Intolerancias alimentarias - causas de la enfermedad

José María Guillén Lladó
10 Sep 2018 lectura de 5 minutos
Intolerancias alimentarias - causas de la enfermedad

Cada vez se habla más de las intolerancias alimentarias. Pero, ¿qué son realmente? ¿Qué importancia tienen para nuestra salud y bienestar? ¿Pueden estar detrás de algunos problemas digestivos, metabólicos, alérgicos, dermatológicos, inflamaciones, dolores, o incluso algunos trastornos emocionales, que son resistentes a los tratamientos habituales, manteniéndolos o agravándolos? ¿Es útil conocerlas?

La llamadas, de forma genérica, intolerancias alimentarias, se derivan de una alimentación nutritivamente desequilibrada o inadecuada con respecto a la naturaleza y capacidad metabólica de cada uno, ya sea por alteraciones o limitaciones digestivas, enzimáticas o inmunitarias de la propia persona, por el tipo de dieta, por la forma de comer, por causa del estrés, o por alimentos cuyo proceso de cultivo o elaboración puede resultar poco respetuoso con los procesos digestivos, fisiológicos y bioquímicos normales de nuestro organismo, y que finalmente pueden derivar en trastornos de distinta índole y gravedad.

Dadas estas causas, es muy lógico y comprensible que las intolerancias alimentarias estén presentes cada vez en una mayor parte de la población.

Algunos alimentos o nutrientes pueden provocar reacciones adversas de nuestro organismo, pudiendo manifestarse algunas alteraciones, de forma rápida como en el caso de las alergias, o de forma lenta, como es el caso de las intolerancias alimentarias, pasando desapercibidas durante mucho tiempo, lo que dificulta su identificación, a la vez que van promoviendo diversos trastornos de forma insidiosa.

Las alergias se producen cuando un alérgeno (que generalmente es una proteína específica de un alimento) es capaz de desencadenar una reacción alérgica al provocar la intervención inmediata del sistema inmunológico generando anticuerpos del tipo inmunoglobulinas E (IgE), que lo identifican como sustancia extraña y perjudicial. Ésta sería la alergia alimentaria clásica, de reacción inmediata y potencialmente grave. En otras ocasiones, sin embargo, también interviene el sistema inmunológico generando anticuerpos mediante las inmunoglobulinas G (IgG), que son de la misma naturaleza que las producidas frente a microorganismos, de forma que responde de forma anormal ante nuevas ingestas del alimento en cuestión, siendo en general, su manifestación sintomatológica, menos aparatosa y menos rápida que las que producen los anticuerpos IgE de las alergias alimentarias. Estaríamos hablando de una sensibilidad o intolerancia alimentaria en la que también interviene el sistema inmunológico.

Sin embargo, existen otras posibles causas en las intolerancias alimentarias en las que no intervienen los mecanismos inmunológicos. Una mala masticación puede ser el inicio de problemas digestivos y metabólicos. El exceso o falta de ácidos gástricos, la insuficiencia de enzimas digestivas, las combinaciones excesivas de alimentos, la ingesta de productos tóxicos o poco saludables, las alteraciones en la flora o el aumento de permeabilidad intestinal, en la que la absorción de alimentos no se produce correctamente y entran en la sangre toxinas, antígenos, patógenos y alimentos parcialmente digeridos. El exceso de medicamentos también puede favorecer esa alteración en la permeabilidad intestinal o desequilibrios en la flora y fauna intestinal. Incluso los efectos psicosomáticos de algunos estados emocionales alterados por estrés o ansiedad, pueden llegar a provocar importantísimos problemas. No obstante, si estos problemas persisten en el tiempo, posteriormente a la acción inicial defensiva de las inmunoglobulinas IgA, el sistema inmunológico puede acabar actuando mediante anticuerpos IgG.

La detección de aquellos alimentos que, por una razón u otra, no son bien tolerados o metabolizados por el organismo de una persona, y la consecuente restricción en su alimentación, pueden ser de grandísima utilidad para prevenir y mejorar algunos de los problemas ocasionado por alguna forma de intolerancia y que, en ocasiones, no responden a tratamientos habituales o no se detectan en pruebas clínicas convencionales. Se han verificado mejoras significativas en trastornos gastrointestinales (dolores abdominales, diarrea, hinchazón, síndrome de colon irritable, estreñimiento crónico…), también en alteraciones dermatológicas (acné, eczema, psoriasis, urticaria…), en problemas respiratorios (asma, rinitis, dificultad respiratoria…), en problemas articulares (artritis, fibromialgia, fatiga…), en molestias neurológicas (dolor de cabeza, migraña, mareo, náuseas, vértigo…), en trastornos psicológicos (ansiedad, depresión, hiperactividad…).

También puede resultar útil esa restricción en algunos casos de sobrepeso, retención de líquidos y obesidad, incluso en personas que no responden a las habituales dietas de adelgazamiento hipocalóricas o disociadas, ya que  en esos casos el sistema inmunológico puede estar actuando, intentando neutralizar los efectos perjudiciales de ciertos alimentos incorrectamente metabolizados y no asimilados, formando unos inmunocomplejos que provocan una retención hídrica o grasa que envuelve a dichos restos alimenticios a los que la persona es sensible, provocando situaciones de edema, especialmente a nivel extracelular, aumentando la presión coloidosmótica del plasma sanguíneo y disminuyendo el filtrado y eliminación de líquidos.

En algunas pruebas se detectan también aquellos minerales con los que se tiene dificultades de absorción y de eliminación, pudiendo ser esta información muy útil para comprender qué trastornos pueden estar relacionados con ellos, y saber hacia dónde hay que dirigir los esfuerzos para favorecer su correcta metabolización, más que administrar cantidades ingentes de minerales como suele hacerse en ocasiones y que, al no ser asimilados o incompletamente eliminados, pueden provocar problemas añadidos.

Por todo ello, es muy aconsejable averiguar las posibles intolerancias alimentarias para facilitar la adopción de un régimen alimentario adaptado a las necesidades y capacidades metabólicas de cada uno, para que resulte más sano, equilibrado y natural, al tiempo que asegure un mayor bienestar y confort.