La obsesión de ser amado

Blanca Sánchez Pérez
1 Mar 2021 lectura de 5 minutos
La obsesión de ser amado

Sí. Existe. Y se llama limerencia. Resulta increíble cuán rápido la mente de una persona puede aferrarse a una idea. Más asombroso aún si cabe, la velocidad con la que es capaz de fijar esa misma idea en la cabeza, guiando a partir de ese preciso instante todos sus pasos como si fuera el nuevo norte que siempre anheló y nunca supo dónde estaba. Sí. Una idea fija que parece empezar como lo más apasionante jamás vivido, pero que termina atrapando tu mente y todo tu ser.

Algo es claro, ninguna obsesión es buena. Todas empiezan igual y muchas acaban de la misma forma, ya saben, dominando al que se hizo el valiente que ingenuamente pensó que podía controlarla. De alguna manera e irónicamente, el pensamiento se transforma en designio aceptado por la propia voluntad. Pensamiento difícil de evitar y un consecuente sometimiento que se hace inevitable.

La mente entra en una dinámica de razonamiento harta complicada y la persona acaba en un bucle casi imposible de quebrantar. Y es que el espíritu se mantiene fuerte mientras se siente guiado por una idea. Sin embargo, debajo de todo ello, subyacen algunos puntos interesantes, como por ejemplo el hecho de que, de alguna forma, toda obsesión va asociada a algún suceso o un acontecimiento que en cierta medida generan en la propia persona sentimientos de ansiedad, angustia o incertidumbre. He aquí el quid de la cuestión. Para que un pensamiento cualquiera se vuelva obsesivo, éste debe ser más que recurrente en la mente. Debe ser repetitivo hasta la saciedad, redundante, insistente. Incontrolable, como toda buena monomanía.

Limerencia. Obsesión de las obsesiones. Pasión sobre las pasiones. Todo un proceso mental digno de ser observado y analizado. El amor, que debería ser un acto glorioso y sublime, se convierte en el mismísimo averno para su huésped. La persona está enamorada y debe ser correspondida. Sí o sí. Sin opciones, no existe margen alguno.

Me pregunto en qué preciso momento se traspasa esa línea que separa la serenidad de la obsesión. ¿Realmente es tan fácil perder el equilibrio?, ¿Sobre qué bases tan nefastas se asienta esta desmesura? A todas luces, el amor es un sentimiento muy potente, si no el que más diría yo, pero se vuelve extremo cuando literalmente se pierde la razón y no es posible emitir algunos argumentos básicos sin cordura ni mesura sobre el asunto. Ahí es cuando deben empezar a saltar todas las alarmas. Al fin al cabo, ¿qué podemos esperar sin sensatez alguna?

Pero existen también otros potentes indicadores, como por ejemplo el hecho de que ese amor sea vivido de esta manera única y exclusivamente sólo por uno de los integrantes de la pareja. Esto supone un fuerte impacto en la mente del obsesionado, ya que entenderá que no existe tal correspondencia por parte de su otra mitad y así, empezará una larga y agotadora carrera porque su “medio limón” sienta exactamente lo mismo que él.

Desde esta perspectiva, es fácil entender que el sufrimiento se abra camino a pasos agigantados en la mente del ahora sufridor, que pasará a entender el amor como una auténtica experiencia negativa y dañina. Toda una tortura, pues la mente se llenará de sentimientos de incertidumbre e inseguridad, con la consiguiente sensación de estrés y ansiedad que todo ello generará en la persona. Por supuesto, idealizar, ensalzar y embellecer todas las cualidades del ser amado van parejos a todo este proceso.

Desafortunadamente, lo que de verdad subyace a todo este infierno es una tendencia a los comportamientos obsesivos-compulsivos y sus consiguientes trastornos. Básicamente, lo que existe en la mente del obsesionado es una desvirtualización de la realidad, una distorsión en toda regla que, en muchos casos, puede ser sólo el principio de unos trastornos más profundos y con más calado en el interior de la persona. La punta del iceberg para entendernos. Experiencias pasadas relacionadas con las emociones, los sentimientos y la forma de gestionar ambos que aún no han sido resueltos del todo y que hacen su aparición inconsciente de esta forma.

Como terapeutas, la solución para todo ello pasa por hacer entender al obsesionado cómo una relación sana es de verdad, lo que puede y no puede esperar de una relación equilibrada, armoniosa y saludable. Hacer un repaso profundo por la biografía de la persona hasta llegar a la raíz del problema, la necesidad de ser amado de esta forma compulsiva y apremiante. Una estabilización psíquica y mental general previa es completamente necesaria en el individuo, para, partiendo de esa base, hacerle comprender que en realidad sólo es una víctima de su propia forma de pensar, de su mente al fin al cabo.

Por último pero no menos importante, es necesario entender que no saber establecer unos vínculos afectivos adecuados no implica per se sufrir una enfermedad mental. Es tan sencillo como dejar de idealizar al otro, educar en la gestión efectiva de sentimientos y emociones y, sobre todo, forjar expectativas realistas de las relaciones y de la vida. A fin de cuentas, ser amado no puede ser una obligación.