¿Psicosomático? Cuando el cuerpo habla lo que el alma calla

José María Guillén Lladó
18 May 2025 lectura de 4 minutos
¿Psicosomático? Cuando el cuerpo habla lo que el alma calla

Hace meses que Marta se levanta cansada, con un nudo en el estómago y una opresión en el pecho. Le han hecho análisis, electrocardiogramas, pruebas digestivas… todo sale bien, pero ella no se siente bien. Su médico, amable pero desconcertado, le dice que “será estrés” y le receta ansiolíticos. Pero Marta siente que su cuerpo está expresando algo más profundo. Algo que no sabe explicar con palabras, pero que no puede seguir ignorando.

Lo que le ocurre a Marta es más común de lo que parece. Muchas personas conviven con síntomas físicos reales —dolores, cansancio, insomnio, dificultades respiratorias, problemas digestivos— sin causa médica aparente. Estos síntomas, cuando no responden a una patología orgánica concreta, pueden estar manifestando lo que en psicología llamamos trastornos psicosomáticos: una expresión corporal de conflictos, emociones retenidas o vivencias internas no resueltas.

¿Qué son los trastornos psicosomáticos?

La palabra “psicosomático” proviene de psique (mente) y soma (cuerpo). Se refiere a aquellas afecciones en las que las emociones, el estrés, la ansiedad o el sufrimiento mental se traducen en síntomas físicos. No son enfermedades imaginarias, ni exageraciones: son manifestaciones auténticas del cuerpo, con base fisiológica, que responden a procesos emocionales sostenidos en el tiempo.

Un estudio publicado en The Lancet Psychiatry (Hotopf et al., 2020) demuestra que una parte significativa de las visitas a atención primaria se deben a síntomas físicos sin causa orgánica clara, y muchos de ellos están relacionados con el estrés emocional. El cuerpo, cuando no puede expresar lo vivido con palabras, lo hace a través del síntoma.

¿Cómo saber si lo que te pasa puede tener un origen psicosomático?

Algunas señales frecuentes:

  • Dolores persistentes de cabeza, espalda, estómago o mandíbula, sin explicación médica clara.
  • Fatiga crónica o insomnio, incluso estando exhausto.
  • Palpitaciones, sensación de ahogo, opresión en el pecho, o nudos en la garganta.
  • Problemas digestivos o dermatológicos recurrentes.
  • Tensión muscular constante, bruxismo o temblores sin origen neurológico.
  • Historia de visitas médicas con resultados normales, pero con malestar persistente.

Muchas personas que experimentan esto tienen en común una alta sensibilidad, una gran responsabilidad hacia los demás, y una dificultad para dar espacio a sus propias emociones y necesidades. Cuando el sistema nervioso está sometido a una sobrecarga constante, el cuerpo acaba reaccionando.

Lo explico en mi libro El Quinto Cerebro

En mi libro El Quinto Cerebro, profundizo en cómo el sistema digestivo, el corazón y el sistema inmunitario, o el propio cuerpo, actúan como auténticos “centros de percepción emocional”. La ciencia ha demostrado que estos órganos no solo responden al estado emocional, sino que lo integran, lo procesan y lo expresan. Cuando no escuchamos lo que sentimos, alguno de estos “cerebros del cuerpo” acaba lanzando señales de alerta.

El cuerpo no nos traiciona: nos protege, nos avisa y, a veces, nos detiene para obligarnos a mirar hacia dentro.

Lo que no ayuda… y lo que sí

No ayuda medicalizarlo todo, en exceso, pensar que “se pasará solo” o ignorar lo que sentimos. Tampoco ayuda vivir desconectados del cuerpo, actuando como si nada ocurriera.

Sí ayuda pararse, escucharse, y dejar de luchar contra el síntoma para empezar a comprenderlo. Buscar acompañamiento terapéutico no es señal de debilidad, sino de inteligencia emocional.

Como psicólogo especializado en personas altamente sensibles y en trastornos psicosomáticos, he acompañado muchos procesos como el de Marta. Cuando la persona empieza a comprender el sentido de sus síntomas y conecta con su mundo emocional, la mejoría física no tarda en llegar. A veces no se trata de “curar” un órgano, sino de sanar una parte de la vida.

Un mensaje final

Si te sientes identificado/a, escucha lo que tu cuerpo está diciendo. Tal vez te esté pidiendo que pongas límites, que descanses, que sanes heridas antiguas, o que conectes contigo de una forma más auténtica.

Los síntomas psicosomáticos no son el enemigo: son mensajeros. Y cuando comprendemos el mensaje, podemos sanar desde la raíz.