Trastornos de ansiedad, ¿la epidemia de nuestro siglo?

José María Guillén Lladó
12 Abr 2019 lectura de 5 minutos
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Los trastornos de ansiedad se han hecho tan habituales en nuestra sociedad que, sin querer, les solemos restar importancia. Sin embargo, se están convirtiendo en la mayor epidemia de nuestro siglo, sin visos de reducirse, y con un impacto humano y un coste económico brutales. Un dato: España es el país europeo con mayor consumo de ansiolíticos. La dimensión y gravedad del problema es evidente, razón por la cual hoy amplío el artículo que publiqué anteriormente "Qué es la ansiedad y por qué hay que estar en alerta".

Existen distintos trastornos de ansiedad, como la fobia específica, agorafobia, trastorno de ansiedad social, trastorno de angustia, trastorno de ansiedad inducido por sustancias, medicamentos o debido a otras enfermedades..., pero el de mayor prevalencia es el trastorno de ansiedad generalizada, popularmente conocido como ansiedad.

Sabemos que el mecanismo de la ansiedad es, en realidad, un recurso de alerta que tiene nuestro organismo para su propia supervivencia. Un mecanismo útil y necesario para adaptarnos al entorno o para afrontar un peligro. Por consiguiente, debe considerarse normal sentir de forma ocasional, y durante un breve espacio de tiempo, una activación física y mental al reaccionar ante una circunstancia imprevista o en situaciones que conlleven cierto grado de evaluación personal, superación, enfrentamiento, desafío, intimidación, riesgo, estrés, descontrol... Incluso podría ser una ansiedad con sentido romántico, ilusionante, como la que cantaba Nat King Cole, "Ansiedad de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor...".

Ahora bien, este recurso natural adaptativo puede transformarse en una ansiedad patológica, el llamado trastorno de ansiedad generalizada, si su activación es excesivamente intensa o se mantiene mucho tiempo sin un motivo o peligro real, teniendo efectos perjudiciales. En términos clínicos, se considera su diagnóstico patológico cuando la ansiedad y la preocupación que se tiene sobre diversos acontecimientos o actividades son excesivas y se tiene dificultades para controlarlas, manifestando a su vez tres o más síntomas de sobreactivación fisiológica, y estando presentes, esta ansiedad y preocupación, la mayoría de los días durante un mínimo de 6 meses.

Síntomas del trastorno de ansiedad generalizada

El trastorno de ansiedad generalizada, además del malestar y de síntomas habituales como inquietud, impaciencia, nerviosismo, miedo, dificultades de concentración, alteraciones del sueño, irritabilidad, tensión muscular, opresión pectoral, ahogo, palpitaciones, temblores, sudores..., también se puede convertir en la puerta de entrada de depresiones, obsesiones, fobias, ataques de pánico, migrañas, trastornos metabólicos, problemas de estómago, colon irritable, etc.

Interiormente, la ansiedad la provocan nuestros propios pensamientos, nuestros miedos, nuestra inseguridad y falta de confianza. Y eso está ocurriendo cada vez con mayor frecuencia e intensidad al estar inmersos en una creciente espiral de estímulos externos y metas cada vez más exigentes, crisis económica incluida, que nos sumen en una situación de estrés permanente. Cuando la persona vive anticipando si será capaz o no de controlar esa situación y, cuando duda o teme no poder conseguirlo, irá percibiendo la amenaza de forma más intensa y se le incrementará o disparará su ansiedad.

La influencia de la tecnología en la ansiedad

La tecnología digital se ha apoderado de nuestro día a día. Nos aporta indudables ventajas y comodidad, pero también factores que contribuyen al incremento de la ansiedad, especialmente entre los más jóvenes. En este sentido, un psiquiatra brasileño, el doctor Augusto Cury, ha descubierto lo que llama el síndrome de pensamiento acelerado. Un tipo de ansiedad generado por el exceso de información, de actividad, de preocupaciones, de presiones sociales e intoxicación digital, que producen una aglomeración de pensamientos inútiles e imposibles de fijar.


Una vez vista la complejísima realidad que rodea los trastornos de ansiedad, así como la necesidad de prevenir y tratarlos, y vista la diferencia entre la ansiedad adaptativa como mecanismo natural y la ansiedad patológica, estamos en mejores condiciones de poder comprender que no se trata tanto de anular y combatir obsesivamente ese mecanismo natural, sino de conseguir que éste fluya lo más armónica y equilibradamente posible, y nos ayude cuando lo necesitemos. Puntualmente. Sin excesos. Sin que nos domine ni ejerza un control tiránico y permanente sobre nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin que sea el centro de nuestra vida. Se trata de reeducar la ansiedad, de gestionarla mejor, de conseguir que deje de ser patológica y vuelva a ser adaptativa. Tratada adecuadamente y a tiempo, es reversible.

Hipócrates afirmaba que si hay salud no hay enfermedad. Análogamente, si hay seguridad, autoconfianza y autoestima, no hay ansiedad. Ese objetivo es fundamental, además de conseguir desactivar la sobreactivación emocional y física que le envuelve. La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser efectiva, y pueden también ayudar mucho las técnicas de relajación. Sin embargo, la experiencia demuestra que, ante un problema como éste, es necesario recurrir a un profesional especializado para que valore y ajuste el tratamiento a las necesidades de cada persona, y le apoye en el proceso de recuperación. Con seguridad. Con sensibilidad y empatía.