la cola de caballo, de efecto remineralizante, o el muy conocido harpagofito, los aceites esenciales, como el aceite esencial de gaulteria, eucalipto azul o clavo aplicados localmente en distintas concentraciones, o bien preparados homeopáticos como las sales de Schüssler son excelentes coadyuvantes en el tratamiento de estos problemas, tanto en los brotes agudos con en los estados crónicos.

Otros aspectos importantes del tratamiento incluyen medidas dietéticas (hay alimentos que pueden propiciar los estados inflamatorios) y el ejercicio físico suave y adecuado a cada caso. Una máxima china tradicional dice: "El agua que corre no se estanca; la bisagra de una puerta nunca es devorada por las termitas". El ejercicio físico regular se dice que estimula el Qi y la Sangre, mantiene flexibles tendones y ligamentos y además tiene un claro efecto antidepresivo. Muy recomendables en este sentido son el Tai-Chi y el Qi Gong. Son ejercicios suaves, adecuados para todas las edades, pero a la vez potentes, ejercitan todos los músculos y los tendones y resultan extremadamente relajantes. Por el contrario un deporte intenso, como el footing y el tenis, o anaeróbico, como las pesas, están completamente contraindicados y pueden causar más perjuicio que beneficio.

En cuanto a la dieta hay diferencias según el tipo de problema que presenta la persona. Cuando la causa fundamental se debe al Frío (dolor de carácter fijo, punzante, intenso, generalmente unilateral, que "pide" calor local) es esencial no consumir alimentos de naturaleza fría (verduras crudas, fruta, bebidas con hielo). El jengibre es particularmente beneficioso ya que, según la MTC, estimula la circulación y expulsa el frío. Puede tomarse como una decocción, hirviendo tres rebanadas de la raíz fresca durante unos 10 minutos mezclada con azúcar moreno. Si la causa se debe a la Humedad (dolor, entumecimiento y "pesadez" articular, con edema o inflamación no caliente) es imprescindible restringir o eliminar los lácteos (leche, queso, mantequilla) y los alimentos fritos.

Cuando el problema se debe de forma predominante al Viento (dolores erráticos, irradiados, que "cambian" de lugar y manifestación) se deben evitar los alimentos "irritantes" (gambas, cangrejos, espinacas) y "ácidos" (yogur, vinagre, naranjas, pomelo, encurtidos). Cuando hay inflamación caliente al tacto no deben consumirse alimentos demasiado calientes ni picantes (caza, cordero, ternera, alcohol, ajo, jengibre o especias).

Todo ello sin olvidar intervenir si es necesario sobre los procesos psicológicos que favorecen la aparición de las crisis (shock emocionales, angustia, ansiedad, depresión), o que surgen derivados de la propia evolución de la enfermedad, a causa del dolor y la incapacidad funcional. Vivir con dolor supone un tremendo desgaste que antes o después pasa factura, incluso a las personas más fuertes y equilibradas. Poco a poco va convirtiéndose en el centro de nuestra vida y toma posesión de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos hasta condicionar todo nuestro mundo, generando un círculo vicioso de emociones negativas (frustración, sufrimiento, agotamiento) que a su vez generan más dolor.

El dolor crónico puede y debe comprenderse como una forma particular de estrés crónico. Se trata sin duda de un diagnóstico demoledor y difícil de asumir, que requiere de un abordaje multidimensional (físico, emocional, mental, comportamental y espiritual). En este sentido las técnicas de relajación son fundamentales para un correcto manejo tanto de la sensación dolorosa como del sufrimiento psicológico que la acompaña.

Aprender a distinguir y combatir los pensamientos automáticos, irracionales o distorsionados fruto del dolor, establecer metas realistas, un proceso correcto de solución de problemas, cambiar las actitudes ante el dolor, lograr técnicas de comunicación efectivas tanto con los profesionales de la salud como con las personas allegadas y gestionar correctamente las emociones negativas puede marcar la diferencia entre vivir por y para el dolor o alcanzar una calidad de vida óptima pese al dolor.